Mejorando la calidad

MiguelAngellopezEl negocio de la educación española está de enhorabuena. El viernes 17 de mayo de 2013 el Consejo de Ministros del PP ha aprobado la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), la enésima ley educativa de la vigente etapa democrática que, salvo modificación profunda en el trámite parlamentario -nada previsible-, supondrá una utilización mercantilista de la educación pública y/o subvencionada, una ruptura de la frágil igualdad de oportunidades hasta ahora existente, un ataque sin precedentes a la libertad de conciencia y una burla de uno de los pilares de un Estado Social y Democrático de Derecho al promover una ley contra la Comunidad Educativa del ámbito público, contra el dictamen del Consejo de Estado y contra la sentencia del Tribunal Supremo sobre la financiación de centros que promueven la separación del alumnado por motivos de sexo. El único ministro de Educación que intentó de forma denodada un acuerdo de Estado sobre Educación, tan necesario para el futuro de España, fue Ángel Gabilondo, catedrático y ex–Rector de la Universidad Autónoma de Madrid. Por supuesto, en 2009 Rodríguez Zapatero tenía ya calculado su fracaso y lo que podría amortizarse su noble intento.

¿Se puede aplicar una ley orgánica de educación con la oposición explícita del sector público al que se va a aplicar? ¿Qué ocurriría, como sugiere Federico Mayor Zaragoza, si ese sector hiciera la misma objeción de conciencia que el sector concertado y algunos iluminados padres en la Educación Pública hicieron a un área como Educación para la Ciudadanía, manipulada hasta la saciedad por el poder clerical y sus coros, un área que promovía los valores cívicos, éticos, constitucionales y de defensa de los Derechos Humanos recomendados por la Unión Europea, impartida por funcionarios seleccionados según criterios de mérito y capacidad y que contaba con el respaldo de la tradición de la filosofía y de la historia occidentales?

Con todo, lo peor de esta ley es que termina por hacer buenos a pusilánimes como el ex-Ministro de Educación José María Maravall, promotor de la base legal de la que disfruta la Escuela Concertada a través de la Ley Orgánica del Derecho a la Educación, una ley creada ante la presión de las movilizaciones clericales locales (Conferencia Episcopal, medios de comunicación afines, nuevos movimientos de apostolado, etc.) y ante el nuevo rumbo reaccionario que los integristas Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger imprimieron a la Iglesia católica desde Roma. También convierte en bienintencionado al ex-Ministro de Educación Alfredo Pérez Rubalcaba cuando habla, como líder de la Oposición, de “revisar el Concordato con el Vaticano si se mantiene la reforma educativa”. Admitiendo “Concordato” como término coloquial para referirse a los Acuerdos de 1976 y 1979 y olvidando que este señor protegió los intereses de la Iglesia católica durante su mandato, toda “revisión” sólo contribuiría a reforzar el criptoconfesionalismo legal en el que nos movemos. O se denuncia esa instancia supralegal que son los Acuerdos con la Santa Sede vigentes, a la luz de los cuales se interpreta la normativa jurídica española que le afecta, o continuaremos rehenes de una llamada “transición a la democracia” opaca y ajena a un proceso constituyente real y efectivo, donde la voluntad de los españoles se manifiesta por medio de instancias transparentes, plurales y protectoras del bien común y donde la “cuestión religiosa” se lee en clave de pluralismo de convicciones y de igualdad jurídica negativa.

En definitiva, la LOMCE es una ley que mejora la calidad, la calidad explotadora de las élites productivas y financieras españolas y la calidad del beneficio económico e ideológico de las empresas católicas del ramo educativo. De hecho, la calidad no se mejora segregando al alumnado y haciendo que la nota de Religión Católica, como la de Matemáticas, Lengua, Historia o Naturales cuente para la media o para el acceso a becas. La religión no es ni una instancia separada de la cultura occidental, ni una realidad paralela; por tanto, no requiere de una perspectiva confesional y evangelizadora que la promueva en la educación reglada y que la financie con el dinero de todos los contribuyentes. Y que nadie se lleve a engaño: si la LOMCE se saca adelante es porque el marco legal en el que nos movemos lo permite, el mismo que fue urdido por el tardofranquismo y por una oposición irresponsable en la llamada “transición a la democracia”.

