Villa Real: del Topos y del Logos (I)

José RiveroLa ordenación de la Villa Real que nos propone, consecuentemente, Joseph Díaz Jurado está atravesada y recorrida por la idealidad abstracta de un Orden Imposible. Un Orden que emana de las estrellas y que está escrito en los astros, y a ellos apunta y de ellos se nutre; como si todo fuera Logos y muy poco fuera Topos. Atraído de una halagüeño impulso se dio a reconocer la bondad del sitio, reflexionando docto según su astrología y reglas matemáticas, en lo favorable que prometía aquel hermoso país…Dióla de circuito tres largos cuartos de legua en disposición bizarramente proporcionada”.

Proporción Aurea  y Orden Astral que se prolonga en la disposición no casual de Puertas y Entradas; que dialogan y contienden en coloquio amable con  los puntos cardinales. Toledo al Norte, Mata al Levante…y a partir de aquí surgen ciertas dificultades para proseguir el relato fundacional: “La cuarta recibe los rayos del Sol a  mediodía como despidiéndose de él por verse inclinada al Oriente… La quinta, que por abrirse desde esta Villa Real camino para Sevilla y mirar a Alarcos, tiene por objeto a Occidente…La sexta, que cae al septentrión”. Tres ejes temáticos pues, más que físicos, el “impulso halagüeño”, “la bondad del sitio” y la “Docta reflexión”, componen la estructura ternaria del relato que detecta y traba el Topos con el Logos –y en segundo y tercer lugar–    para agregarle uno primero, en forma de impulso mental, premonición intelectiva o barrunto del gusto, como acto de voluntad y gesto de dominio.

villarreal01¿Pero qué es la Voluntad en el Espacio, sino el Uno o el Otro? ‘Carácter o destino’en palabras de Sánchez Ferlosio. La idealidad del Orden Imposible en la traza de la cerca o pieza amurallada fundacional, no impide al clérigo laborioso proseguir en su empeño pormenorizado y en su relato paciente. “La disposición de las calles da a entender ser idea del mayor talento pues, anchurosas y rectas, dividen la ciudad toda (con distinciòn primorosamente fácil) en cuarteles diversamente formados; con la especialidad de correr rectas las seis calles principales desde sus correspectivas puertas hasta la plaza”.

La pretensión de Díaz Jurado es la de contar y leer con un óvalo geométrico y orientado, provisto de un centro preciso y definido por esas trazas rectas, que arrancando de las seis Puertas Principales (Ciruela y Carmen no son tenidas en cuenta, al ser actuaciones más modernas que no alteraron el gesto fundacional y la profundidad de la estructura trazada) para definir su convergencia en el corazón del recinto.villarreal03

Corazón que reproduce, homotéticamente, la idea de la cerca o muralla en el interior del callejero defendido y de los predios protegidos por el murallón. Esta visión alterada del recinto amurallado tendría dos plasmaciones ideales, una antes de la descripción y otra posterior a ella. La piedra armera del siglo XVI nos ofrece ya de antemano, un recinto ideal de forma octogonal, con una longitud Norte-Sur superior a su perpendicular Este-Oeste y con un gran vacío (homotético al vacío fundacional de la muralla) en su centro, que compone el emblema del poder real y el asiento mayúsculo del trono. Vacío que contrasta con la densidad del caserío que ocupa y aún colmata el espacio resultante intermedio, como un reflejo de su carácter diferenciador y emergente y como un sobrante del exceso fundacional de mano regia.

villarreal02La permanencia de la visión labrada de la piedra armera, se ha prolongado a diferentes escudos de la ciudad en los primeros 50 años del siglo pasado con desigual fortuna. (El escudo del libro citado de Portuondo, es un hexágono, casi ideal, con el rey Alfonso bajo arco cumplido. En los años 50 el escudo usado por el Ayuntamiento y por el Instituto de Estudios Manchegos, descubre un pentágono irregular  interior y una envolvente confusa de torreones y murallas). La otra visión idealizada y posterior al relato, es el plano rectificado y alterado que compone a mediados del siglo XIX Joaquín Gómez, con ‘escala de varas castellanas’, lo que da fe de la pretensión de la verosimilitud del artífice, aún cuando la forma escape de su realidad y se aproxime al invento. El  perímetro de la cerca defensiva se aproxima, definitivamente, a una figura geométrica unitaria, ya elipse, ya óvalo, con unas dimensiones aproximadas en sus ejes de 2.000 varas de Norte a Sur y de 1.330 de Este a Oeste, y un perímetro de 5.400 varas. Medidas todas ellas, próximas a las propocionadas por otros autores sobre una base real (Los “tres largos cuartos de legua” de Díaz Jurado se aproximan a los 4.500 metros que vienen a ser 5.382 varas. Los datos de Madoz, establecen también un perímetro de 5.152 varas y una cuerda Norte-Sur de 2.004 varas. Delgado Merchán acerca el perímetro a 5.452 varas, medida casi idéntica a la que se puede extraer del plano de Gómez. Valverde y Álvarez establece un perímetro de 4.500 metros, equivalente a 5.382,77 varas).

