Villanueva de los Infantes y los adverbios de lugar y tiempo en el Quijote

Luis Miguel Román Alhambra.- El equipo de la Universidad Complutense de Madrid liderados por el Sr. Parra Luna, con su argumento de “científico”, estableció unas hipótesis de trabajo para poner nombre al lugar de don Quijote y que según ellos habría que “aceptar o rechazar, Quijote en mano, y bajo una irrenunciable vocación de descubrir el lugar cualquiera que éste resulte, …” (El espacio geográfico del Quijote en Castilla-La Mancha. Ediciones de la Universidad de Castilla –La Mancha).
opinion
Y en su introducción al capítulo “Sobre el lugar de La Mancha en el
Quijote: una hipótesis científica”, el Sr. Parra Luna comienza concluyente: “Un
sistema se define como un conjunto de elementos interrelacionados de tal
manera que la modificación de uno de ellos afecta variablemente al resto, y
donde subyace una sinergia interna o hábito organizativo común que le lleva a
cumplir una determinada misión o finalidad”.

Y continua explicándonos cual fue la forma de trabajo elegido: “El
enfoque sistemático presenta además la ventaja de ofrecer unas reglas que no
conviene ignorar, como son las siguientes:
La primera consiste en la obligación de tomar la totalidad de los factores
que puedan explicar el fenómeno o hecho que se desea comprender, y muy
prudente será la decisión de no olvidar ninguna de las variables que componen
esta totalidad epistemológica salvo que nos expongamos a ofrecer una
explicación espuria y que pueda argumentarse que no se ha tenido en cuenta
tal o cual factor o circunstancia” .

En anteriores artículos publicados en este blog ya he reflejado el “olvido”
por parte de este equipo de algunas partes de la obra, que sin duda son
variables determinantes a tener en cuenta en cualquier estudio sobre la
geografía del Quijote, como es la batalla contra los molinos de viento, que no
existían en muchas leguas de distancia alrededor de Villanueva de los Infantes,
y que en la obra son descubiertos por nuestro caballero a las pocas horas de
salir de su casa o el encuentro de don Quijote, en el camino, con los
mercaderes que iban de Toledo a Murcia, cuando regresaba a su casa desde
la venta donde es armado caballero. Olvidos que ningún miembro del gran
equipo multidisciplinar, “quijote en mano”, logró apreciar y que sin embargo
cualquier lector es capaz de percibir.

En su llamada “Tercera hipótesis” proponen que: “Prevalecerá lo
concreto sobre lo abstracto o lo cuantitativo sobre lo cualitativo; por ejemplo,
cuando se diga que un sitio esta cerca o lejos, pero también se concrete el
tiempo de tardanza en llegar o las leguas que dista, prevalecerán las cifras
concretas sobre los adverbios o adjetivos correspondientes”.

Ante estos principios de trabajo, que ellos mismos se marcaron, no
podemos sino aceptar, si estos son respetados. Pero nos encontramos cómo
sistemáticamente son por ellos mismos arrinconados o manipulados a su
antojo.

Este equipo, o, como les llamo yo, tomando prestada una sentencia de
la obra, “caterva de encantadores que todas nuestras cosas mudan y
truecan, y les vuelven según su gusto” (El Quijote, I P, Cap XXV), olvidan
sus propios principios de “Quijote en mano”, y con su argumento, muy
estudiado, de obviar en su trabajo los adverbios, se “olvidan” sin explicación de dos adverbios de lugar y tiempo, cerca y lejos, que a ellos no hacen sino
molestar a su fin predefinido de antemano y que relacionan perfectamente a
dos lugares manchegos con el lugar de don Quijote, y por lo tanto con sus
distancias concretas, muy concretas, entre ellos.

La lengua castellana ha ido incluyendo palabras en su diccionario que
por su uso habitual y con el paso de los años así lo han aconsejado. Pero la
gran mayoría de las palabras actuales ya se usaban en la época de Cervantes
y con el mismo significado.

La Real Academia de la Lengua Española fundada por Juan Manuel
Fernández Pacheco, marqués de Villena, en 1713, ¡¡Feliz cumpleaños
Academia!! , es desde entonces la encargada de velar en la custodia y
significado de las palabras en castellano. Ya en sus estatutos iniciales elige en
su emblema la frase “Limpia, fija y da esplendor”. Su primer diccionario data de 1726 y desde entonces ha publicado veintidós ediciones, teniendo siempre
estos dos adverbios de lugar y tiempo, cerca y lejos, el mismo significado.

