Gabilondo abogó en la Escuela de Ciudadanos por recuperar al hombre como primera prioridad frente a un pensamiento dominante «que está loco»

Juanjo Díaz-Portales.- El periodista Iñaki Gabilondo inauguró el 30 octubre en Manzanares el V Curso de la Escuela de Ciudadanos que dirige su colega Román Orozco. Con la ponencia titulada «Rumbo al hombre» reflexionó sobre cómo el pensamiento dominante se ha impuesto y el poder ha pasado a ser de los acreedores, que han relegado como prioridad a unos ciudadanos a los que han convertido en consumidores.

Más de cuatrocientas personas abarrotaron el patio cubierto del Castillo de Pilas Bonas, donde fue necesario habilitar un salón anexo para seguir la charla por megafonía.

Gabilondo, que calificó a Román Orozco como «un símbolo de muchas cosas, al que la profesión reconoce entre los más grandes», se mostró impresionado por tan alta concurrencia a un acto «que convoca a la gente en torno a la ciudadanía, en medio de un tiempo de estupor que hace que la sociedad esté perdida y en busca de una senda».

Soy sincero
En un extraordinario ejercicio de lucidez compartida, el periodista vasco hizo gala de la honestidad e independencia que, como se dijo en su presentación, le han caracterizado en casi 50 años de profesión. «Son mis pensamientos y puedo estar equivocado, no quiero que me crean, pero sí quiero que crean que soy sincero», afirmó.

En opinión del ponente, «los ciudadanos han sido convertidos en consumidores» en una democracia en la que el ser humano y sus derechos eran el centro de la vida tras el «viento de nobleza» que surgió después de la II Guerra Mundial y que en el mundo capitalista derivó en el llamado «estado del bienestar» frente a la «competencia» del mundo comunista.

Con la caída del muro de Berlín la injusticia comienza a ganar terreno en detrimento de los derechos y perturba ese estado del bienestar. En consecuencia «el ciudadano es una diana a la que se busca su condición de consumidor, y para que tenga capacidad de consumir más inventamos el crédito».

Según Iñaki Gabilondo, ese juego, llevado a la patología, convierte a los ciudadanos «en dependientes atrapados en la tiranía del consumo, en prisioneros de la deuda».

Aventuras temerarias
La fecha clave de la actual situación la situó  Gabilondo en noviembre de 1999, cuando bajo el mandato de Bill Clinton en Estados Unidos queda abolida la ley de 1933 con la que el presidente Franklin Roosevelt -tras el crack del 29- impidió que se utilizara el dinero de los depósitos para invertir en bolsa y evitar que el dinero se desbocara.

Se volvía así a la situación de los años 20 del pasado siglo y los bancos utilizaron de nuevo todos sus fondos para la especulación gracias a esa desregulación del mercado financiero «que ha dado lugar a aventuras temerarias».

El pensamiento dominante en la actualidad -«que tiene la particularidad de estar loco porque el crecimiento perpetuo en un mundo limitado es una locura», según el periodista-, ha convertido la crisis en un haz de crisis que hace que notemos que el mundo que hemos conocido se nos va. «Nos prepararon para un mundo y ahora tenemos que trabajar en otro que no dominamos y tememos ser descubiertos», indicó.

La política, atrapada
Gabilondo dijo que el dinero se ha escapado de control y se ha convertido en un poder que algunos, «que surfean sobre esas olas», han aprovechado para sumergir a las democracias y dejar sin poder a nuestros verdaderos representantes.

A su juicio, «la política ha quedado atrapada» y los estupores que vivimos se deben a que quienes tienen que resolver nuestros problemas no pueden. «Si la política fuera capaz, debería reconstruir el pacto política-sociedad», sugirió antes de reconocer que aún estamos en el «minuto 5» de este partido en el que vemos la debilidad de una democracia «que se ha caricaturizado y convertido en poquita cosa».

Dios no existe

Durante una alocución de casi hora y media, en la que quedó patente su condición de gran comunicador, Iñaki Gabilondo dijo que pasan cosas que no tienen que ver con la ideología. «Es un problema de ojos abiertos o cerrados» ante realidades objetivas que se viven como consecuencia del pensamiento dominante.

La nacionalización de la banca de Estados Unidos tras la crisis de Lehman Brothers en 2008 cerró un capítulo de la historia de la humanidad. «Era como si el Papa dijera que Dios no existe», ejemplificó para resaltar lo inverosímil de aquella noticia tras la que se preguntó si entonces sería el momento de la política. Lejos de ser así, todo se amansó y volvió a la situación anterior.

Una estafa

«Llego a la conclusión de que esto es una estafa. Queda sin consecuencias la fragilidad de todo un sistema en el que todo cae, nadie va a la cárcel y se nos culpa a todos por vivir por encima de nuestras posibilidades cuando hemos vivido dentro de las posibilidades que nos brindaba nuestra sociedad, (…) hemos practicado el pecado que nos animaron a practicar», añadió Gabilondo.

Expuso a continuación que ahora todos tenemos que ayudar «a escote» a los bancos a resolver su problema, mientras el problema de los ciudadanos no lo resuelve nadie. Se vive una situación en la que no se sabe cuándo se abrirá el paracaídas. Se pone límite al déficit reformando la Constitución a toda velocidad, pero no se ponen límites, por ejemplo, al número de parados, denunció en la charla impartida en la Escuela de Ciudadanos.

El futuro está sin escribir

A pesar de encontrarnos «en el centro de un terremoto», el veterano periodista fue optimista «porque el tiempo de los hombres nos demuestra que no hay que angustiarse del todo porque las situaciones no son estables para siempre y el futuro está sin escribir».

También mostró su esperanza porque los jóvenes empiezan a moverse hacia otros paradigmas y señaló que el objetivo es recuperar al hombre como centro, donde no sólo se hable de dinero.

«Somos seres humanos con derechos y reclamamos nuestro derecho a participar. Te puedes desengañar, pero no hay que rendirse nunca», dijo a modo de conclusión antes de contestar a diferentes preguntas de un público que, en sillas, en el suelo, en pie, o en las escaleras, le tributó un caluroso aplauso.

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