Morada de reyes

Estanislao Z. Navas.- Corría el año de Nuestro Señor de mil doscientos setenta y cinco cuando, según cuentan, este edificio estuvo terminado. En ese mismo año fallecía el primogénito del Rey Sabio, el infante don Fernando. Había sido elegido este alcázar por Alfonso X como punto de partida de sus embajadores con destino a visitar al monarca francés San Luis para la petición de matrimonio de su hija con el fallecido primogénito, el cual, procedente de Burgos, se disponía a entablar la lucha contra los moros de Andalucía.

Así, pasó a ser el nuevo heredero su segundo hijo, don Sancho, conocido como “el Bravo”. El Infante, más tarde Sancho IV, segundogénito del Rey Sabio, al tener noticias de la enfermedad de su hermano, vino a Villa-Real, y en el Alcázar, con el apoyo del poderoso Señor de Vizcaya, don Lope Díaz de Haro, se presentó como heredero de la Corona de Castilla. Y aquí comenzó la rebelión del Infante don Sancho, contra su egregio padre, Alfonso el Sabio. Este Alcázar hallábase tan cercano a la muralla de la ciudad que pasaba esta a formar parte del recinto real.

Posteriormente, Alfonso XI, en su camino hacia Sevilla, detúvose también en Villa Real, y dio varias Cédulas relacionadas con este Palacio. Aquí recibió Alfonso XI los embajadores que el rey de Marruecos le envió en 1344, en reconocimiento de haberle devuelto las dos hijas que había cogido en la batalla de Tarifa. El mismo monarca, con ocasión de firmar una tregua con los moros, se dirige a Villa Real donde llegó el jueves santo, estando este día y el viernes. Ha sufrido los avatares del tiempo, en él se celebraron las Cortes de Castilla y León en el año 1346 que el Rey Justiciero reunió en el Alcázar Real de Villa Real, el máximo órgano de representación de las ciudades y la nobleza de Castilla y León, para elaborar el Ordenamiento de Villa Real, compilación de las Leyes de la Corona.

Ya en la época que la villa adoptó la denominación de ciudad, el rey Juan II en Abril de 1431, asistió a las consecuencias de un terremoto, que derribaría algunas almenas, agrietaría una pared de San Francisco e incluso propiciaría la caída de varias piedras de la Iglesia de San Pedro. Tras este hecho, el rey partiría hacia Granada quince días después. Estos hechos así lo reflejaron las crónicas: <en martes a 24 días del mes de Abril, quanto a la hora de vísperas, hizo un terremoto que cayeron algunas almenas del Alcázar e muchas tejas, e abrióse una pared en el Monasterio de San Francisco, e cayeron dos piedras de la bóveda de la Capilla de la Iglesia de San Pedro. El rey estaba durmiendo, e como sintió el terremoto, salió a muy gran priesa al patio del Alcázar e dende al campo>

El Alcázar formó parte de la dote que en 1455 entregó Enrique IV a su mujer, la Reina Doña Juana de Portugal, la cual, en una Real Cédula que se conserva en el Archivo Municipal, ordena al Corregidor Juan de Bobadilla, la construcción de una torre, aprovechando la madera y el ladrillo de las casas, que con este objeto le dió encargo de comprar y derribar. A este respecto discrepaba Delgado Merchán, que apuntaba: «…que, por el simple examen de lo que queda, no se puede ocultar que el llamado «torreón» ni lo es, ni a sido nunca, ni es otra cosa que un trozo de muralla en donde hay una puerta que ni aún puede decirse que fuera la principal del palacio. Además de esto, si doña Juana de Portugal, hubiese construido esta torre, habría puesto en ella sus armas y no las de Castilla y León, que aún puede descubrir cualquier persona que lo busque».

En el siglo XV, los ciudarrealeños se declararon partidarios de la Reina Isabel y después de una serie de incidencias, como el juramento que prestaron los Calatravos y los Magnates de la Ciudad, en la Iglesia de Santo Domingo, el Maestre de Calatrava, D. Rodrigo Téllez Girón se apoderó de Ciudad Real y se estableció en el Alcázar por sorpresa, desde cuya posición hizo grandes daños, costando no pequeño esfuerzo al desalojarle; los vecinos acudieron a los Reyes Católicos exponiendo la situación y estos enviaron al Conde de Cabra y a D. Rodrigo de Manrique, que consiguieron expulsar el Maestre.

Este hecho hizo entender a los Reyes Católicos –que también residieron en el Alcázar- la conveniencia de dar estos edificios a personas fieles que los custodiasen y defendiesen, e hizo de él donación a don Fernando de Cervera, natural de esta ciudad y aposentador de sus Altezas, por carta dada en Valladolid a 15 de Agosto de 1.475, con lo que entró en propiedad particular, y en ella siguen los restos en un solar o huerto perteneciente al Marqués de Villamediana.

Junto a la Historia, también surgió la leyenda; el Torreón del Alcázar es el título de una composición poética publicada en el año 1898 por D. Rafael López de Haro en su obra <Oretanas>, Leyendas Manchegas.

Ha sufrido 3 terremotos y 2 inundaciones, fue vendido en tiempos de los Reyes Católicos y restaurado en parte a finales del siglo XIX.

En 1956 gracias a la campaña de prensa de los Cronistas de la ciudad D. Emilio Bernabeu y D. Julián Alonso, y la decisión de D. José Lomas, apoyados por D. José María del Moral, Gobernador Civil, se logró salvar el Torreón de la ruina que le amenazaba.

Por lo que respecta a su edificación, el Alcázar estaba situado en la zona que se conoce actualmente como Ronda de la Mata, cerca del fragmento de muralla existente hoy, en la que el palacio se apoyaba. hoy en día solamente se conserva un arco que pertenecía a un torreón que formaba parte del acceso al edificio. Hoy se encuentra restaurado y aislado en una pequeña zona verde conocida como Torreón del Alcázar. Se trata de una puerta de arco apuntado, que aunque muy sencilla y restaurada, aún muestra algunas curiosidades, como por ejemplo las marcas que hacian los canteros medievales en algunos de los sillares a modo de firma. Las dovelas del arco tienen el frente liso y vertical. Su único adorno es un bocel cuyo saliente bordea el arco, próximo a la arista exterior del intradós.

Sobre los sillarejos pudieron estar tallados unos castillos y cabezas de leones, símbolos heráldicos de Alfonso X.

El arco no es estrecho, como era natural en el siglo XIII al que corresponde. Se halla asentado sobre fuertes y bajos machones laterales.

Así pues, Ciudad Real poseía un magnífico Alcázar, del que hoy sólo queda el arco de entrada a uno de sus torreones, y los túneles subterraneos y aljibes del castillo, descubiertos recientemente en las obras de construcción de un parking. De estos últimos nada quedará cuando se finalicen las obras del parking, actualmente sellados y sin que haya visos de continuación.

De todo lo dicho, cabe agradecer la información de autores tales como don Inocente hervás y Buendía, doña Isabel Pérez Varela, don José Golderos Vicario, entre otros.

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