Cerca: “Próxima o inmediatamente. A corta distancia”
Lejos: “A gran distancia, en lugar distante o remoto”

A diferencia de este equipo de la UCM, y de las muchas personas que interesadamente siguen sus propósitos, sigo con el Quijote en mano y vuelvo a sacar a la luz otro de sus “encantamientos”, esta vez por omisión, en su trabajo.

El lugar de don Quijote está “cerca de El Toboso” y “no muy lejos
de Miguelturra”. Estos son los lugares manchegos a los que me refiero junto
con sus adverbios que los relacionan inequívocamente con el lugar de don
Quijote.

El Toboso es sobradamente conocido, muy repetido en la obra y famoso
en todo el mundo por ser el lugar de Dulcinea, pero Miguelturra es un lugar que
puede pasar algo inadvertido en una lectura normal de la obra, pero no para un
conjunto de expertos de la UCM que pretenden dar nombre al lugar de don
Quijote y que dicen haber leído y estudiado el Quijote.

Leamos el Quijote. Cervantes nos describe cómo nuestro hidalgo
manchego, antes de comenzar sus aventuras, prepara sus armas, pasa cuatro
días en poner nombre a su caballo y otros ocho en encontrar otro para él. Y
después busca el de su dama, Aldonza Lorenzo, de un lugar “cerca del suyo”,
El Toboso:

“… y fue a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo, había una
moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo
enamorado ( aunque según se entiende, ella jamás lo supo, ni le dio cata
dello). Llamábase Aldonza Lorenzo, y a ésta le pareció ser bien darle título de
señora de sus pensamientos: y buscándole nombre que no desdijese mucho
del suyo y que tirase, y se encaminase al de Princesa, y gran señora, vino a
llamarla Dulcinea del Toboso, porque era natural del Toboso ; nombre a su
parecer músico, y peregrino, y significativo, como todos los demás que a él, y a
sus cosas había puesto.” (I P,Cap I).

O este otro pasaje, donde el narrador nos cuenta lo que pasaba por la cabeza de Sancho Panza. Y podemos leer que aunque Sancho “vivía tan cerca del Toboso” no conocía a Dulcinea:

“Sólo Sancho Panza pensaba que cuanto su amo decía era verdad,
sabiendo él quién era, y habiéndole conocido desde su nacimiento. Y en lo que
dudaba algo, era en creer aquello de la linda Dulcinea del Toboso, porque
nunca tal nombre, ni tal Princesa, había llegado jamás a su noticia, aunque
vivía tan cerca del Toboso”. (I P, Cap XIII).

Y no dejemos de leer. Ahora es el propio Sancho Panza que ante la presentación de un labrador ante él, siendo gobernador de la ínsula de Barataria, le responde conocer muy bien donde se encuentra Miguelturra, su distancia desde su pueblo, aunque es el “labrador” en la burla a Sancho el que no sabe muy bien ni donde está esta villa que dice ser su origen:

– Yo señor, soy labrador, natural de Miguel Turra, un lugar que está dos
leguas de Ciudad Real.
-¡Otro Tirteafuera tenemos! –dijo Sancho-. Decid, hermano, que lo que
yo os sé decir es que sé muy bien a Miguel Turra, y que no está muy lejos de
mi pueblo. (II P, Cap XLVII).

No nos cabe ahora duda que para Sancho Panza su pueblo, y el de
don Quijote, se encontraba “cerca” de El Toboso y “no está muy lejos” de
Miguelturra.

Lo escrito por Cervantes, para los “encantadores” de la UCM, no es sino
adverbios o datos “débiles” que no hay que tener en cuenta para la resolución
del enigma de poner nombre al lugar manchego de cuyo origen es don Quijote
y Sancho Panza.

Pero veamos por qué razón no les interesa aquí tener “el Quijote en
mano”, y así tener en cuenta estos pasajes para relacionarlos con el lugar
predeterminado por ellos antes de empezar el trabajo. La razón es simple,
porque inhabilita a Villanueva de los Infantes para ser el lugar de don
Quijote.

No es nada difícil comprobar lo que aquí estoy exponiendo. Con ayuda
de un mapa a escala trazamos dos líneas rectas partiendo desde Villanueva de
los Infantes, el lugar pretendido como lugar de don Quijote por el equipo de la
UCM, una hasta la “tan cercana” villa de El Toboso, y otra con final en
Miguelturra, que “no está muy lejos” del lugar de Alonso y Sancho, según
Cervantes.

