Corazón mío. Epílogo

Manuel Valero.- -¿De modo que todo fue una simple venganza?- Gloria parecía un poco decepcionada. Gritaba desde la ducha a Roberto que se ocupaba en preparar el desayuno.
corazonmio
-Se sirve fría, dice el refrán, querida, muy fría. Y tan fría, creo que estábamos a menos diez grados.

-¿Pero cómo se conocieron el actor y el señor Cruz? El dijo que no sabía de su paradero-, la muchacha apareció en la salón con una toalla enroscada al cuerpo. Con otra toalla se secaba el pelo.

-¿No te parece lo más lógico? Si hubiera confesado que lo conocía, que era el brazo ejecutor, se abría acabado el caso, y que yo sepa no existe en la historia de la vida criminal un episodio semejante, un criminal que de repente le dice a la poli, no investiguen más, el malo soy yo.

-Así que todo empezó cuando esa chica Irene Cruz se suicidó, digamos.

-Más o menos. La muerte de esa chica, el acoso de los medios a la propia familia, la frustración del actor Oscar García que se enamoró de ella sinceramente y trató de salvarla de su autodestrucción, la existencia de otras victimas colaterales de esos comunicadores sociales hizo el resto-. El poli dispuso toda la intendencia del desayuno sobre la mesa, café, tostadas, galletas, fruta, unas cuantas salchichas de pollo y zumo.

-¿Y qué más?-, dijo Gloria dirigiendo una tostada directa a su boca.

Verás. Cuando Irene se suicidó, el joven se puso en contacto con el padre y le contó su historia. Como la televisión no dejó de emitir los chismes sórdidos de siempre con los astros de cabecera de cada cadena, reavivaba el dolor de los dos hombres, el novio póstumo y el padre. De modo, que  Oscar García le planteó directamente la necesidad de hacer justicia, ya que aquí en la tierra no habría justicia para Irene sino la aplicaban ellos por la muy poco ortodoxa Ley del Talión. Lo planificaron todo. Oscar se valió de su versatilidad y su ingenio para ir urdiendo detalles y jugar un poco para dar un poco de espectáculo al mundillo de la televisión que habían decidido combatir, en el sentido estricto de la palabra. No tienen prisa. Calculan todo, siguen a sus víctimas, sus costumbres, sus aficiones, sus entradas y salidas… El actor hace prácticas de tiro en la finca del empresario… Mientras tanto, Oscar y el señor Cruz captan a otras bajas colaterales de la tele tóxica, como la cantante, el humorista y el aristócrata. En secreto, sellan el compromiso de vengar todas las afrentas y aliviar su dolor con el mejor modo que lo alivian los malvados: con el dolor ajeno…

-¿Qué más?

-Hasta que deciden ponerlo en práctica. El sanedrín asiente y Oscar es el verdugo. Empezaron con Tony y éste lo hizo a su manera, con esa estrategia burlona que desplegó el actorcito de tres al cuarto. Algo parecido pasó con el asesinato de Antonio Morales. Cuando fuimos a ver al señor Cruz, después de descubrir las revistas en la casa de Lobera, no detectamos nada, ni notamos nada raro… salvo esa visita. Hablando con él, llegó la comitiva con los otros afectados  porque habían quedado en reunirse aquel sábado en esa extraña edificación.

-¡Qué cerca estuvisteis!”!Qué miedo!!-, exclamó Gloria.

-Así es. Observé  los automóviles pero no vi a nadie salir de ellos, los perdí de vista. En cambio,  me fijé en el aspecto exterior de ese panteón. Pero olvidé los detalles hasta que nuestra gatita dio con la clave maestra. El actor y el industrial se pasaban información de modo que el primero estaba al cabo de la calle de las dos visitas que hicimos al señor Cruz  y sabía que de una forma o de otra, la policía, o sea nosotros, ya barajaba la posibilidad de que todo tuviera que ver con el suicidio de Irene. Por eso aceleraron el secuestro de Rita y trataron de raptarte a ti para tenernos a su merced y cogidos por las pelotas.” Hacía un domingo radiante de sol pletórico, tibio y claro como una ilusión anticipada de la primera aún lejana. Decidieron ir a la sierra a caminar y a comer en algún local de la zona. Gloria se arregló con inusitada rapidez y Roberto se preparó a conciencia contra el frío de la montaña. La chica se adelantó. El poli puso la televisión sin saber exactamente por qué. Y de repente vio en Canal 12 un reportaje amplio del caso Lobera con el título El justiciero del Corazón. Aparecieron imágenes de Tony Lobera en programas anteriores, y de Rita Rovira y de ambos juntos y con Antonio Morales y con todos los demás hablando, hablando, hablando, hablando, gritando, gritando y bla, bla, bla, bla…. Y sonó un disparo.

-Qué ha pasado?- Gritó Gloria que regresó desde la escalera, asustada.

-No es nada cariño, acabo de apagar la tele

-¿De un tiro?

-En el mismo entrecejo-, dijo Roberto.

Luego los dos jóvenes salieron del piso. Al cerrar,  un pequeño animal blanco y negro trotó hasta la misma puerta, se detuvo y maulló un hasta luego antes de enroscarse con feliz arrullo al lado del mando a distancia.

FIN

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