Fútbol y Freud

¿Qué es lo que tendrá el furbo? Masas masivas alocadas, eufóricas, por las plazas de las ciudades todas del mundo y de la Iberia rota por el furbo, también. La gente se pinta al cara con los colores de la bandera, se pone pelucas de carnaval o se disfraza con el traje de la esencia purísima de las tradiciones. En España confluyen la bandera patria, el toro y el furbo. Para que no haya dudas. Pero no seamos demagógicos ni pretéritos, que somos muy dados a conjugar tiempos pasados en el presente. El futuro se nos da peor, quizá por que es irregular. Pasa en todas la naciones: lo de Francia fue cuestión de Estado. No hay selección que no se emocione en el momento de la marcha  patriótica, ni son pocos los jugadores que se encomiendan a sus dioses. ¿Y todo eso porqué? Tarea tiene el psicólogo, el sociólógo, el politólogo y cuanto vocablo  lleve el Logos -divina palabra-adosado a la retaguardia… Hay unas cuantas teorías: el furbo es una olla a presión que libera la violencia social bajo la máscara del deporte y los grandes valores que inspira; hay dos ejércitos, hay  choque físico y daño al contrario y los equipos llaman a la identidad colectiva en contra de otra identidad; hay sangre, hay bajas (lesiones), hay héroes, hay villanos, y sobre todo hay una tribu que   gana y otra que pierde: el furbo es una guerra inerme. Pero hay otra teoría que no sé si entronca con los distintos yoes que nos gobiernan (o desgobiernan). Puro pensamiento freudiano y su componente erótico. Todo en Freud es sexo cóncavo o convexo, ligado a la pulsión de vida. La pulsión de muerte en el sexo ya la tocó Almodóvar en una de sus buenas películas cuando era Almodóvar-Almodóvar. En Matador, vaya, los toritos bravos nos rodean. Huyamos.

Dicha teoría es que la portería es la representación inconsciente de una enorme vagina y el balón el símbolo fálico por antonomasia que manejan, soban y estimulan unos hombres machos ansiosos de  penetración, el orgasmo y el gol final. Cuando el equipo propio gana-y no digamos la selección- máxime si es  un campeonato de  tronío se produce un delirio general que no lo consigue ni la victoria en unas elecciones. El furbo suma así el componente de orgía, muy romana, muy depravada, muy participativa. En este Mundial, vamos de polvo en polvo, siendo unos verdaderos campeones, hasta que lleguemos a la Gran Copa donde reposar espasmódica, placenteramente, el semen de la victoria. Porque otra cosa no le veo yo a esta cosa que fue lo primero que se globalizó en el Mundo cuando nadie tenía ni pajolera idea de qué era eso de la globalización.  Por si las moscas convendrá estar atentos al poder, no vaya a ser que con la verbena nacional del triunfo definitivo, nos sodomice por la directa y no nos demos cuenta hasta que llegue el desamor, que también llega,      

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