Y como resultado obtenemos dos distancias similares, estando aún El
Toboso algo más “lejos” que Miguelturra, desde Villanueva de los Infantes.
Bien, pero en tiempos de Cervantes los caminos y las distancias pueden
ser muy diferentes por su orografía a los actuales, e incluso este sencillo
método de la línea recta bien podría ser considerado como poco “científico” por el propio Sr. Parra Luna y su equipo.

Por los mismos caminos existentes en el siglo XVI y XVII, y que seguro
conoció Cervantes, concretaremos las distancias según los propios datos
aportados por los vecinos de los lugares de paso, recogidos en las conocidas
como Relaciones Topográficas de Felipe II, que se hicieron por el año 1575,
poco antes de escribirse El Quijote.

Comencemos desde Villanueva de los Infantes hacia el “tan cercano”
lugar de El Toboso. Nos dirigimos hacia Alhambra que se encuentra a tres
leguas de distancia, según los propios vecinos de Villanueva de los Infantes:
“El primer pueblo a la parte de cierzo y norte es la villa de Alhambra tres
leguas vulgares de esta villa, da el camino una vueltas pequeñas a causa de
unas vegas, es camino mas llano que áspero, está derechamente al norte”
Desde la villa de Alhambra el camino continuaba hasta Argamasilla de
Alba, distante cuatro leguas:

“… yendo de la dicha villa de Alhambra hacia el norte o cierzo el primero
pueblo es la villa de Argamasilla de Alba que es del priorato de San Juan
cuatro leguas por camino derecho de esta villa, grandes, un poco declinando a
la mano izquierda del norte”.

De Argamasilla de Alba, lugar también nombrado en el Quijote, hasta
Campo de Criptana, en cuyas sierras don Quijote se enfrentó con sus
“gigantes”, molinos de viento, hay cinco leguas de camino:
“… el primer pueblo que hay caminando desde esta villa a la parte del
norte y cierzo es la villa del Campo de Criptana y que hay hasta ella cinco
leguas comunes y por camino derecho, …”.

Y la distancia que separa a Campo de Criptana de El Toboso, final del
camino, dos leguas. Los vecinos de Campo de Criptana, buenos conocedores
de los vientos donde dirigir las aspas de sus molinos, nos marcan la dirección
del camino hacia El Toboso con el nombre de uno de ellos, el conocido por
estos contornos como ábrego:
“… a dos leguas la villa del Toboso de ochocientos vecinos que es hacia
el aire ábrego; …”

Ya tenemos la distancia total que separa Villanueva de los Infantes
de la “tan cercana” villa de El Toboso, y por los mismos caminos y
parajes que conoció Cervantes, catorce leguas.

Haremos lo mismo, ahora hacia Miguelturra, que según Cervantes no
debe de estar “muy lejos”. Salimos desde Villanueva de los Infantes hacia la
cercana villa de Alcubillas, estando este lugar a dos leguas de distancia. Así
contestaban los vecinos de Villanueva de los Infantes en sus Relaciones:
“El primer pueblo a la parte de poniente es la villa de Alcubillas, dos
leguas de esta villa camino derecho y las leguas no grandes, mas pequeñas
que grandes”.

De Alcubillas, la siguiente villa por pasar era Valdepeñas, distante cuatro
leguas:
“… desde esta villa a la derecha del poniente el pueblo mas cercano y
mas derecho donde se pone el sol es la villa de Valdepeñas, que esta cuatro
leguas de esta villa y que es camino real de carros y no torcido y las leguas
moderadas”.

Las contestaciones de la villa de Valdepeñas no se encuentran junto a
las demás, por lo que es posible o que decidieran no hacerlas o que se
perdieran como ocurrió con las de Alcázar de San Juan y Almagro. Pero la
distancia que separa Valdepeñas de Moral de Calatrava, siguiente lugar de
paso, es aproximadamente de tres leguas.

Y de esta villa de Moral de Calatrava, nuestro camino nos lleva a
Bolaños de Calatrava. La distancia que separa ambas villas nos la dan los
vecinos de Bolaños de Calatrava, dos leguas:
“Al medio día tiene al Moral declinado al sur sudeste de camino muy
áspero, de este dos leguas pequeñas”
Y desde Bolaños de Calatrava llegamos a la ya entonces importante villa
de Almagro, a solo media legua de distancia:
“Al poniente tiene Almagro a media legua de camino llano”.

