Pasados días del fin del mundo

Ángel RomeraEl 23 de enero de 1961, a cuatro días de que Kennedy asumiera la presidencia de los Estados Unidos, un bombardero B-52 que sobrevolaba Goldsboro (Carolina del Norte) estalló en el aire y dejó caer dos bombas de hidrógeno o termonucleares. Aunque una se desactivó, la otra quedó con sus dispositivos de seguridad destruidos, abrió su paracaídas y bajó presta a detonar con una potencia 260 veces superior a la de Hiroshima, dos megatones. Solo un interruptor de emergencia de bajo voltaje evitó el cataclismo, algo que, según los ingenieros, habría podido estropearse mucho más fácilmente con un cortocircuito.

¿Cómo ha llegado a saberse? El periodista Eric Schlosser ha encontrado el documento alusivo, desclasificado recientemente por la Ley de Libertad de Información. Tres años después de la fecha fatídica, y sin saberlo, aunque ya había ocurrido la crisis de los misiles cubanos, Kubrick estrenó su famosa película sobre un desastre atómico parecido, Dr. Strangelove, y en 1966 cuatro bombas del mismo tipo cayeron en España, en el pueblo costero de Palomares, aunque afortunadamente con sistemas de seguridad más fiables, por más que se liberara al aire una cantidad significativa de Plutonio, sustancia esta la más tóxica que se ha conocido.

También aparece en los márgenes de la historia la cuarta bomba atómica (tras la de Alamogordo y las dos de Japón) que se perdió en las aguas del Pacífico al hundirse el buque que la transportaba, y las bombas atómicas que Israel y Sudáfrica desarrollaron e hicieron detonar como prueba en el mar Índico, cerca de la Antártida. Y hay quien piensa que el almirante Carrero Blanco, asesinado por ETA y principal valedor de la bomba atómica española, fue dejado morir por la CIA con la plena bendición de Kissinger cuando ya había conseguido la tecnología necesaria para poder iniciar este proyecto.

Pero aún hay más. Si usted piensa que la tecnología humana es incapaz de producir un ingenio que acabe con la vida sobre la tierra, se equivoca, porque el dispositivo ya ha sido creado, al menos en teoría, por el físico Leo Szilard en 1950. Se trata de la Bomba C o de cobalto, la cual, aunque de poder destructivo muy limitado, crea sin embargo una nube radiactiva prácticamente inmortal que extingue cualquier forma de vida allá donde va y puede contaminar la atmósfera del planeta en un par de meses. La hora final (1959), la terrible película de Stanley Kramer, muestra lo que pasaría en un conflicto atómico desarrollado con tales armas. Y al menos 700 incidentes importantes relacionados con armas nucleares han ocurrido desde que existen. En Ucrania hay una bestia dormida bajo un caparazón o sarcófago de cemento armado que puede explotar cuando llegue a las aguas subterráneas que hay debajo de Chernobyl (que se traduce por «ajenjo», en ruso, como la estrella del Apocalipsis VIII, 11-12: «Y el tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una grande estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó en la tercera parte de los ríos de las fuentes y de las aguas, y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas fue vuelta ajenjo y muchos murieron por las aguas, porque fueron hechas amargas»). Y tenemos algo aún peor: Fukushima. Todo esto en medio siglo. ¿Qué pasará en otro medio?

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Ángel Romera

http://diariodelendriago.blogspot.com.es/

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2 COMENTARIOS

  1. Y nuestro Gobierno regional orgulloso del cementerio nuclear de Villar de Cañas. Estoy absolutamente de acuerdo con Fermín, no podemos ser más tontos. O sí…

    Por cierto, lo de Chernobil puede ser peor aún que cuando explotó si el sarcófago se cae, y está a punto de caramelo. Eso sí, nadie da dinero para que se termine el nuevo sarcófago. Por otro lado, a las costas de EEUU están llegando mareas radioactivas a cascoporro y nadie puede hacer nada y nuestros vecinos franceses tienen, creo, 92 centrales nucleares en marcha, de las que varias hay que regar en verano con coches de bomberos porque la vasija del reactor se pone «calentita». Eso sí, las autoridades dicen que es algo que entra dentro de la normalidad.

    Ay, si la radioactividad se usara solo para hacer placas de pulmón. Pero no, usamos los mejores cerebros del mundo para diseñar a Little Boy y Fat Man que Dios confunda.

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