¡Scccchhhhiiiiii! Silencio. Va a dar comienzo la función

Andaba cavilando sobre qué iba a escribir esta semana y he recordado el lamentable suceso ocurrido hace unos días en el Teatro Calderón de Valladolid mientras se estaba representando la obra teatral “A cielo abierto”, interpretada por Josep María Pou y Nathalie Poza.Clarisa Leal Después de sonar insistentemente y varias veces uno de los móviles de uno de los espectadores (o de varios, para el caso es lo mismo), el actor paralizó la actuación y dijo: «deben ser más conscientes de que este tipo de actividades requieren un respeto y que es necesario estar un poco atentos». A raíz de esta decisión han surgido multitud de voces a favor y en contra de la actitud del actor. Él mismo ha escrito un artículo sobre la utilización de los dispositivos móviles en las salas, pidiendo fervorosamente respeto y que si alguien es incapaz de prescindir de él… mejor no vaya al teatro.

butacasYo soy carne de escenario y de patio de butacas, arte y parte de espectáculos como integrante de compañías y emocionada espectadora cuando voy a disfrutar del trabajo de otros y no puedo hacer más que posicionarme, claramente, en el bando de los que se indignan ante hechos como estos.  No entiendo que, después de oír una grabación en la que se recuerda que deben apagar sus móviles segundos antes de comenzar la actuación, la gente no se lance a sus bolsos y bolsillos para, como mínimo, ponerlos en “modo avión” (el “modo reunión” no sirve… las vibraciones también se oyen y molestan a los que están al lado atentos al transcurso de los acontecimientos). Ahora se utiliza mucho la excusa de que no se apagan por si hay una urgencia pero, hace unos años ¿qué pasaba?, ¿no íbamos al teatro por si acaso uno de nuestros hijos se caía del sofá rebotaba y, dándose con el pico de la mesilla de enfrente de la tele, se hacía una brecha que seguramente debía ser tratada con unos cuantos puntos de sutura en urgencias? Pues no… íbamos al teatro y, durante hora y media o dos horas, disfrutábamos de ese tiempo y, al volver a casa, nos encontrábamos con el “pastel” que seguramente la abuela, que es muy lista y experimentada, ya había solucionado.

Y es que no sólo existe un problema con estos modernos aparatos que, por modernos y complicados, a veces no sabemos ni apagarlos ni encenderlos. Me pregunto: ¿a alguien se le ocurre entrar a un quirófano y ponerse a comentar las mejores jugadas del neurocirujano, concentrado e intentando solucionar el problema de un paciente que anda con la cabeza abierta? Entonces por qué sí lo hacemos con nuestra vecina mientras los actores realizan su trabajo encima del escenario. ¿Veríamos lógico entrar a la escena de un crimen en la que la policía científica está recabando huellas y otros indicios para encontrar al asesino tomando nuestras propias muestras? Entonces por qué, en el instante mismo en el que se abre telón y se apagan luces, comenzamos a hacer fotos y a grabar vídeos como posesos. Ya sé que queda muy bien subir luego ese material a las redes sociales para demostrar al mundo que somos un poco más cultos pero, existe el derecho a la imagen, y no todos son famosos de medio pelo que buscan cualquier instantánea para aparecer en los medios. Pídele una foto al panadero del barrio mientras trabaja, a ver qué te dice… ¿Es tan imprescindible llevar alimentos “ronchadores” y comérselos cuando más atención requiere la representación? Es más… ¿es imprescindible comer en un teatro cuando luego tienes todo el tiempo del mundo para hacerlo? Cuánto mal han hecho los toros o las palomitas en el cine… pero es que no tienen nada que ver con el espectáculo teatral, a dios gracias… y, por último, ¿qué pasaría si, después de coger turno en la pescadería, te vas a realizar el resto de la compra y ya, de paso, te tomas una buena merienda perdiendo la vez unos cuántos números? Dudo que el resto de la fila que ya está cansada de esperar y que tiene mil cosas por hacer, fuese tan permisiva como para dejar pasar al “olvidadizo”. Entonces por qué al teatro no se va con el tiempo suficiente para acomodarse en la butaca asignada y, una vez ha comenzado, evitar pasar molestando a toda la fila y captando una atención injusta y desmerecida.

Se salvan muchos teatros que adoptan políticas muy claras al respecto y que, en las entradas, ya dejan despejadas ciertas cuestiones de las habladas. Pero sigue faltando mucho cultura y respeto teatral.  Yo, como Pou, también pido que si no somos capaces de aguantarnos las ganas, de estar sentados y quietos durante un par de horas en una butaca viendo el trabajo  que tanto ha costado llevar a cabo a un grupo de profesionales como son los del mundo artístico, mejor nos quedamos en casa y enchufamos algún canal de televisión, de esos que tanto se llevan y en los que todo vale. No nos pedirán respeto porque ni ellos mismos se lo tienen. Pero si nuestra idea es ir al teatro… ¡Scccchhhhiiiiii! Silencio. Va a dar comienzo la función.

Clarisa Leal

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9 COMENTARIOS

  1. Sí Clarisa, existen tres especímenes de expectadores que van a los teatros, cines o conciertos.
    1º Los que siempre llegan tarde.
    2º Aquellos que llegan tarde suelen tener las entradas en el centro de la fila, con lo que la levantada ha de ser general.
    3º Los que utilizan aparatos sonoros, tales como los móviles a los que te refieres…..pero también las gargantas y es que no falla, en los descansos no tose nadie….en cuanto se levanta el telón….a toser se ha dicho y eso sí…a plano pulmón.Y los que utilizan las palmas a destiempo.
    Enfín, todo se andará….Un saludo.

