Enriqueta Antolín

José RiveroLlegué a Enriqueta Antolín tras un sinuoso recorrido. Todo había comenzado en la Barca de la Florida, el verano de 2008, donde me encontraba visitando los pueblos de Colonización de la zona del Bembézar. Y  allí en la iglesia de la Barca, una maña calurosa de julio, el sacerdote de la iglesia, vestido como un recolector del campo próximo, me facilitó un folleto sobre las vicisitudes fundacionales del Pueblo, y me habló de los problemas sostenidos, entre las pinturas del presbiterio del gallego Manuel Mampaso  y el obispo de Jerez, poco proclive a las experimentaciones formales en materias religiosas. Un conflicto en el que medió ¡el cardenal Segura!

En el recuento bibliográfico del folleto aparecía un artículo del semanario ‘Cambio 16’, de Enriqueta Antolín del año 1983, con un título tan llamativo como irónico: ‘Artistas infiltrado: rojos, ateos y abstractos en los pueblos de Franco’. Texto que daba cuenta, como pude comprobar más tarde, de la concurrencia excepcional de artistas ‘abstractos’ en los pueblos del Instituto Nacional de Colonización. Un semillero de rojos y de descreídos que realizaron, de forma incomprensible, Arte religioso para los colonos.

antolin01Desde ese momento, traté de realizar dos cosas: conseguir el artículo y localizar a Enriqueta.  Lo primero lo conseguí, tras una peregrinación  por el archivo del semanario ya desaparecido, y que se encontraba en Sevilla, y en donde me atendió y me facilitó la búsqueda alguien de Ciudad Real cuyo nombre he traspapelado, cuya hermana era periodista. Y  que quizás por ello, me atendió con la diligencia del paisanaje.

A Enriqueta la localicé, creo que con la mediación de Alfonso González Calero, a través de algún conocido toledano común, y mediante algún rastreo. En Toledo, Enriqueta no sólo había vivido los años de formación adolescente, sino que había ubicado su trilogía, de la que yo había leído ‘Regiones Devastadas’. antolin02Regiones devastadas’ última entrega del ciclo toledano, daba cuenta de su juventud transcurrida en el Toledo gris y arena de los finales de los cincuenta, bajo la mole pétrea de la Ciudad Imperial que se divisa desde el Circo Romano. Y, particularmente,  de ‘los sorprendentemente modernos’ edificios de la Avenida de la Reconquista, levantados por la Dirección General de Regiones Devastadas.

Desde el primer momento que le expuse a Enriqueta  mis cometidos, en pro de una exposición sobre Colonización, que acabaría abortándose en 2010, se mostró dispuesta a entrevistarse conmigo y a dejarme algún material que conservaba de los años en que estuvo ocupada por ‘El arte Abstracto de los Pueblos de Colonización’. Más aún, en el encuentro que sostuvimos, toda una tarde, en ‘La Pecera’, del Círculo de Bellas Artes, en uno de mis viajes a Madrid, se presento con un carpeta llena de papeles que me entregó en préstamo, como si me conociera desde siempre.

antolin03Una prueba de su generosidad apacible y animosa. Entre otras joyas, me facilitó una copia del ‘Inventario del INC sobre las Iglesias’, que fotocopié y devolví junto con otros materiales, provenientes de aquellos viajes de los  que me habló con pasión y nostalgia. Porque esos viajes animosos, le habían permitido descubrir un episodio oculto de las Artes Plásticas del siglo XX. Viajes que había dejado de lado, por razones que insinuó a medias. Creo que me habló, no sólo de la edad propia y del cansancio, también de la enfermedad de su  marido Andrés Berlanga, como una de las razones que limitaron aquellas salidas carreteras.

Quedamos en seguir en contacto, y salvo alguna llamada cruzada no nos volvimos a ver. Hasta esta mañana que leo el obituario de Juan Cruz y la esquela de ‘El País’ y me cuesta trabajo creer en su despedida. Cuando aún conservo los papeles que me prestó y su recuerdo lo conservo nítido.

Periferia sentimental
José Rivero

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