Villa Real: Del Topos al Logos (XII)

José Rivero

El estado secular y paralizado que habían mantenido las ciudades durante los siglos previos, experimentó hondas alte­raciones en la segunda mitad del siglo XIX. Pese a que los problemas de hacinamiento y salubridad no eran homologables a los planteados en las grandes ciudades, donde el crecimiento de la población dentro de los recintos amurallados producía enor­mes tensiones;la rápida transformación de las ciudades provinciales era también evidente, sobre todo de la mano de fenómenos nuevos como  la llegada del ferrocarril y el incipiente maquinismo. De igual forma que el apoyo de cierta expansión vitivinícola y minera en otros casos, daría salida a ciertas transformaciones urbanas incipientes.

r_alarcos-inundada   La vía abierta por la Ley de Ensanches de Poblaciones de 1863 va a dejar sentirse con relativa celeridad en grandes núcleos, como ocurriera en Barcelona y en Madrid. Las normati­vas locales en materia de edificación comienzan a organizarse, sistemáticamente, en un cuerpo normativo local de desigual alcance y diferentes propósitos. Aunque el contenido de los primeros ejemplares de las Ordenanzas Municipales mantuvieran  aún más un con­trol sobre la Salubridad y la Política de Costumbres, que sobre otras cuestiones de ordenación y crecimiento. Las Ordenanzas Municipales de Ciudad Real de 1889, venían a constituir, por ejemplo, antes unas Ordenanzas del Buen Gobierno, que unas Normas de Edificación y de Urbanización; Ordenanzas que serán prontamente modificadas, en 1896, en una rara celeridad, demostrativa de su falta de arraigo y de su escasa eficacia. Mientras tanto, se había producido ya la 2ª Ley de Ensanches de 1876, y sobre todo había visto la luz la Ley de Reforma y Saneamiento Interior de Poblaciones de 1895.

Ciudad Real había visto como desde 1853, y más tarde en 1860, y luego en 1864, se producían diferentes incidentes relacionados con la continuidad física y espacial de la muralla. Que habían dado pie, un siglo más tarde, a una sutil lectura de Julián Alonso, sobre el tránsito de la calle al camino o de la avenida a la senda, al decir que: “La metamorfosis de calle a camino, tenía todos los honores bajo el arco triunfal de piedras y de almenas, de la Puerta de Calatrava: ‘hasta aquí fuiste calle; desde aquí serás camino’, y las murallas fuertes y solemnes testificaron. Un día lejano el testigo cayó. Lo asintió la calle, pero al fin y al cabo ya nada le impedía sorberse la grandeza de la llanura, viendo la alegría de la olmeda que creció al desecar los cenagosos Terreros a fuerza de paletadas de murallas vencidas[1].r_pozo-agua

Movimientos encadenados y superpuestos que hacen que en 1868 se demuela un lienzo de muralla, con la finalidad de terraplenar la Laguna de los Terreros, al norte de la ciudad entre el Camino de Los Plateros y el camino de Moledores; y posteriormente, en 1882, vio como se  originaba un fenomenal conflicto, entre el Ministerio de Guerra y el Ayuntamiento, al autorizar éste, la extracción y saca de piedra, procedente de la muralla para las obras de cimentación del Seminario Diocesano; omitiendo los pareceres del Ministerio de Guerra, quien aún tenía voz y voto en cuestiones aparentemente defensivas. Circunstancia esta, la de los aprovechamientos de los materiales, que se había venido practicando desde 1853, como ya hemos visto anteriormente, y que duraba ya treinta años desde los primeros movimientos de la insurrección carlista, que se hicieron más visibles en la Segunda Guerra entre 1846 y 1849.

r_pavimentacionLa efervescencia del momento del ‘barrido de las murallas’, pasó por mandar desde el Consistorio tele­gramas a Alberto Aguilera, ministro impulsor de la Ley de Reforma y Saneamiento Interior de poblaciones. Viéndose en ésta norma, desde las mentalidades locales el instrumento que demandaban los nuevos tiempos, y que “reportarían grandes beneficios a las poblaciones”. De tal suerte, que al amparo de la Ley de Reforma y Saneamiento, se abrirían las puertas del campo y se cerrarían las pesadillas del pujante Higienismo, al liberar a las sometidas ciudades, del cinturón defensivo que las había aprisionado y mantenido pegadas al pasado.

A pesar de todo, el progreso en las condiciones materiales de las ciudades no iba a ser tan rápido como se esperaba. Algunas descrip­ciones periodísticas del momento, nos dan cuenta del estado puntual de la situación de deterioro y de abandono de Ciudad Real. Así un medio conservador, como el diario ‘Pueblo Manchego’ puede publicar notas como las que siguen que reflejan esos problemas: Actualmente son esos paseos [los de la muralla] un repugnante anillo que aprisiona a la capital, amenazándola con hacerla morir lentamente por el procedimiento de asfixia[2]. Años Atrás, en 1908 la Comisión Provincial de Monumentos, requería al Ayuntamiento en la reparación, aislamiento y conservación de la Puerta de Toledo; siendo la respuesta municipal reveladora del estado de cosas. “Sólo se podrán ejecutar obras de conservación en dicho Monumento Histórico por la circunstancia de ser las charcas situadas al norte del mismo, de propiedad particular”. Apropiación del reciento amurallado por  los particulares, visible en múltiples ocasiones; como reflejan las actuaciones de adquisición de la casa fielato de la Puerta de Alarcos, para ensanchar la calle en 1910 o la venta en 1909, de un trozo de muralla cercana a la Puerta de Santa María. Y ya en 1911, al mismo titular  de la operación de 1910, Ignacio López de Haro, se le adquieren diversos derechos de ‘terrenos procedentes de la Muralla’ en el entorno de la Puerta de de la Mata.

