La UD Puertollano y su trastorno bipolar

La Unión Deportiva Puertollano es un sombrío paraíso, el sueño demente de una hinchada afectada de trastorno bipolar que se debate entre el éxito deportivo y el caos económico. El club azulillo es un traicionero Edén que amenaza con la ruina mientras rememora las añejas gestas en el legendario Cerrú, cuando el Calvo Sotelo disputaba por la inmortalidad bajo horizontes de cobalto abrasados en antorchas petroquímicas. Aire del Cerrú. Vibrante de pura excitación, tenso como la piel de un bombo, arrebatado por las cosquillas de las banderolas y los clamores indignados de penaltis fantasmas. Fragrante de humo de habano y césped recién cortado.

El presente devuelve ahora los ecos de Pedro “El ochomil”, el Homero del Cerrú. Canta, oh Musa, la cólera del Puerto: seis meses sin cobrar y con el coraje intacto de los campeones del destino. Los jugadores elevan gratuitamente a la UD Puertollano al Olimpo de los puestos de promoción, evidenciando el contraste entre la franqueza del deporte y la doblez del mundo empresarial.

Alguien dijo que el fútbol no lo es todo en la vida, sino que es mucho más que eso. En verdad el fútbol es la vida misma. Política y religión, miseria y riqueza, épica y drama. El fútbol es el único credo que no tiene ateos. La mano de Dios. Los conversos pueden tocar el Cielo hasta en el Averno de Segunda B, y la UD Puertollano se ha convertido en un microcosmos, una miniatura medieval de lo que este deporte representa. Este club es el delta sedimentario de la política, la economía y los sentimientos de Puertollano, que juegan en el Sánchez Menor su play off triangular de vicios y virtudes.

La economía de la entidad flota a la deriva en su Tártaro particular, bajo la sombra de confusas especulaciones. Pero calla el presidente José  Antonio Navarro. Calla la directiva, perdida en la rumorología de su gestión. Navarro, antaño gran visir del Ayuntamiento de Puertollano, hoy es un virrey solitario exiliado en su propio reino. Recibió de manos del Gobierno local nada menos que 600.000 euros procedentes de todos los puertollaneros, una cantidad que por sí sola prácticamente dobla el presupuesto de muchos de los equipos de la categoría de bronce. Pero, al parecer, nada es suficiente ni para pagar a la plantilla ni para dar explicaciones.

Consistorio y presidente se reúnen ahora a espaldas de quienes aportaron la mayoría del capital, que no son otros que los socios y los propios ciudadanos. Quizá en el futuro sea conveniente la adición de una cláusula especial en los acuerdos sobre subvenciones públicas a clubes deportivos: la cláusula de la transparencia en las cuentas. El juego limpio, también en los despachos, jamás debiera figurar en la letra pequeña.

http://santosgmonroy.blogspot.com

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