Un país, digamos, como el nuestro, ya no tiene que temer a los invasores sino a los evasores. Un cálculo apresurado, cogido al azar en el apretado dial de la radio, dice que a Zapatero no le dio tiempo a anunciar que en dos semanas presentaría la factura socialdemócrata en bandeja de plata sobre la mesa de los más ricos. Fue decirlo y ya eran legión estos gigantes del patriotismo los que le daban a la tecla para mover el capital durmiente. Miles, aseguraba el contertulio, actor para más señas. Y eso que ese rayo tonante de justicia social apenas iba a electrocutar a un nanoporcentaje del pueblo doliente, a juzgar por el cálculo del presidente. El temor a la fuga de capitales subsiste siempre a la hora de poner en marcha el martillo pilón de la fiscalidad. Tiene que ser un cerco que permita sobrevivir a los irpferos y que no ponga en peligro la infinita paciencia de los milmilloneuristas. La cuestión no pasaría a más sino fuera porque entre el ejército de evasores con más o menos gradación en las hombreras, figuran insignes figuras públicas que van desde heraldos de la socialdemocracia de alta costura hasta deportistas que suelen alardear bajo la euforia nacional de sus hazañas de un patriotismo ejemplar. Desde Alonso, el de los coches, pasando por Nadal el de las raquetas, sin olvidar a Almodóvar el de las películas marmota. Gasol, el último componente de la terna divina trabaja en EEUU. Por ahí se escapa. Entre tanto, Florentino Pérez, anda negociando el modo de traerse a Mouriño, que como todo hijo de cristiano, – este caso entrenador de Cristiano- también habrá diseñado sobre plano el mejor dispositivo evasor. Evadir, como errar, humano es. El capital no tiene fronteras como tampoco quería tenerlas el socialismo. Magnánimo mapamundi sino fuera porque las fronteras que se borran sobre la nueva cartografía de la globalización se trazan mas sinuosas y escurridizas en la celosía virtual de las finanzas. Pues bien. Quizá haya llegado la hora de conocer quiénes son esos evasores, de hecho, o en potencia, que están dispuestos a sacar el dinero de la Patria que defienden en la cancha, en el cine, o sobre el césped, sobre tarima flotante de cedro libanés. O estás con Hacienda o contra ella, que hasta esta asombrosa paradoja nos han empujado estos tiempos de réplicas constantes tras la caída del Muro Letman. El fraude fiscal ha vuelto a la actualidad de la mano de esta crisis corrosiva quizá para quedarse durante mucho tiempo y no sólo como un tema de debate recurrente. Lo mismo que la economía sumergida, colchón para algunos sobre el que se amortigua la ira social. Ya que se ha girado hacia el recorte de caja rápida a costa de los más vulnerables, lo suyo es enderezar en sentido contrario para recuperar el rumbo, y que la factura socialdemócrata, bien explicadita, sea cobrada antes de que el deudor se tome el postre en la antípoda dejando al camarero más planchado que una gamba. Que nos enciscamos con los mercados invasores, sin rostro, del exterior, y nos olvidamos del mercader- evasor, con nombre y apellidos del interior. A lo mejor es porque los aplausos no nos dejan escuchar las hostias. O por que, y esto es lo peor, evasores y mercados, son la misma cosa.
Los evasores
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