La última pregunta

Manuel Valero

 

 

 

 

Me afano en desanudar el nudo de mi cuello
la trabazón que ahoga el grito y la pregunta
Apenas un siseo ininteligible
… un hilo de aire contenido y silbante
se filtra por la cuerda áspera
que maniata el corazón y la garganta
Ay de aquel que espere respuestas
sin dejarse la piel en la pregunta
A una verdad le sigue otra,
amiga vecinal de la mentira
y al cabo una respuesta es convenida
para aplacar a los iracundos inquirientes
Pero una respuesta suscita nuevo dilema
de otra pregunta, otra y otra y otra
hasta llegar a la última respuesta
armazón de la primera pregunta.
Vamos, paso a paso, amarrados al porqué
al porqué de todos los casos y las cosas
mientras olvidamos el quién,
el quién de los mismos casos y las mismas cosas.
Un sabio decía tener todas las respuestas
pero era infeliz hasta el extremo:
carecía de todas las preguntas.
Dice la sabiduría de los abuelos
que es la sabiduría del hombre viejo
que cada cual gasta en la feria lo que tiene
… y que la ve según le tintinea el bolsillo
es la condición humana desde antiguo
el egoísmo animal de los orígenes
en nada hemos cambiado salvo en la indumentaria
es preciso echar cadáveres al agua
para estar a salvo de los tiburones.
Luego llegaron hombres nuevos
que nos prometían la felicidad en cuatro leyes
y tradujeron lo común en lo suyo propio
con la coartada social de la justicia.
Me dijo la sabiduría de mi abuela
la mítica Casilda de mi vecina infancia
los hombres bueno no son viejos ni nuevos
son solo y precisamente eso: buenos.
¡¡Y son tan pocos!!

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