El PSOE necesita una refundación (Editorial)

Apenas se ha cerrado el nuevo mapa municipal y autonómico, y un maltrecho PSOE de Castilla-La Mancha se enfrenta de nuevo a una nueva cita electoral. Lo apropiado en este caso es esperar al 20-N para constatar lo que muchos barruntan ahora: la culminación del vía crucis pasional socialista. Sin embargo, no dejan de llamar la atención los movimientos que se han producido en el seno del PSOE desde los catastróficos resultados de las elecciones de mayo. Sorprende que en las circunstancias actuales, el PSOE regional no haya aprendido la lección y se empecine en funcionar como si no hubiera pasado nada, con las mismas caras, y al margen de las bases.

La estrategia del PSOE castellano-manchego desde la última cita electoral se simplifica en el “abc conductual” de estos casos: los perdedores hacen mutis por el foro y los supervivientes reclaman la gestión de los destrozos con el ánimo de recomponerlos y poder capitanearlos algún día con mejores perspectivas.

Pero no ha sido así del todo. O lo ha sido con más timidez que osadía. Las elecciones no son tales si no hay una lista de candidatos a quienes elegir. Y en este proceso, que siempre se desarrolla de puertas adentro, y del cual los partidos políticos se cuidan mucho de que no trascienda a la prensa, es donde más encarnecidamente se pone en acción el músculo autoritario del aparato sobre la pequeña veta democrática.

Una lectura de los candidatos socialistas de los últimos mandatos, tanto a Senado como, sobre todo, al Congreso (al fín y al cabo a la institución senatorial se accede tras correr el pequeño riesgo de unas listas abiertas) comprobamos que quienes han estado en la parrilla de salida han sido candidatos que formaban parte de un reducido grupo sobre el que poco o nada tenían que decir ni la militancia ni la dirección provincial.

Constatar que, durante dos décadas, Castilla-La Mancha y el PSOE regional han estado gobernados con un absolutismo democrático rayano en el cesarismo personal es un fácil ejercicio de evidencia. Por eso resulta sorprendente que en las circunstancias actuales, tan sólo equiparables a la decadencia de los tiempos de Almunia, los socialistas aún no hayan aprendido la lección y se empecinen en funcionar como si no hubiera pasado nada… Por ejemplo, tratando de colocar a José María Barreda, secretario general y ex presidente de la Junta, a la cabeza de la lista al Congreso.

Y es que el caso de Barreda llama especialmente la atención. No se explica, con los resultados en la mano, que el PSOE provincial, en otro alarde de sumisión (¿sincera?) proponga a Barreda como número uno al Congreso en sustitución de su propia esposa, Clementina Díez de Baldeón, cuyo nexo familiar ha servido para corroborar el manejo espurio de la organización y alimentar la pregunta sin respuesta: si Díez de Baldeón no hubiera sido la mujer del secretario general ¿hubiera ido al Congreso de los Diputados?

El señalamiento de Barreda como cabeza de lista al Congreso también alimenta las especulaciones que interpretan esta decisión como una posibilidad de aforamiento en caso de que la denuncia judicial del PP siga adelante; o incluso de que se trate de un caramelo envenenado para que el candidato ex presidente acabe de “autoamortizarse”.

En cualquier país democrático de nuestro entorno no falta quien se presenta abiertamente a suceder al descalabrado, como parece hacer, más o menos osadamente, Emiliano García-Page. Pero es igualmente llamativo el rol que está desempeñando el secretario general del PSOE provincial, Nemesio de Lara, más en la sombra que en el proscenio político, cuando ha sido de los pocos que han salido vivos de la escabechina de mayo.

Quizá no se den cuenta los socialistas de que están a las puertas de un nuevo ciclo, algo habitual en los países democráticos en los que la alternancia es de una normalidad casi aburrida, y de que no se debe incurrir en un empecinamiento de caras y de personajes, sino afrontar una refundación profunda que ponga todo a revisar: un formateo del disco duro de las esencias socialdemócratas, una puesta a punto de cara a la travesía del desierto que les espera, pero también con vistas a que llegará el tiempo de volver a gestionar la cosa pública.

Si el PSOE se dedica a parchearse, en lugar de afrontar abiertamente la tercera refundación (después de la de Suresnes y del abandono del marxismo) correrá el riesgo de convertirse en una fuerza política con mucho pasado histórico pero poco futuro político. Sobre todo si se tienen en cuenta estos ocho años de irresponsabilidad y frivolidad en el manejo de los caudales públicos como si fueran zanahorias-votos… Lo que no deja de ser una manera de considerar imbécil al electorado.

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