Intelectuales

Fermín Gassol Peco.- Comentaba en anterior artículo la necesidad que tenemos de tomar decisiones a la fría luz de la razón para salir de este atolladero. Y es que cada cual tiene puesta encima de sus hombros una testa. con diferente tamaño y contenidos. Se trata de una parte del cuerpo totalmente necesaria para poder vivir pero también en la que se fraguan los pensamientos y las decisiones que todos tomamos a diario.
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Inteligencia, capacidad de pensar poseemos todos, otra cosa es que utilicemos estas facultades en mayor o menor medida; y eso resulta ser la consecuencia del yo y de las múltiples circunstancias de cada uno que diría D. José Ortega y Gasset, ¿el último intelectual español?

Y es que de vez en cuando leemos o escuchamos lo de que “un grupo de artistas e intelectuales han protagonizado”…Intelectuales, ¡ahí es nada! ¿Saben los que se refieren a estas personas lo que encierra de verdad esta importante y transcendental palabra? Y no digamos nada cuando unos ridículos petulantes son los que se autoproclaman con este nombre, en el colmo de la vanagloria, vana sobre todo.

La palabra intelectual está hoy como casi todo de rebajas. En épocas en las que la sociedad no estaba aún conformada, existían cabezas que analizaban, profundizaban y encontraban fórmulas para superar los entresijos de esa situación. Eran personas para las que el mundo en que vivían no tenía suficiente consistencia ni sentido y dedicaban su vida a pensar, a veces con hambre física, esa que agudiza también el intelecto.

Si a alguien se echa de menos en la sociedad de hoy es precisamente a los intelectuales. Existen muchos “charlatanes” en emisoras y revistas, diarios o prensa especializada, muchos “entendidos” en lo que hay, estudiosos del ahora, pero filósofos, pensadores que desatasquen esta situación de bloqueo y desesperanza ¿conocen ustedes a alguno?

Creo que hoy no existen intelectuales, existen boxeadores ideológicos que pegan y pegan pero siempre desde una posición predeterminada e interesada. El intelectual es precisamente aquél que sabe sobre volar el entorno y las situaciones, por eso es capaz de decir por donde hay que salir de ese laberinto. El intelectual no es un adivino, es un conocedor global de la situación con una gran capacidad de análisis y sobre todo, definición.

Hoy no hay intelectuales, no porque no haya personas capaces, el “yo” en lenguaje de Ortega y Gasset, sino porque las circunstancias lo dificultan demasiado. Nuestra sociedad que marcha de manera frenética, superficial y en la que solamente cuenta lo práctico y sensitivo sin preocuparse demasiado de aquello que no le reporta bienestar inmediato, se convierte en desinteresado caldo de cultivo demasiado turbio y denso para ver y posar ideas nuevas.

El problema de fondo, creo, radica en esa sociedad que cree tener superada la necesidad de verdaderos intelectuales. Hegel fue el último intelectual universal, el “padre mental” del hombre de hoy. Sus discípulos interpretaron su luz de varias formas como los casos de Feuerbach, Engels, Marx o Nietzsche.

Ya en el siglo XX Ortega y Gasset, Martin Heidegger y Sartre analizaron y explicaron aspectos existenciales del ser humano a los que no hacemos ni caso. Con ellos se han acabado ¿de momento? los grandes cerebros pensantes.

Hoy la escasez de pensadores, de intelectuales es preocupante. ¿Cuándo y dónde aparecerá el “desatascador” de esta situación de encefalograma plano en la que parece estar sumida hoy nuestra sociedad? ¿Dónde está el “pensador de la colina”? Porque no es necesario ni conveniente subir más alto para contemplar y señalizar la ruta de salida a esta caravana de una sociedad errante.

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