Negociación colectiva, un fracaso anunciado

Oí decir a uno de aquellos sacerdotes que tenían el oficio de censor, que el gran éxito del Demonio era habernos hecho creer que no existe. A pesar del entierro de las ideologías, y de la difusa frontera entre “izquierda” (refiriéndonos al PSOE) y derecha, el gran éxito del nuevo Pensamiento Único (pensamiento cero, decía Saramago), era habernos hecho creer que la lucha de clases, el antagonismo de clases, yano existía.

Nada más lejos de la realidad, cuando vemos y comprobamos que estos años de crisis capitalista se han saldado con un aumento de 200 millones de parados en todo el mundo, pero con un espectacular incremento del número de millonarios y de sus fortunas. Nunca el abismo entre pobres y ricos había sido tan grande.

También en España hemos asistido como nunca a ese aumento de la desigualdad y de la fractura social, y nunca las rentas del trabajo habían pesado tan poco en el conjunto de la riqueza nacional.

Dentro de la táctica de favorecer ese pensamiento único, nos encontramos que el último rastro que quedaba de la vigencia del  antagonismo de clases, del conflicto capital-trabajo, era la negociación colectiva.

Es decir; obreros organizados de una parte, y patronal de otra, para que los primeros arrancaran una mayor tajada de las plusvalías que le generan a los segundos.

Este lenguaje puede sonar anticuado, pero al menos es reconocible, sincero, sin eufemismos ni maquillajes de la realidad, y por eso en estos tiempos de crisis era necesario hacer desaparecer la última escenificación del conflicto que ha hecho girar al mundo que conocemos; la lucha de clases.

Fracaso anunciado

Con unos sindicatos francamente debilitados, desgraciadamente, y tras la asunción por estos de algunos dogmas neo-liberales, como la reforma de las pensiones, solo quedaba cerrar el círculo de desvincular a los trabajadores de sus compañeros de clase o sector productivo.

La Patronal, sabedora de que el Ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, les prometió unas reformas más acordes con sus demandas, no tenía ningún aliciente para la negociación, y más cuando un futurible triunfo del PP, les terminaría de propiciar una reforma más acorde con sus intereses de clase, que no generales de la sociedad española.

Con este panorama a la vista, la Patronal , que no ha olvidado ni confundido sus intereses de clase, ha optado por no suscribir ningún acuerdo susceptible de irreversibilidad al tener acuerdo sindical, y deja al Gobierno de Zapatero que sea quien legitime un recorte mas de los derechos de los trabajadores.

Que no se engañe nadie, buena parte del bienestar que nos ha permitido desarrollarnos como sociedad, es fruto de las conquistas arrancadas por la negociación colectiva; vacaciones, descansos, salarios, reconocimientos profesionales, salud laboral, etc…, y forman parte de un modelo basado en un mejor reparto del esfuerzo, pero sobretodo de los beneficios.

Desregular, personalizar las relaciones laborales sin tutela jurídica o social, solo aumentan el poder de una clase sobre otra, el poder de quien necesita trabajadores sobre quien necesita trabajar para comer. Nuestra economía solo busca mayor margen de beneficios, que no es lo mismo que la generación de riqueza, y ésta solo puede venir de una mayor influencia  e incidencia del factor trabajo.

Por eso el fracaso era anunciado, porque los trabajadores se han quedado solos frente a la pinza Gobierno-Patronal, y a las exigencias de los “mercados”. Un motivo más para la indignación.

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