Corazón mío. Capítulo 24

Manuel Valero.- La apariencia no engaña, o al menos no engaña siempre. A esta norma de consumo interno se aferraba Roberto cuando veía a alguien por primera vez de quien ya se había forjado una idea preconcebida. corazonmioHay un prejuicio social de enjuiciar por el atuendo, y luego confirmar esa primera impresión con el trato, pero en el caso del industrial Samuel Cruz, la máxima se cumplía a la perfección: asilueteado ante un gran ventanal, mirando el jardín, tal vez escrutando alguna anomalía entre la selva de la finca que habría que reparar de inmediato, fumando un puro caro por la vitola -la policía se suele fijar en estos detalles- las manos atrás, de espaldas a ellos, un toque ceremonioso pero no excesivamente distante, y un despacho del tamaño de un apartamento, con paredes de madera noble, retratos al óleo, bustos,  fotos del industrial con los poderosos del reino, un dogo ciclópeo de porcelana china, como un detalle sorprendente de nuevo rico… y la luz ceniza de la mañana rescatando los objetos de la penumbra … Un hombre muy rico, con el pelo abundante, un poco aleonado, peinado hacia atrás, con más canas que en las fotos de las revistas.
– Señor, han llegado los señores policías.-, dijo el mayordomo con la solemnidad acostumbrada. Luego se fue sin descomponer el rostro.
Peinado y Ortega pasaron al despacho con cuidado de no tocar nada. Fue un comportamiento inconsciente que no produjo la intimidación del lugar sino la figura de Samuel Cruz mirando su jardín, como si estuviera allí esperándolos durante horas. Por lo demás, Peinado tuvo la impresión de que como le había dicho reiteradamente el profesor Peinado, su padre, es más probable que las apariencias no engañen a que nos presenten una opinión errónea. En el caso del dueño de la principal cadena de alimentación de país no había lugar para la excepción. Su planta era la de un hombre poderoso, acostumbrado a la cima, y a ver el mundo desde la cúspìde de su imperio.
-Bienvenidos a mi casa, señores, siéntense, por favor-, les dijo indicándoles un rincón más íntimo del despacho donde se enfrentaban varios butacones en torno a una sólida mesa baja de caoba – Ustedes me dirán en qué puedo ayudarles, siempre es grato colaborar con la policía, ustedes son los garantes de que las cosas no se desquicien.
Peinado constató que la percepción de la policía como centinelas del orden público era compartida por toda la escala social. Que ellos no fueran competentes en la paz de las calles sino en la persecución del delincuente, era algo que no venía al caso. Fue Ortega, el que primero se dirigió al industrial, lo hizo con naturalidad, sin protocolos, como corresponde a un seguidor del Atlético de Madrid, y a un entusiasta de la ginebra nacional…
-Supongo que estará usted enterado del asesinato del presentador Tony Lobera.
– Lo estoy… y de todo lo demás…
– Claro, los medios no hablaron de otra cosa-, terció Peinado. Se tomó su tiempo para entrar directamente en materia-.¿Lo conocía usted?
La pregunta era esperada. El señor Cruz no rebeló nada en el gesto que indicara incomodidad o sorpresa. Dejó el cigarro en el cenicero, cruzó las piernas y casó los dedos de las manos.
– Si se refiere usted a conocerlo personalmente, no, no he tenido la desgracia de compartir mi tiempo con ese personaje. Pero si se refiere usted a que si lo conocía indirectamente, por la televisión,  sí, ya saben a que me refiero…
Peinado se incorporó hacia él con los codos en las rodillas. La conversación apenas había comenzado y discurría bien. Las formas del señor Cruz aventuraban una charla sin recovecos, eso se palpaba en el ambiente.
– Su hija, participó en el programa Alta Tensión durante una temporada.
– Durante los días más infames de su vida-, de nuevo la respuesta del industrial fue en el tono inconfundible de la resignación tras un intenso sufrimiento.-Se suicidó porque no pudo resistir la presión de ese miserable…
El señor Cruz perdió momentáneamente el relajo, pero fue un instante, cogió de nuevo el puro y lo aspiró profundamente. Una niebla azul lo envolvió en una atmósfera inquietante…

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