Todo por el pueblo, pero sin el pueblo (opinión)

Gustavo R. García. Responsable de Organización de UPyD en Castilla la Mancha.- El árbol es la crisis económica, pero las raíces que lo han hecho crecer provienen de la crisis política.

“Lo que hoy traemos aquí hay que hacerlo” que dijera el ministro de Hacienda tras las últimas medidas adoptadas por el Gobierno en julio (la subida del IVA entre otras, que contradice el Programa Electoral con el que el PP se presentó a las últimas elecciones) o “haré cualquier cosa aunque no me guste y haya dicho que no lo iba a hacer» que dijera Rajoy en mayo son un ejemplo de la falta de legitimidad democrática con la que dirigen nuestro país los líderes políticos.

El problema de nuestra crisis económica (la de España) no deriva sólo de la crisis económica mundial sino que subyace tras una crisis política previa donde se ha ninguneado la voluntad de los ciudadanos mostrada en las urnas y se ha actuado con absoluta falta de ética por parte de los representantes públicos.

Ya ocurrió con Zapatero en mayo de 2010 cuando tomó medidas radicalmente contrarias a las que prometía en su programa electoral dos años antes y vuelve a pasar ahora con Rajoy, aunque mucho más grave, ya que se contradijo por primera vez con sus promesas a la ciudadanía, por las que resultó elegido, poco más de un mes después de las elecciones generales al subir el IRPF. Nuestra crisis no es sólo económica, es política por la falta de ética y de responsabilidad de nuestros gobernantes. Se presentan a las elecciones personas que en campaña dicen una cosa y tras resultar elegidos hacen lo contrario de lo que prometían, y lo peor es que argumentan que “es lo que hay que hacer”, que “no se puede hacer otra cosa” o incluso que harán lo contrario de lo que prometieron por el bien del país.

Pretenden defender a los ciudadanos sin contar con su opinión. Si “es lo que hay que hacer” y “no se puede hacer otra cosa” fueran ciertos deberíamos desmontar el sistema democrático, ya que se sustentaría en la falsedad de que la soberanía reside en los ciudadanos. Ese mantra, a fuerza de repetirlo, quieren que se convierta en verdadero, cuando la esencia de la democracia es elegir.

Pero no, no es cierto, y lo que ocurre es que la soberanía popular ha sido secuestrada por un grupo de personas que la usan en contra de los ciudadanos que dicen representar. Y no, no es verdad por mucho que lo repitan que no se pueda hacer otra cosa. La democracia, repito, es elegir, y ahí está el ejemplo de Irlanda donde a pesar de las recomendaciones de la Troika tras su intervención se negaron por activa y por pasiva a subir los impuestos. O el ejemplo de Italia, donde Monti se plantea bajar los impuestos después de haber reducido la estructura del estado. O el ejemplo de Japón, donde el primer ministro Naoto Kan ha presentado su dimisión tras subir los impuestos y haberse presentado en campaña prometiendo que no lo haría.

En nuestro país hay una larga retahíla de cosas que se podrían hacer y no se hacen: supresión de las diputaciones provinciales, fusión de ayuntamientos, eliminación de las innumerables empresas y fundaciones públicas innecesarias, fin de las duplicidades entre administraciones, racionalización del Estado Autonómico, persecución con todos los medios necesarios del elevadísimo fraude fiscal… Nuestros últimos gobernantes (Zapatero y Rajoy) han decidido (y aquí está la clave) sacrificar a los ciudadanos imponiéndoles duros recortes en Sanidad, Educación y Asuntos Sociales a la vez que les expolian subiendo los impuestos por las nubes en lugar de sacrificar al becerro de oro que les da de comer.

Ha sido su elección pero que no nos mientan asegurándonos que no se puede hacer otra cosa. Nuestros gobernantes nos dirigen bajo el lema del despotismo ilustrado “todo por el pueblo pero sin el pueblo”. Nuestra obligación será recordarles quien ostenta la soberanía en este país.

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