Corazón mío. Capítulo 34

Manuel Valero.-  Después del paseo por el parque fueron a casa del padre de Peinado. Las horas se empujaban unas a otras y caían al pasado como un rosario de cuentas. Después de un buen almuerzo y una sobremesa que se extendió hasta la noche sin que se apercibieran del oscurecer del día, entre la música de fondo que liberó los pentagramas de un buen puñado de películas, corazonmiovarios cafés, un par de licores exóticos, y la copa de brandy del señor Peinado que mantuvo casi intacta por toda la velada, los tres, padre, hijo y Gloria, en laica trinidad, dieron un buen repaso a la actualidad con especial atención a la televisión de consumo fácil. No arreglaron nada pero conversaron en pacifica familiaridad, acogidos por el ambiente cálido del hogar del profesor de Sociología. Las opiniones cruzadas, pero en el fondo coincidentes, se salpimentaban con alguna ironía inteligente por parte del señor Peinado, con briznas de comprensión por parte de Peinado, el poli -”es tan fácil como darle un pellizco a la tele y saltar a los documentales de La 2”- y con arrebatos de incomprensión existencial por parte de Gloria-”cada época es dueña y esclava de sus inventos”-

Cuando Gloria se expresó de esta manera, el profesor de Sociología apostilló la opinión de la muchacha con un argumento que llevaba implícita cierta admiración por lo que acababa de decir.

– Eso cierto, las cosas en sí mismas no son buenas ni malas, ni siquiera la Ciencia, es el uso moral que se da a los progresos de la Humanidad, lo que les otorga su verdadero valor. Y, claro, quien hace eso no es la Humanidad en abstracto, sino los hombres que la conforman, y dentro de éstos, los hombres que la dominan…

– Explícate, papá, mi condición de poli no os alcanza-, dijo amablemente cáustico, Roberto. Pero antes de que su padre pudiera responder, Gloria se le anticipó.

– La gasolina sirve para calentar un hospital y para a alimentar los tanques que disparan a las personas que luego van a ese hospital. Incluso, las medicinas. Están ahí para calmar nuestras dolencias, pero si te tomas un frasco, o te hacen tomar un frasco entero, no te curan: te matan. Las medicinas en sí, no, la mano que te obliga a que te la tomes inadecuadamente sí. Lo mismo que te cura, te mata

Espoleado por el nivel de su contertulia, el profesor dijo:

– Por los mismos argumentos podemos decir que la televisión en sí misma no es ni buena ni mala. Todo depende de los contenidos, y los contenidos los crean los hombres, y cuando se deciden por uno u otro contenido ya tienen bien estudiado con qué material trabajan, y lo que es más importante, a qué público va dirigido. Cuando de lo que se trata es pulsar la bajeza humana, es muy decepcionante, pero el éxito está garantizado.

– Hombre, la alternativa que dejáis es una televisión para listos-, Peinado rebajó el tono y lanzó una opinión de a pie de calle…

– No, no se trata de eso. Las cadenas de televisión son un gigantesco emporio con un único objetivo: ganar dinero. De la manera que sea. Pero, claro, como un día tiene veinticuatro horas hay para todo. Esa es la coartada-, terció el señor Peinado -Son las públicas, en el supuesto de que fueran imprescindibles, que desde luego, no lo son, las que deberían estar selladas a este tipo de zafiedad. Y sorprendentemente fueron en las públicas donde arraigaron esas tómbolas soeces y sensacionalistas, viveros de estrellas del chismorreo mediático aupadas a la cima de lo meramente fungible…

-Y se mezclan espacios pretendidamente solidarios con programas decididamente abyectos-, Gloria tomó un sorbo de un chupito de licor. Y siguió: -Pero lo preocupante es que esta segunda opción es sobre la que se asienta todo el edificio. El anterior Gobierno, creo recordar, legisló para proteger a los menores y poco después todo acabó en el sumidero. Había un programa por ahí que incluso llegaron a clausurar…que emitían  varias cadenas públicas…

-Y hubo otro, que clausuraron después de que las grandes firmas comerciales retiraran la publicidad. Eso fue de una novedad sorprendente, y todo porque alguien indignado, escribió algo en las redes. Ah, las redes- suspiró el profesor después de exhalar un trago de brandy-estas sí que están cambiando el mundo. ¿Veis? Es el gran invento de hoy. ¿Son buenas, son malas? No, depende del componente psicológico de quien las utilice. Eso sí, garantizan los famosos cinco minutos de la famosa gloria que vaticinó el famoso Andy Warhol.

-¿Y qué se puede hacer? Sigo pensando que es una consecuencia de una sociedad libre-, dijo Peinado. “Antes esto que una televisión dirigida.

– Eso no lo pone nadie en duda, Roberto- añadió Gloria…

– Nada, no se puede hacer nada. Sólo que la gente se canse o que el detrito llegue hasta tal nivel  que sea de todo modo insoportable, incluso para quienes lo producen. Todo es un montaje, pero no sé si os habéis percatado de que hay varios tipos de…digamos, telebasura…

– ¿Si? ¿Y cuáles son, papá?.

– Están los que directamente la practican, sin dobleces, como esos dos que hoy no pasan por sus mejores momentos, los hay interesantes desde el punto de vista sociológico, de esos que reúnen a unos cuantos chicos y chicas para que convivan en una vivienda-plató, mas lo  segundo que lo primero, con todas sus variantes, que a su vez alimentan de casquería a los programas que van por derecho…

 

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