El detective íntimo. Capítulo 19

Así que Rémulo esperó a que Pericón estuviera de espaldas a él mostrándole los prodigios de la naturaleza para asestarle un golpe mortal en la cabeza que casi le incrusta la boina en la masa encefálica. El pobre muchacho cayó de bruces, muerto en el acto, por la violencia del impacto.
El detective íntimo
Rémulo lo cargó sobre sus hombros con cuidado y lo llevó hasta otro lugar. En caso de ser descubierto no tendría más que decir que lo llevaba al pueblo malherido por una desgraciada caída y si nadie en los alrededores se percataba de lo que había ocurrido, que era lo que el tabernero deseaba con vehemencia, lo dejaría al fondo de un terraplén colocado de tal manera que pareciera un resbalón mortal. Estaba en ello cuando fue sorprendido por un pastor. Rémulo acababa de descargar al pobre Pericón a quien había dejado en el suelo como un fardo cuando apareció el intruso. Después de los primeros balbuceos, Rémulo le pidió que se acercara para ayudarle a llevar al fiambre al pueblo, y cuando el inocente pastor atendió el ruego del tabernero, éste sufrió la misma suerte que el muchacho que yacía en el suelo con la cabeza abierta.

-Madre mía, esto no puede ser cierto -silbó Román Paracuellos

-Ya ves qué laberíntica y oscura es a veces la condición humana y sobre todo cuando hay dinero, mucho dinero de por medio- respondió Lorena.

-.Bueno, la gente puede hacer tonterías por dinero, no sé, un aeropuerto, una urbanización fantasma en medio del campo pero dar matarile a la gente, hay que estar loco además de ser un ansia, Lorenita.

-No estás demasiado desencaminado, amor, el pollo del tabernero era un tipo de mucho cuidado, violento, insatisfecho y por lo que tengo entendido un obseso sexual que no podía estar sin meterla en caliente más de dos horas… Pero no es el caso…

-¿Qué pasó después?

-El monstruo del Gallo Ponedor, una vez despachado el pastor curioso, lo cargó también sobre su robusta espalñda y lo llevó hasta el gigantesco socavón de una mina abandonada a cielo abierto. Allí le ató una bolsa de piedras a los pies haciendo girones de la camisa del difunto y lo lanzó al agua desde uno de los taludes que parecía la costa de un insólito mar confinado.

-O sea, a Pericón lo mata de un golpe en la cabeza con una piedra, y se lo lleva lejos de lo que se supone es un filón de diamantes o lo que sea, para que cuando se dé la noticia de la aparición del cadáver no quedase expuesta a la vista de todo el mundo la veta milagrosa. Cuando está en ello, llega un pastor cuiroso, descubre el pastel y acaba en el fondo de una balsa de otra vieja mina abandonada de carbón a cielo abierto…

-Correcto, mon amour, veo que no pierdes detalle, seguro que has visto Juego de Tronos sin despistarte un momento… ¿Y cuál sería la continuación lógica del relato?

-Antes quiero que me jures que todo lo que me estás contando es verdad.

-Como que son las nueve de la mañana, yo me tengo que ir a trabajar, tú tienes que regresar a Madrid y si vienes esta noche y te portas bien, haremos el numerito del teléfono…

-Mmmmm, gustar mucho, a Falete Aullador -bromeó.

-¿Falete? ¿No te llamas Román?

-De falo…

Lorena no se rió. Ni una nanosonrisa. Le pareció tan malo el chiste que lo apremió a que terminara su deducción, mientras llamaba al camarero…

-Sigue, pues…

-Bueno -especuló Román- yo creo que después de que el pelirrojo asesino ése despachara a los dos pobrecillos, regresó al lugar de las piedras, lo examinó con detalle y pese a su absoluto desconocimiento de geología y esas cosas, detectó que las piedras no eran cuarcitas, ni cristales, sino diamantes, que nadie antes asombrosamente se había dado cuenta. Asi que tomó buena nota visual, observó los alrededores para buscar referencias que le sirvieran de balizas para volver sin temor a perderse, cogió un buen puñado de piedras y regresó al pueblo. El mismo se encargó de ir al cuartalillo al dia siguiente para denunciar que había visto un cuerpo en el fondo de un barranco mientras paseaba por la zona… Dicho lo cual, la policia que no sospechó del locuaz tabernero, se dirigió donde le había indicado, comprobaron e identificaron el cadáver y dedujeron que el pobre Pericón tan montaraz, tan inocente, tan especial habría resbalado y se había caído, golpeándose la cabeza. Punto y final…

-Premio gordo- Le dijo Lorena dándole un inocente beso de despedida en los labios- Ciao, me voy al curro, esta noche nos vemos. Te espero en casa…

Mientras se alejaba, el detective íntimo se fijó en las corvas de sus piernas, en el culo moldeado casi a la perfección que se dibujaba bajo una estrecha falda y un movimiento de caderas que enloquecían a los conductores que circulaban por el asfalto casi a su paso debido al semáforo vigilante.

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