Sobre la disolución del mercadillo de trueque en Ciudad Real

La alarma suena un domingo por la mañana y te levantas con cierta resaca de la noche anterior en la que, entre calimochos y cervezas, has pasado horas hablando del aeropuerto de Ciudad Real, la crisis alimentaria causada por los Monsantos del mundo y el futuro de España. Te duchas, desayunas, coges todos los trastos que alguna vez compraste pero ahora no utilizas, los metes en una mochila y te vas al Círculo de Bellas Artes.

El mercadillo de trueque empieza a las doce horas, una sensación positiva recorre todo tu cuerpo al comprobar que son las 11:45 y hay gente cargada de trastos como los tuyos esperando en la puerta. “Otro mundo está siendo posible”, piensas mientras das los buenos días a esa gente con la que posiblemente intercambiarás algún objeto, palabra o proyecto. Mientras te dispones a abrir la puerta del Círculo reparas en que, a diferencia de ayer, hoy no hace tanto frío: “¿Y si nos quedamos fuera, como en el anterior mercadillo?”, preguntas con una sonrisa que difícilmente aceptará un “no” por respuesta.

Sin más, cada uno empieza a montar su puestecito. Libros, cafeteras, ropa, los cacharros de Luis Mario: Pasen y truequen, el mercadillo acaba de comenzar.

No todos truecan, claro. Hay quien simplemente pasaba por ahí y ahora no tiene tiempo para sumarse a la iniciativa. “No te preocupes”, le digo, “habrá trueques el último domingo de cada mes”.  “¿Aquí, en el parque?” “Aquí o enfrente, en el Círculo, depende del tiempo. Si no llueve, intentaremos ponernos aquí para tener mayor visibilidad.” “Estupendo».

Miras a tu alrededor y te repites que otro mundo está siendo posible.” La crisis allanará el camino de la autogestión  y las iniciativas ciudadanas”, te decía alguien anoche entre calimochos y cervezas. Sonríes.

Bea llega y te dice que quiere trocar masajes por ropa. “¿Te gustan estos vaqueros? ¿Te he dicho que tengo fatal el cuello?” “No están mal, podría maquearlos un poco.  Trato hecho.” Y entonces te tumbas en su esterilla y pierdes las nociones de tiempo y espacio  -te encantan los masajes, no puedes negarlo-. De repente, escuchas los pasos de todos los trocadores dirigiéndose hacia la parte izquierda del parque y oyes un extraño murmullo mezclado con silencio. Abres los ojos y ves a cuatro policías locales con los brazos en jarra. Dices “maldita sea” y te levantas.

Te acercas al tumulto y tardas en querer reaccionar. En apenas unas horas tu cabeza ha pasado por el aeropuerto de Ciudad Real, la crisis alimentaria, el futuro de España y “otro mundo está siendo posible” y  lo último que te apetece es enzarzarte en una discusión sobre el uso de espacios públicos.  Pero cuando reaccionas te das cuenta de que no hay de qué preocuparse, el poli portavoz que ha sentenciado que no podemos realizar ninguna actividad en la vía pública sin solicitar permiso al Ayuntamiento –y pagar la correspondiente cuota- se está poniendo nervioso y no parece que vaya a ser posible siquiera dialogar el conflicto. Dicho y hecho: “Requisad los artículos”, acaba diciendo el poli portavoz a sus compañeros ante la atenta mirada de quienes habían pedido más información respecto a esa normativa que criminaliza el uso del espacio público.

Cuando te quieres dar cuenta un policía está cogiendo tus trastos para llevárselos mientras una camioneta del Servicio de Movilidad aparca frente a la puerta del Círculo:

-¿De verdad es esto  necesario? Sólo estábamos preguntando, en ningún momento nos hemos opuesto a disolver el mercadillo -dices con los ojos abiertos como platos-.

-Tenemos que asegurarnos de que no volveréis a montar los puestos cuando nos vayamos. No te preocupes, te devolveremos tus cosas cuando vayáis al Ayuntamiento el lunes.

-Pero es que no tiene ningún sentido que te lleves mis cosas, ¿no te das cuenta?

– Tranquila, te devolveremos tus cosas -repite el poli portavoz- podéis pasar a recogerlas esta tarde en Jefatura de Policía.

Te das cuenta de que no se da cuenta y resoplas.

Has perdido la noción del tiempo.  De repente te encuentras dentro del Círculo, en la comida popular que suele seguir al mercadillo de trueque.  No eres capaz de asimilar lo que acaba de suceder. “Mierda, otro mundo no está siendo posible”. Por la tarde vas a la Jefatura de Policía: Te devuelven todas tus cosas, pero te falta algo.

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