La política española y la educación en el sectarismo

El brutal pueblo español, el temido desde tiempos inmemoriales… Gustamos los españoles de odiarnos con fruición, viendo motivaciones oscuras en los pensamientos del otro. La política española aún no se ha sacudido de cierta pátina de sangre y de una trasnochada lucha de clases.

Da igual que se trate del agua o del paro, del terrorismo o de la salud, de la educación o de las pensiones. Los mensajes simplistas son alimentados por dirigentes que hacen malabarismos con los miedos y las fobias del subconsciente colectivo. No caben matices. La ultramilitancia es el refugio, y los agnósticos ideológicos son peligrosos herejes que merecen la condenación eterna.

¿Conviene a la clase política una verdadera educación en valores y en ciudadanía que retire las vendas del ultramontanismo? Parece como si sólo interesara que los españoles sigan anclados intelectualmente en un brutalidad visionaria, en un sectarismo que condene a la duda y el matiz como pecados capitales.

Televisión e internet. Modernos campos de batalla de los descendientes de antropófagos numantinos, de los vástagos de cotizados gladiadores. Un ADN maldito por el recelo recorre nuestra arquitectura celular. Siglos de resentimiento impregnan la red. Milenios de odio en la realidad virtual y en medios de comunicación por donde aún campan castellanos viejos, maestros en el arte de la guerra, soldados de Cristo, mercenarios a sueldo, parientes del terrible Campeador, tercios de Flandes, negreros de los siete mares, generalísimos sanguinarios, comunistas de épicos monumentos, planes quinquenales y verdugos de checa.

Claro que aquí siempre nos las hemos repartido como panes bajo la batuta del más listo, el que dirigía el cotarro escondido detrás del pedrusco más grande. El resto, luchadores por la monarquía dieciochesca, endémicos duelistas, rivales por una corona. Borbones contra Austrias; carlistas contra isabelinos; anarquistas contra tradicionalistas. En el ruedo ibérico se extiende la sangre de españoles republicanos, franquistas, falangistas, socialistas … Sangre de ejecuciones sumarias en cárceles grises, sangre de turismo penitenciario, sangre fácil del tiro en la nuca.

El resumen telegráfico de la historia española se ha escrito con navajas y trabucos, mausers y colts, pistolas y metralla. Como corolario, aquel niño frío, frío, frío de Machado, y el lamento lorquiano en las barandas de la luna. Y, siempre detrás, el más listo, comandando la función, motivando enfrentamientos.

¿Interesa a los militantes de la política que el español se libere de clichés? Ni siquiera en democracia, ni siquiera ante una situación de emergencia nacional somos capaces de adoptar perspectiva, acicateados por una maquinaria política y mediática que sólo ha encontrado la unidad de criterio en torno a la «Roja» o a Iniesta, un Cascorro contemporáneo utilizado banalmente para resucitar viejas glorias de furias imperiales. Es el signo de los tiempos. No tenemos arreglo.

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