Que tal estado disparatado sobre títulos y propiedades, así como sobre diversas ordenaciones físicas, no fuera exclusivo de los ejidos de la cerca amurallada, pueden rastrearse en la centralidad misma de la Plaza Mayor. Donde al compás de diferentes acontecimientos en el primer decenio del siglo XX, vemos surgir aún la proximidad de molinos aceiteros, de pajares en activo, de callejones pestilente, de mataderos humeantes y de cuadras apelamzadas, junto al corazón simbólico de la ciudad.  Y forzando aún ¡en 1910! a la adquisición de la casa de la calle Arcos número 2, para dar acceso a la Plaza misma; o negociar servidumbres en la citada calle y en el número 4, una vez que se pone en marcha la construcción del Mercado Municipal.r_plano-ciudad-real-miguelturra

Este carácter deshilvanado y falto de nervio, del centro y del extrarradio, es visible en el carácter de las tímidas actuaciones urbanas. Actuaciones que en la práctica son pequeñas cirugías sobre solares desperdigados en enclaves no menos desperdigados: así el callejón de San Francisco en 1908; entre Mata y Joven en 1909 o las citadas operaciones de la  calle Arcos. Por no hablar de los episodios de la Plaza Mayor, que desde 1910 inician una rueda de ‘actuaciones decorativas’, con el cambio de columnas por ‘unas nuevas de fundición’, la construcción de marquesinas a ambos lados, el acerado de parte de suelo y los movimientos habidos con el Monumento a Pérez del Pulgar, componen esa somera ‘epigrafía del cambio’.

La otra dimensión visible y vinculada al naciente Higienismo señalado ya, estaba constreñida entre un abastecimiento problemático y una cava de desagües, como suerte de colector general, necesitado de limpiezas periódicas. Por no hablar del estado imposible de muchas calles terrizas, faltas de planeidad y carentes de recogida de aguas pluviales y residuales.  Circunstancia ésta que motiva la construcción de puentes de madera, para salvar algunas calles centrales, en épocas de lluvia. Por ello, la oferta de la casa Vinardell, de 1910, ofreciendo “la pavimentación de calles con adoquín portland comprimido y encintado de piedra natural” daría la salida a un proceso de modernización y adecentamiento; que lleva a que en ese mismo año, la pavimentación de la Calle de Ciruela, sea sufragada por el Casino de Ciudad Real el Casino  Artístico y el restaurante el Pilar.

Por eso el citado texto del Pueblo Manchego de 1912 dejaba ver que, «antes era la falta de limpieza en las calles lo que motivaba nuestras quejas, hoy es la suciedad de las fachadas de los edificios lo que nos obliga a lamentarnos de nuevo[3].  La falta de instalaciones sanitarias, los proble­mas crónicos del abastecimiento de agua[4], y un régimen edificatorio poco escrupuloso, van trazando un cuadro en el que las condiciones de habitabilidad de la ciudad son más que difíciles. Los intentos por efectuar un trazado rectificado de calles, que salvara las irregularidades heredadas desde el trazado medieval, van a hacer que se inicien los trabajos del llamado Plan de Alineaciones en 1901. Plan que tras muchas vicisitudes verá su final en 1922, en un documento de escaso contenido y de menos eficacia. Plan de Alineaciones, que se perfecciona y complementa en 1929, para el ámbito espacial de las Rondas de Circunvalación, y los vacios que se han hecho más evidentes tras la desaparición de los tramos de lienzos amurallados.

 

 

 


[1]  J. ALONSO. Las plazuelas del Barrio de Santiago. Albores de espíritu, nº 15. Enero 1948

[2] Pueblo Manchego, 27 de enero 1912, nº 315.

[3] Pueblo Manchego, 27 de enero 1912, nº 315.

[4] El Llamado ‘Problema de las aguas’ es un lugar común en los debates de los primeros veinte años del siglo XX:

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2 COMENTARIOS

  1. «…autorizar éste, la extracción y saca de piedra, procedente de la muralla para las obras de cimentación del Seminario Diocesano.»

    La historia del Coliseo y el Vaticano se repetía, imagino que en cientos de sitios por igual.

    Muy bueno.

    Ahora eso lo hace Wert también con los cimientos de la Educación Pública. Supongo que le repugna el anillo público que le aprieta y no le deja hacer súbditos a su medida.

    Esperando el siguiente…

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