  2. No son sólo los móviles ni las chuches ni el parloteo. Aunque prescindan de todo eso, siempre emitirán ruidos molestos. Yo llegué a preguntarme por qué siempre existe como ruido de fondo en el patio de butacas y anfiteatros un coro de impertinentes carraspeos y ruidos guturales variados. La respuesta es obvia: tienen horror al vacío y tratan de llenarlo con sus asquerosos ruiditos, porque lo que les ofrece el escenario no les provoca interés alguno. Así de simple.

    • Una vez se hizo un estudio con el humo que se utiliza para algunas representaciones. La gente por inercia comenzaba a toser aunque ese tipo de humo no lo provocase. Igual pasa con los resfriados…. uno carraspea y les sigue el resto. Y ya se comienza con la sinfonía del caramelo (abre el bolso, busca el caramelo, quítale el papel y estrújalo cuantas veces haga falta). Ainssss… alter ego…. me parece genial que no les importe lo que están viendo pero… ¿por qué van?

  3. Una vez se hizo un estudio con el humo que se utiliza para algunas representaciones. La gente por inercia comenzaba a toser aunque ese tipo de humo no lo provocase. Igual pasa con los resfriados…. uno carraspea y les sigue el resto. Y ya se comienza con la sinfonía del caramelo (abre el bolso, busca el caramelo, quítale el papel y estrújalo cuantas veces haga falta). Ainssss… alter ego…. me parece genial que no les importe lo que están viendo pero… ¿por qué van?

  4. Clarisa, que he rescatado un artículo que escribí en El Día hace cuatro años. Fue a consecuencia de un concierto en el Quijano. Aquello fue…la pera. El director, en un momento, tuvo que pedir, silencio. Ahí va.

    Apaguen las gargantas.
    Desde que los móviles se han convertido en compañeros de viaje aunque el viaje consista en ir a un lugar donde no pueden ser utilizados como en el caso de espectáculos musicales, una voz en off siempre nos recuerda de manera muy amable que apaguemos nuestros teléfonos móviles. La cosa va teniendo aceptación aunque siempre hay algún “sordo@” que no se entera. Lo que todavía no se ruega aún es que se apaguen las gargantas, vamos que se priven de utilizar las toses y las charlas. Porque asistimos un día, otro y otro en esa extensa programación musical que ofrece por estos días nuestro Teatro Quijano capitalino a un desagradable concierto alternativo de gargantas una vez comenzado el espectáculo, sobre todo si es musical, que se suma de manera discordante al coro y a la orquesta titular y aquello es una pena. El problema es que estos barítonos y sopranos que están sentados en el patio de butacas no han ensayado lo suficiente y desafinan cosa fina. Eso sí cuando hay un paréntesis entre movimiento y movimiento en los que hay alguno@s, ya muy pocos, que no se han enterado todavía que no deben aplaudir, estas gargantas misteriosamente callan también esperando que dé comienzo el siguiente para seguir interpretándolo también a su manera. La verdad es que no todo@s “cantan” igual; la extensa gama de charlas y toses va desde los recitativos, los que se ponen a dialogar ajenos a la partitura, hasta los que se explayan en sus solos de garganta a boca abierta queriendo demostrar que sus toses llenan el espacio como nadie, pasando por lo@s que tosen con sordina, con moderación, frenando el tono lo cual demuestra al menos cierto grado de sensibilidad.
    Sin ir más lejos en el tiempo, el pasado día ocho, en un concierto que ofreció la orquesta Verum, concierto patrocinado por nuestra Caja Rural con el aforo lleno, el patio se encontraba muy nutrido de “cantores”. Y es que no hubo un solo momento en que el patio de butacas permaneciera en silencio. Todos sabemos que toser es algo reflejo pero para eso existen las manos, los pañuelos, la sensibilidad y otras sordinas, para intentar frenar el cante. Lo que si podríamos controlar más fácilmente son los recitativos y abstenernos de hacerlos porque tampoco están en el programa.
    Pero como servidor no pretende pasar por un tío demasiado serio les contaré un sucedido de hace tiempo en un teatro de Madrid durante la representación de Nabucco. Cantando el coro del tercer acto, el famoso “Va Pansiero” dos espectadores recitaban su dúo particular en el patio de butacas; cuando el coro en el escenario atacaba sus últimas notas, las más exigentes, los dos charlatanes elevaron así mismo el tono para poderse oír y enfrascados en el acalorado diálogo, cada vez más ajenos al coro de la ópera, siguieron con el suyo. Callados ya los esclavos, entonces se pudo oír desde la última fila un fuerte y nítido lamento. …¡¡¡y no me la pude tirar!!!…La frase, obviamente no formaba parte de esa ópera y sonó, digamos que como algo muy extraño. Para qué contarles nada. Lo dicho, desde estas líneas insinúo la necesidad de modificar en parte el texto del aviso a dar antes de comenzar el espectáculo: Señores espectadores, hagan el favor de apagar sus teléfonos y sus gargantas móviles. Muchas gracias.

    • Muy bueno y muy explicativo 🙂 Este texto lo escribiste hace siete años y mantiene toda la frescura y la verdad del momento actual. Creo que hay más esperanza en la vida después de la muerte que en la que ponemos en los futuros espectadores. La gente sigue tosiendo, hablando, levantándose, contestando al móvil. Nada ha cambiado. Sólo unas normas estrictas y una gente contratada en sala (como hacen algunos teatros) podrían mejorar en parte esta situación. Eso de… «El Teatro es del pueblo y para el pueblo» nos lo hemos tomado demasiado al pie de la letra…jejejejje.

      Gracias por rescatar el texto! A ver si hay suerte y a la gente le da por leer los comentarios y se/nos aplica/mos el cuento.

      Un abrazo

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