Somalia, otra vez la hipocresía

Otra vez la hambruna en el cuerno de Africa, y, otra vez,  los medios de comunicación se lanzan en tromba porque parece que se acaba el mundo y que estamos ante una catástrofe nueva, inédita, algo insólito, jamás visto, ¿Cómo es posible que millones de personas, a causa de una pertinaz sequía, estén al borde de morir de hambre? ¡Un escándalo! ¡Otra hipocresía!

Y yo me pregunto si el sistema estará tan corrompido que será capaz de utilizar esta situación –que no es nueva, ni insólita, ni inédita- como otro elemento distractor  de los que acostumbra a usar para que no pensemos en lo que realmente está provocando esta sinrazón mundial que estamos viviendo, sobre todo en el mundo rico occidental.

A ver si nos enteramos, desde hace muchos años, hay países -casi continentes-, que viven permanentemente al borde de la hambruna, de la desesperación, de la muerte; muy por debajo del umbral no ya de la pobreza, sino por debajo del umbral de la dignidad humana. Y este es el pan nuestro de cada día, que, en momentos puntuales, se manifiesta en forma de picos insoportables, como ahora en Somalia.

Pero el mundo rico, el occidente cristiano, democrático y portador de la civilización de la paz y la libertad, -no emporquéis más estas palabras-, encumbrados en el pedestal del estado del “bienestar” consideran que eso son daños colaterales, que lo importante  es la estabilidad de los mercados, el equilibrio financiero, la estabilidad monetaria… Qué más da que en España haya no sé cuántos millones de parados, en Italia se establezcan recortes leoninos al derecho a la salud, en Grecia salgan a la calle todos los griegos o que en Somalia, Etiopía, Nicaragua, Haití, Afganistán o donde sea, la gente llegue al extremo de morir de hambre. Estos son daños colaterales. La macroeconomía no puede fijarse en esos detalles.

Ahora, eso sí, los políticos y magnates de las altas y, a veces, no tan altas finanzas, se suben los sueldos, se llenan de asesores y se brindan sus puestos y sus jubilaciones. Realmente han adulterado la democracia, no representan a sus pueblos, se han convertido en casta y están conduciendo al mundo a la mayor de las catástrofes imaginadas: destruir la moral de los pueblos, jugar con los sueños de las utopías.

Por favor, no nos escandalicemos por lo que está pasando en Somalia y en Etiopía, que esto ya es viejo y, si no les ponemos remedio, la cosa va para largo. Que las crisis no las pagan los que las fabrican, sino, como siempre, los más pobres. A propósito la mayoría de países ricos está recortando y en algunos casos quitando la ya escasa ayuda que destinaban a la cooperación al desarrollo. Este es el gran escándalo: crear pobres y, después, simular que se corre para socorrerlos. Pero, en cualquier caso, se simula que se van a socorrer las consecuencias, pero, en ningún caso se plantean las causas;  que hay sequía, sí, y ¿Cuando no la hay?. Las causas son más profundas y son las que se deben atacar.

Desde SOLMAN seguimos considerando una inmoralidad lo que está pasando en esta parte del mundo y en tantas otras latitudes y va llegando la hora en que ya no es suficiente denunciarlo. Es necesario actuar. Pero, como dice José Luis San Pedro, “Para empezar, Indignémonos”.

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