Las valiosas contestaciones de la villa de Almagro, como antes reflejé,
se perdieron ya una vez que estas llegaron a El Escorial, pero la distancia que
separa esta villa de Miguelturra nos la establece los vecinos de esta última y
final del camino, dos leguas y media:
“… declaramos que el primer pueblo cara donde el sol sale es la villa de
Almagro,… hay hasta la dicha villa de Almagro dos leguas y media de las
comunes,…”

En tiempos de Cervantes, la distancia que separaba Villanueva de
los Infantes de Miguelturra es de catorce leguas.

¡¡La misma distancia, catorce leguas, por aquellos caminos
conocidos por Cervantes, separan Villanueva de los Infantes, el
pretendido lugar de don Quijote según el equipo de la UCM, con El
Toboso y Miguelturra!!

Y sin embargo Cervantes nos dejó concretamente escrito que el lugar de
don Quijote y Sancho está “cerca” de El Toboso y “no está muy lejos” de
Miguelturra. Evidentemente el autor del Quijote no estaba pensando en la
misma distancia de separación entre el lugar de don Quijote y estas dos
villas manchegas.

Para no dar explicaciones de esto, porque es difícil darlas y más difícil es
que se acepten, ya que los adverbios de lugar “cerca” y “lejos” desde un mismo
punto de referencia nunca podrían significar lo mismo para Cervantes, ni para
nadie, el equipo de “encantadores” simplemente no lo tiene en cuenta, aún
contradiciendo sus propios principios de trabajo.

Y ahora hagamos lo mismo con Alcázar de San Juan, el lugar de don
Quijote determinado en Mi vecino Alonso y afianzado aún más con la Tesela
La venta cervantina de Sierra Morena y el lugar de don Quijote.
Saliendo de Alcázar de San Juan por el “camino del Toboso”, como así
se le llamaba en tiempos de Cervantes y que aún se le sigue llamando. Sin
dejar el camino llegamos a El Toboso habiendo recorrido cuatro leguas,
entre 24 y 25 km.

Y hagamos ahora lo mismo hacia Miguelturra. Salimos de Alcázar de
San Juan y llegamos recorridas dos leguas a la villa de Herencia, tal y como
sus vecinos decían:
“… que desde esta villa está hacia la parte donde sale el sol la villa de
Alcázar dos leguas ordinarias camino derecho”.

Desde Herencia llegamos, pasando cerca de Puerto Lápice, a la villa de
Villarrubia de los Ojos. Esto nos dicen los herencianos de la distancia que
separaba estos lugares:
“… al poniente de esta villa está un pueblo que se dice Villarrubia, cuatro
leguas de esta villa de las ordinarias …”

De Villarrubia de los Ojos, el camino nos lleva a Ciudad Real:
“… que el primer pueblo que hay derecho al poniente desta villa es
Ciudad Real, que yendo por el camino derecho desde esta villa a Ciudad Real
hay seis leguas …”

Ciudad Real y Miguelturra, las separa solo media legua. Así nos lo
indican los vecinos de Miguelturra:
“… el nombre del primer pueblo que hay desde esta dicha villa hacia el
poniente es la ciudad de Ciudad Real, un poco torcido sobre la mano derecha
mirando al poniente, la cual dicha villa está media legua de esta villa camino
derecho y la media legua es buena”.

En total, la distancia que separa Alcázar de San Juan de Miguelturra
es de doce leguas y media.

¡Tres veces más lejos desde Alcázar de San Juan se encuentra
Miguelturra que la cercana villa de El Toboso!

Ahora si los adverbios de lugar utilizados por Cervantes, tan
concretamente, concuerdan con las distancias que separan a los lugares
relacionados con el de don Quijote. El Toboso está “cerca” y Miguelturra
“no está muy lejos” de Alcázar de San Juan, el lugar de don Quijote y
Sancho Panza.

Pero no crean que el equipo de la UCM dará su brazo a torcer. “Mudarán
y trocarán” lo escrito en el Quijote, y si es necesario hasta el propio significado
de las palabras. Argumentarán que es una forma literaria usada sin importancia geográfica, una contradicción más del autor, un dato sin importancia o débil, lo que sea para seguir intentando justificar el resultado de su trabajo.

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