Ecos disonantes de marzo, 8

Manuel Valero.- Era previsible tal y como está cargada de exceso eléctrico la dialéctica política en este país, esta región, esta provincia y esta capital. Lo que hasta ayer mismo era una celebración que al menos concitaba una educada unanimidad, alejada del trabucazo y el y tú más ha sido tomado por el partidismo más recalcitrante
Manuel Valero y el Dia Internacional de la Mujer que tiene la finalidad de seguir recordando que la igualdad absoluta aún no se ve con claridad en el horizonte, oscurecida por una inercia milenaria que las relega, aún, pese al gran trecho caminado, (que se suele ocultar inexplicablemente) y la interiorización social y definitiva de que hombre y mujer son lo mismo porque son personas, sirvió como coartada para la apropiación indebida de la lucha por la igualdad entre sexos y un motivo más, ya que no los hay, para que sobre todo PSOE y PP blandieran al aire de las conquistas sociales, el pendón mejor bordado.

Lo dicho. En este caso, el cansino, tedioso e insoportable, y tú más, se mutó por la oportunidad estratégica de los políticos profesionales, que no de la Política con mayúsculas, en un y yo más, es decir: yo (mi partido) hago más que tú (tu partido) para que las mujeres sean cada día más libres y más iguales. Como si no fuera asunto de sentido común.

Dos botones de muestra, en la Diputación, el discurso institucional provocó la espantada de los diputados populares porque lo consideraron un mitin socialista, y en Tomelloso, la aspirante Carme Chacón, espetó a los cuatro vientos que el PP denigra a la mujer (y a los hombres, ¿no?) con su política de austeridad monacal y los recortes resultantes, y vuelve a discriminarlas como en los viejos-malos tiempos. Como las palabras de Chacón son libremente interpetables, allá cada lector (a), elector(a), y ciudadano (a) con su feliz coincidencia o su frontal desacuerdo. Pero desmotiva un poco que un asunto tan complejo, y a la vez tan simple, tan lleno de historia -desde Ipatia a las camiseras fallecidas en el incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York, pasando por celebrados nombres de sufragistas, dirigentes políticas, científicas, etc,- como es el largo camino desde la cosificación hasta el protagonismo en igualdad de oportunidades sin ambages, se haya simplificado de una forma tan burda. Lo que el mundo celebró el pasado 8 de Marzo, fue el Dia Internacional de la Mujer, proclamado tardiamente en 1977.

A nadie se le oculta, por eso, que la mujer no es lo mismo, o la misma, en un país que en otro, y que junto a la persistente esclavitud bajo el manto religioso o cultural, conviven congéneres que pueden presumir de estar a punto de tocar la igualdad absoluta, ralentizada unicamente por tics que aún sobreviven en la cotidianeidad diaria de la convivencia, pero que van felizmente remitiendo.

En España estamos a años luz de hace tan sólo 50 años, por redondear la media centuria, cuando la mujer, no era sino el adorno que el hombre llevaba del brazo a la verbena o a misa, y no podía estampar ni siquiera su firma para la más nimia operación bancaria, por ejemplo. En cuanto a la sexualidad, asunto esencial por el que se mide la calidad de la emancipación femenina, hoy, cualquier mujer puede libremente, si quiere, encamarse con quien le dé la real gana, sin caer en una conducta social punible.

Hay otro asunto que suele confundir porque se repite como un mantra: que la mujer cobra el 20 por ciento menos que los hombres. Y para hacerlo más sangrante, se añade la precisión agravante de que tal discriminación constitucional se produce con el mismo trabajo, la misma categoría o cualificación profesional, las mismas horas. Un día se lo pregunté a un alto dirigente sindical de la provincia. Y, efectivamente, me ratificó que eso no era exactamente así, sino que se bajaran muchas variables, presencia en puestos directivos, permisos de maternidad tomados mayoritariamente por mujeres, contratación parcial femenina, etc. Coligió que si después de 40 años de Constitución en este país se siguiera produciendo el dislate de esa intolerable diferencia laboral por el hecho de tener o no, badajo, como creen muchos ciudadanos, los sindicatos, tan potentes y poderosos, tendrían una gran parte de responsabilidad por permitir ese atropello durante décadas. Con el añadido que cuanto más se repetía mediando marzo, más incurrían paradójicamente en esa dejadez inexplicable que bien habría justificado con mucho una huelga general estrictamente sindical de éxito garantizado. Por no hablar de la Ispección de trabajo por mantener vivo tamaño disparate social y laboral que conculca el artículo 14 de la Carta Magna.

Otro aspecto del día 8 de Marzo es que siempre que se celebra y uno hace una incursión por los medios y las redes sociales, pareciera que seguimos actualmente en el mismo punto en el que lo dejó el régimen de Franco. La propia María Dolores de Cospedal en unas declaraciones poco afortunadas por simplicísimas y tópicas, declaró en pleno 2013, que son ellas las que concilian mientras ellos se van al fútbol, o que llegado el 8 de marzo, somos nosotros quienes bajamos la basura para hacerlas un regalo. Y en las redes, un texto de los muchos que pululan: No me regales flores, regálame derechos. Uno lee esto y mira a su alrededor y a su alrededor no ve mujeres sin derechos, sino afortunadamente mujeres iguales… en derechos. Y observa a las parejas de jóvenes y constata la afortunada presencia de nuevos roles en una sociedad en la que una mujer puede caminar por la calle con su maternidad soltera sin que la lapiden los vecinos.

De modo que un año más, el Dia Internacional de la Mujer ha transcurrido con esos gramos de demagogia y de mensajes inexactos, y en esta edición pasada en medio de la refriega política e ideológica. Uno echa en falta que cuando toca cada año, las mujeres que gozan de un buen status en su país de origen, como España, se unan en un solo frente con las mujeres de otros países avanzados en derechos, para reclamar la igualdad en partes del globo en los que las mujeres siguen valiendo lo que un perro. El apellido del día, INTERNACIONAL, obliga a ello, más la interpretación provinciana, o la carrera concursal de apoderarse de las medallas de algo que está abocado con el tiempo a asentarse con irremediable inevitabilidad : que hombres y mujeres, y niños, y niñas, y ancianos, y ancianas, y cualquier ser humano es igual en sus derechos, sólo diferenciados en su singularidad personal, su propia capacidad, sus propios retos en un marco jurídico definitivamente libre de cualquier secuela discriminatoria. Esto no es política: es evolución humana. Simplemente.

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