Esta decisión apócrifa del historiador del XIX, ha llevado a mantener la insistencia perdurable en muchos autores, de la forma inventada o alterada sustancialmente, para leer la cerca como un Destino Ineludible de la ciudad así nacida. Hosta establece el perímetro de la cerca, como una circunferencia [perfecta, si es posible o más posible aún] de 5.152 varas. Para Sánchez Lillo: “El recinto maurallado de Ciuda Real nunca ha variado su origen. Y, teniendo en cuenta que el plano lo formaba una elipse casi perfecta hasta tanto que su perímetro no se abrió por alguno de sus puntos…”. De igual forma Félix Pillet nos relata su coincidencia en estas geometrías difusas. “El plano de la ciudad, diseñado por el propio monarca, adoptará la forma de una elipse, cuyo centro, la Plaza Mayor, sería el punto de unión de las radiales organizadoras del núcleo”. Envolvente elíptica, estructura viaria radial y centralidad de la Plaza Mayor que lleva a afirmaciones parecidas a las siguientes. “De esta manera aparece un plano radioconcéntrico perfectamente organizado, ya que incluso las calles secundarias no surgieorn espontaneamente, sino siguiendo un trazado ordenado de antemano”. Esta misma afirmación, aunque más matizada, es expuesta por Villegas Díaz. “El urbanismo de Ciudad Real parece obedecer a un plan preestablecido. Aún cuando todavía se encuentre muy lejos de los proyectos de las ciudades ideales de los humanistas, está evidenciando la voluntad de crear un núcleo nuevo, una entidad que en nada, o en muy poco, se pareciese a la realidad anterior. Y ello se aprecia también en el hecho de que, pese a englobar en ella lo antiguo (Pozuelo Seco), no aprovecha dicho núcleo para instalar en él elementos urbanísticos definitorios de la nueva realida que se pretendía”.

El todavía desplazado y aplazado por Villegas, establece la posible conquista del carácter ideal de un plan que, aún siendo preestablecido, careciera de la contundencia formal de las ciudades ideales y respondiera a un esquema prendido, escasamente, por unos alfileres de la memoria. La ausencia de esta idealidad del trazado, trata de ser compensada por todas las lecturas citadas. Idealidad que debería de haber concluido en  una Plaza Mayor como nuevo óvalo menor al interio del recintor, orientado de Norte a Sur y con una relación métrica de 2/1,33.

   villarreal04Pero la fractura de los argumentos ideales e idealizados se plasman, fatalmente, en el plano de Gómez, donde las calles no son rectas y anchurosas -como quería Díaz Jurado- ni tampoco corrían, en su trazado las seis vías principales, hacia la Plaza capital. Las tales calles del programa ideal, se han quebrado y alterado hasta hacerlas irreconocibles. En ese marasmo de calles torcidas y de tramos quebrados, sólo se adivina un inexistente eje Norte-Sur que arrancando desde la Puerta de Toledo –y  eludiendo las trazas fundamentales –   concluye en la Puerta de Granada. En ese tejido rectificado, se descubre un vacío central que se ha desplazado desde la intersección de unos hipotéticos ejes de la elipse canónica y modal, hacia el cuadrante suroccidental y que sustenta una forma sensiblemente regular de 100 por 100 varas; vacío que sustenta y conforma el ámbito de la Plaza Mayor en el plano idealizado de Gómez.

De igual forma que el esquema radioconcéntrico de Pillet se diluye en un trazado viario alterado y en donde el centro de la elipse no corresponde a un centro urbano inteligible. Por todo ello, conviene indagar en otros documentos cartográficos que escapen de la idealización de un Logos imposible y que plasmen mejor el peso ineludible del Topos y las marcas terrizas del Solar. Son estos factores los puestos en circulación por Juan Benet al hablar de Madrid desde otra elipse: “Su situación y la posibilidad de comunicarse desde ella con cualquier punto de la península…debió de ser una razón de peso que prevaleció entre otras, sobre la pobreza del lugar y las escasas amenidades topográficas que ofrecía”.

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Villa Real: del Topos y del Logos (II)

Periferia sentimental
José Rivero

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