Cartas desde Laos
Miguel Ángel López Muñoz

@DesdeLaos

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4 COMENTARIOS

  1. La LOMCE es retrógrada. No puede ser que en el 2013 estemos premiando la segregación de sexos. Que la religión sea igual de importante que las Matemáticas o que la Historia, y mucho más que la Filosofía, que casi la eliminan del sistema educativo.
    Tengo mucho respeto por las cuestiones que tienen que ver con la religión, pero entiendo que su lugar debe ser el ámbito privado, no el público.
    Tampoco es entendible que no se haya intentado llegar a un acuerdo de mínimos en algo, no importante, sino fundamental como es el sistema educativo.
    No me gusta nada la LOMCE. Mi consuelo es que si hay alternancia, en el poder la eliminarán. Y mi desconsuelo es que la nueva que surja se hará también sin ningún tipo de consenso.
    Un saludo.

    • Gracias por tu comentario, compañero. Suenan tambores del fin de esta alternancia alfonsina remozada que padecemos. Aunque eso es cosa de todos y no caerá del cielo. También podemos invertir a Gramsci: frente al pesimismo de la voluntad, el optimismo de la razón y de la palabra. Mi palabra de hoy la dirijo hacia la LOMCE, hacia quienes la crean y hacia quienes la albergan.
      Un cordial saludo

  2. A mi, Miguel Angel, me pasa un poco salvando las distancias los que a Chesterton, Dostoievski, Sábato o Francis Collins, el descubridor del genoma humano. He vuelto de la otra orilla a una creencia religiosa natural, sin aspavientos, fruto de un lento viaje de madurez, quizá tratando de solapar con un absurdo liviano -Dios-, otro más pesado e incomprensible, la Nada, y de entender que hace 2000 años vino por este mundo un tipo que partió la Historia en dos y creó una moral y unas pautas para superar las cadenas de la condición humanas que aun hoy siguen siendo de «actualidad». Pero a la vez no me molesta un Estado laico, ni instituciones laicas, ni escuelas laicas… porque nos guste o no sociológicamente la religión está en la calle de donde no se puede decretar su invisibilidad salvo con policia a lo Truffaut y su Fahrenheit. Y está en el electorado… llave maestra del gran enigma y razón por la cual y no se escapa, laicos confesos hoy eran ayer los primeros mea pilas. Pero bueno, pasa también con la República y la tristeza de constatar que no seamos capaces de hacer una buena ley de educación que haga ciudadanos formados, criticos y libres… de creer o no, incluso, si su propio criterio lo lleva a eso. Un saludo.

    • Me alegro de leerte de nuevo en Laos, Manuel. Es curioso como tanto José Manuel como tú habláis de religión, de su respeto por ella y de tu vuelta a ella avalada por insignes personajes, respectivamente. ¿Por qué tanta necesidad de aclarar que no sois antirreligiosos para luego, a continuación, defender el Estado laico? ¡Cuánto daño ha hecho en personas cultas e inteligentes como vosotros las manipulaciones lingüísticas del poder clerical! El laicismo nada tiene que ver con la religión, sino con las condiciones jurídicas del ejercicio efectivo de la libertad de conciencia en el ámbito de sociedades plurales y democráticas. Coincidimos en todo o casi en todo, pero la prevención, ‘no ser que alguien piense no sé muy bien qué’, suele anteceder vuestras afirmaciones sobre el laicismo.
      Por lo demás, te sugiero Manuel -discúlpame la autorreferencia-, la lectura del artículo «¿Privacidad o clandestinidad?» (http://www.miciudadreal.es/2013/05/12/privacidad-o-clandestinidad/), donde hablo de la distinción entre privado, público y clandestino a propósito de algún caso de confesionalismo político reciente.
      Un abrazo para ambos.

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