El 23 de mayo

Espero no equivocarme, pero el 23 de mayo saldrá el sol como todos los días. Y mientras en alguna sede haya botellas de cava descorchadas y algún hilo de confeti suelto, en la otra se palpará el silencio helador de la derrota. Muy temprano, en esas sedes, en las vencedoras y en las vencidas, serán las limpiadoras de la mañana las primeras que sientan que hay un cambio político o que no lo hay, serán las primeras que barran los carteles despojados de las paredes, con las caras de los candidatos por el suelo, con alguna hoja escrita con prisa que tal vez ofrezca el boceto de un discurso.

No todos habrán ganado y no creo que todos digan que se ha ganado. Los sillones del poder se prepararán para una nueva ergonomía y algún salón de Plenos puede que deje de ser Ítaca para convertirse en Macondo. El 23 de mayo la primavera ya se estará acabando, porque terriblemente la primavera cada vez dura menos y se empezará a atisbar el verano de la reflexión, de la toma de conclusiones, el verano de la aceptación o de la ira, el verano donde se harán las maletas y se recogerán los despachos. No es un drama, como muchos nos hacen pensar, nada de eso, es sólo ley de vida.

El 23 de mayo habrá quién se mire al espejo y se atuse los cabellos antes de dar una conferencia de prensa y frente a ese espejo se sentirá borracho de gloria o absolutamente decaído, no en balde, así somos las personas. Habrá lameculos que saldrán por patas al cobijo de otros poderosos, secretarios que mirarán la hora, habrá muchos de esos, pero también estará la gente fiel que representa una idea y que la sabe explicar, contemplar, interpretar y que –vaya por Dios – son los que menos salen a hablar. Los pitbulls morderán, eso seguro, pero otro muchos tendrán la decencia de buscar explicaciones para llegar, seguramente, a una verdad que bien sabe Graham Green: “en las novelas policíacas siempre se encuentra a los culpables, en la vida real no”.

El 23 de mayo unos seguirán en la oposición y les parecerá un castigo perpetuo, inmerecido. O, tal vez, no sea así, y alcancen el poder y la capacidad de decir tú sí, tú no. Algunos, en silencio, sentirán que estarán grabando un videoclip mientras lleguen a los respectivos palacios o ayuntamientos a tomar posesión y las cámaras machaquen su rostro con sus flashes. Yo si tuviera que tomar posesión haría lo mismo y cubriría mis intervenciones con el tema Lights de Interpol, porque tiene una base épica y melancólica a partes iguales, como todos nos imaginamos nuestra vida, una orfebrería llena de deseos que inevitablemente tiene un trasfondo nostálgico. ¿Quién es capaz de imaginar sus logros o sus fracasos íntimos sin una música evocadora?

Habrá sol en esta tierra el 23 de mayo o lloverá con ese sarcasmo habitual con la que corre el agua en este trozo seco del mapa, seco y poetizado, porque se poetiza mejor lo adusto y lo sereno, lo inabarcable y lo duradero. Y los pueblos seguirán ajenos a esta guerra del miedo donde juegan los partidos y, quizás, sólo hablen de política para echar un rato en el bar, como quien hablaba del Madrid o del Barça, de Mourinho o Guardiola, es decir, de lo que cuentan los periódicos. Sin embargo, las blancas fichas de dominó seguirán marcadas por puntos negros. Esperemos que los enamorados no se desenamoren y que los estudiantes tengan ganas de dar el último aliento antes de pasar un verano cojonudo en la piscina.

César Vallejo seguirá diciendo en sus libros que hay golpes en la vida tan fuertes que no es capaz de entenderlos, “yo no sé…”, y algunos seguirán creyendo en Dios y otros no. Los ayuntamientos seguirán con una deuda abismal y el sistema seguirá siendo el mismo el que nos abalanza al crecimiento sin fin, incluso cuando no se puede crecer, incluso cuando hay una generación secuestrada en la avidez de las expectativas.

Los perdedores maldecirán a Andreotti por prevenir que lo que realmente desgasta es el poder y los vencedores reconocerán sus despachos con la ilusión con la que uno descubre el piso donde siempre ha querido vivir. Pero tampoco esa alegría es eterna, no se equivoquen.

El 23 de mayo, espero no equivocarme, el mundo seguirán siendo ese jeroglífico que intentamos descifrar. Y el poder será esa fórmula que apenas marca un ritmo, nada más que ese rumor que sirve como banda sonora o acompañamiento de nuestras vidas.

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