Notas sobre el terreno (I): De colores, carteles y cepillos

Los colores electorales dicen mucho a juzgar por los creativos, sociólogos y expertos subliminales. Pero me ha llamado la atención el fondo en negro -como el panorama- del candidato socialista a la Junta, José María Barreda. Apenas lo he visto y me he sobrecogido.

Estaba al lado del cartel de José Valverde sobre un fondo… verde, garantizando la patanegría de su candidatura -100 por 100-. Inteligente mensaje junto a la bonhomía del candidato; luego estaban el blanquirrosa del candidato de UpyD, Angel Maria Rico, el albiazul de Félix Pallarés, de Unidad Castellana y el blanco de Carmen Soánez. El negro, como todos los colores, tiene su significado. A bote pronto, que es de lo que se trata, sugiere todo menos alegría, precisamente. La negrura no es buena cicerone. Puede que los creativos del PSOE hayan considerado el negro un fondo subliminalmente efectivo que refuerza toda la composición -un Barreda asilueteadeo en claroscuros de Valdés- , pero el elector pedestre ve el negro y lo asocia con luto. O con una sotana, que vaya usted a saber.

Esta mañana he estado en la primera rueda de prensa del PP. La ha dado Rosa Romero. Tras ella una foto de campaña. La foto es casi el doble de grande que la protagonista carnal. Me pregunto hasta qué punto el candidato/a es capaz de engullirse de un bocado a la persona normal que camina por la calle, que va a su casa después del trabajo y trata de arquear la jornada para lo bueno y lo malo como cualquier ciudadano. El fotón de Romero candidata junto a la presencia física de Romero persona, disminuye la realidad para engrandecer la virtualidad. Al fin y al cabo, la política es sobre todo virtualidad. Es cuando se coteja con la realidad cuando vienen los aciertos y… los engaños.

Otrosí: El cepillo del engrudo no se ha extinguido. Sólo aparece fotografiado en la prensa en la pegada de IU. Y uno siente una sacudida nostálgica. Como si el tiempo no hubiera transcurrido. Pero lo ha hecho. Para todo y para todos. Esa imagen alude a un estancamiento crónico, cuando no a un receso. IU ya tiene la ley electoral en contra como para seguir agarrada a la iconografía de los 70.

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