La reforma de las pensiones

Vivimos un tiempo de reformas. En los últimos meses se están acumulando las reformas sociales, especialmente en el campo laboral y en las pensiones, además de otras que afectan al sector financiero. Se tiene la impresión de que éstas vienen impuestas desde Berlín –por no decir de la Unión Europea– ante la gravedad del endeudamiento no sólo del Estado español, sino también de las empresas y los ciudadanos.

Lo que ha dado en llamarse presión de los mercados. Al fin y al cabo, los mismos que están dispuestos a prestarnos más dinero exigen también más garantías de que se les van a devolver sus préstamos con los correspondientes intereses. Y éste es uno de los parámetros cuyo cumplimiento en la actualidad despierta ciertas dudas. Por ello se le exigen al Gobierno reformas que disminuyan tanto la deuda como el déficit, aunque éstas traerán inevitablemente un mayor empobrecimiento del país y de los ciudadanos.

Sin volver a la retórica del tiempo perdido en acometer tales reformas, ahora las agujas del reloj marcan otras pautas para recuperar el pulso, la vitalidad de la economía española, permitiendo el crecimiento y la creación de nuevos puestos de trabajo, algo muy necesario para el 20 por ciento de la población en desempleo y sin perspectivas de encontrar un puesto de trabajo en los próximos años. El drama se acentúa ante la eliminación de subvenciones, que hasta ahora eran de vital importancia, ya que constituían el único salario que entraba en muchos hogares y que permitía subsistir en la lucha por la vida. Al final de la escapada nos damos cuenta de que somos un paísmediano, con escasos recursos y con una política social y de dependencia escasa, que nos coloca en el furgón de cola del tren de la Unión Europea. Se nos ha vendido propaganda con mensajes triunfalistas y lo único que ha conseguido es alimentar la frustración y condenar a una generación de jóvenes a emigrar, como ya hicieron sus padres en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado.

Ahora se está justificando la reforma de la Seguridad Social, de las pensiones, con el objetivo de garantizar su mantenimiento a largo plazo. Nadie habla en los foros parlamentarios y políticos de las bolsas de pobreza que existen entre un porcentaje alto de pensionistas, que se encuentran entre las mayores de Europa. En este sentido, nuestra pensión media se encuentra entre las más bajas de las europeas y las propuestas del Gobierno, de cara a los próximos veinte años, significan una devaluación de las percepciones de las pensiones, lo que significará una pérdida de un veinte por ciento con respecto a las actuales. Al final, las pensiones públicas entrarán en una dinámica peligrosa, que pondrá en peligro su eficacia y su papel, tal como ahora lo conocemos. Y no sólo por los años que se exigen para tener derecho a ella, sino también los años cotizados y el cálculo de los mismos, representando una pérdida de poder adquisitivo para los futuros pensionistas, que tendrán que abrir otras vías para asegurarse una pensión digna como ya viene ocurriendo en otros países, especialmente en los de orientación anglosajona.

Con prisas y sin una reflexión –con debate incluido– de toda la sociedad civil, al margen de los partidos políticos y los grupos parlamentarios, se tiene la impresión de que se quiere cerrar la reforma lo antes posible, poniéndola en marcha en 2013 sin entrar de lleno en las verdaderas necesidades del sistema de pensiones, su reforma en profundidad y su viabilidad a largo plazo, introduciendo modificaciones más amplias que aseguren su futuro en el tiempo, con otros parámetros existentes en muchos países de nuestro entorno.

Al igual que con las excepciones para jubilarse a los sesenta y cinco años, se están cerrando expectativas a algunas profesiones, que sufren las consecuencias de ejercer un trabajo gravoso para personas mayores debido a la tensión que genera en todos los ámbitos, físico y psicológico, el ejercicio diario –con distintos turnos, festivos, etc. – de una profesión como la de Enfermería. Nadie puede entender que haya enfermeras y enfermeros con sesenta y siete años en los servicios hospitalarios, en turnos de noche o en urgencias,  por poner sólo un ejemplo, sin sufrir las graves consecuencias que tendría para su salud. los enfermeros tienen que entrar, al igual que en otros colectivos, en la jubilación anticipada a causa de las dificultades que presenta su trabajo.

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