Un valiente fue cercado y como recompensa fue degollado

Cuando visitamos cualquier ciudad, andamos un poco perdidos en el entramado de vías que nos asaltan. Entonces recurrimos a un callejero como mejor solución y como si de una brújula se tratara nos lleva siempre a nuestro norte que, comúnmente, suele ser un edificio significativo, un monumento sin parangón o un templo majestuoso, por citar algunos ejemplos.

Recuperando lo pasadoTodos estos edificios y espacios suelen denominarse de tal o cual manera en función del motivo que es objeto de homenaje – en nuestro caso, ejemplos de ello serían el Parque de Gasset, el Palacio de Medrano o la iglesia de Santiago -. No obstante, para llegar a cada uno de ellos debemos atravesar una serie de calles, plazas, avenidas u otro tipo de vías que sirven de nexo de unión entre un hito y otro. Estas vías también adoptan un topónimo de diverso origen, bien de carácter antroponímico – haciendo referencia a alguna persona o personaje vinculado con la ciudad o que resulta de gran interés para la misma -, o de carácter geográfico – cualquier tipo de accidente orográfico: ríos, cordilleras, … o en relación a países, regiones o localidades: Países Bálticos, Extremadura o Pedro Muñoz -, o a algún acontecimiento histórico – como es el caso de Brunete o Santa María de la Cabeza -.

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Placa de la calle de Aben Canes
Placa de la calle de Aben Canes

En el día de hoy – aunque en artículos posteriores continuaremos la senda de mostrar los edificios y espacios patrimoniales que persisten en nuestra ciudad – nos vamos a detener en relación con una de las vías urbanas vinculada a un personaje histórico, que aunque adquirió su protagonismo fuera de Ciudad Real su relación con ella se establece con la denominación de una calle y por su vinculación histórica con un parque forestal, La Atalaya. El personaje de hoy es conocido como Aben Canes, aunque dicho antropónimo ha llegado deformado con el transcurrir del tiempo al aparecer citado este personaje en diversas fuentes como Ben Cales, Aben Cares, Abul Hegiag Ben Calis, Ben Cadix, Aben Caliz, Aben Haliz, Aben Cadiz, Aben Cadis, Ibn Qadis, Ben Cadés, Ebu Kader o en la grafía árabe Abu’-l-Haŷŷāŷ ben Qādis. [1]

Por lo que respecta al personaje en sí debemos remontarnos a la plena Edad Media, en la que existía la conocida Reconquista, donde se establecían líneas de frontera que eran modificadas cuando las huestes cristianas o el poder musulmán avanzaban en uno u otro sentido.

Así, el área de Castilla – La Mancha siempre ha sido considerada una zona de paso y en el caso de que nos ocupa, allá a finales del siglo XII y comienzos del siguiente, constituía la línea fronteriza entre ambos poder hegemónicos. Fiel reflejo de ello eran los diversos castillos que cambiaban de dueño de forma frecuente. En nuestra zona podríamos destacar los ejemplos de Piedrabuena, Caracuel, Alarcos, Calatrava o Salvatierra, por citar algunos de ellos.

Además, en el caso de Ciudad Real, nos encontramos ante una localidad que aún era sólo un germen de lo que posteriormente sería: la aldea de Pozuelo Seco de Don Gil, que a mediados del siglo XIII se convertiría en Villa Real y en el siglo XV adoptaría la denominación actual.

No obstante, volviendo al personaje que nos ocupa, nos encontramos en un territorio que había pasado a manos de los “Moros” – como históricamente se ha denominado al Islam – tras la humillante derrota de las tropas cristianas en la batalla de Alarcos en 1195.

Para una mayor concreción histórica sobre la conquista de las tierras de La Mancha, siguiendo lo indicado por el historiador don Francisco Ruiz Gómez [2], cabe citar que “el historiador norteamericano Ch. J. Bishko ha señalado cuatro etapas diferentes para explicar la evolución de los acontecimientos militares que condujeron a la implantación del dominio cristiano en la zona:

La calle de Aben Canes, de la calle Morería a la calle de los Reyes
La calle de Aben Canes, de la calle Morería a la calle de los Reyes

<Durante siglo y medio, las luchas asolaron las llanuras en cuatro fases principales: (1) el período almorávide, 1085 – 1150, que comenzó de forma desastrosa; aunque con Alfonso VII, a principios de la década de 1140, se produjeron los primeros asentamientos permanentes en la llanura en Coria en Extremadura y Calatrava en La Mancha. (2) Las dos décadas críticas, 1155 – 1175, cuando la feroz ofensiva almohade arrebata las conquistas de Fernando II en León y recupera virtualmente toda La Mancha, excepto la fortaleza clave de Calatrava. (3) El período 1175 -1212 de lento avance leonés en el valle del Tajo y amplia ocupación castellana de La Mancha, para culminar con la victoria de las Navas. Y, finalmente, (4) el período 1212 – 1235, cuando los almohades fueron expulsados de sus últimas posiciones en La Mancha y Extremadura>”.

La importancia de la fortaleza de Calatrava se hizo aún más grande al estar gobernada por alcaides de gran valor, como eran los casos de Farax Halí y de nuestro personaje de hoy, Abul Hegiag Ben Calis – Aben Canes, en adelante –. Así nos señala Nicolás María de Cambiaso y Verdes en el siguiente párrafo:

De este distinguido Moro se escribe: <Cuando Alfonso (el octavo de Castilla) vió allegadas tan numerosas tropas (las que se reunian en Toledo, y con las que penetró por Sierra Morena, y obtuvo con ellas la renombrada victoria de la batalla de las Navas de Tolosa), se cumplió su gozo, y le fue viniendo mas y mas gente hasta entrar en la frontera de los Muzlimes, y puso cerco á la fortaleza de Calatrava que tenia en guarda el esforzado caudillo Abul Hegiag Ben Calis, con setenta caballeros Muzlimes que mantenian y aseguraban aquella frontera.[3]

Así pues ya conocemos la valentía de este alcaide y los dolores de cabeza que propiciaba entre las tropas cristianas. Sin embargo, a pesar de las adversas circunstancias en que Aben Canes se encontró allá por el año 1212 cuando los reyes cristianos se disponían a entablar la última gran batalla en Las Navas de Tolosa, el comportamiento de este caudillo no obtendría el mismo reconocimiento entre sus propios compañeros de fatiga. Esta es su historia.

Don José de Hosta nos cuenta que “en los últimos días del mes de junio de 1212, sobre la derecha del Guadiana, retemblaba la llanura con el sordo estrépito de treinta mil caballos y miles sin cuento de peones congregados de todos los reinos de España y de todas las regiones de la cristiandad, que como una avenida, bajaban de los montes de Toledo y desembocaban á torrentes por todos sus desfiladeros”. [4]

Según señala don Inocente Hervás y Buendía, las tropas cristianas ya habían tomado el castillo de Malagón allá por el día 24 de junio y se dirigían hacia Calatrava como bastión a asaltar, y sucamino, así como el cauce del Guadiana, que los cristianos tenían que atravesar, habían los moros cubierto de puntas de hierro y abrojos acerados, para que ni caballos ni infantes pudieran pasar sin lastimarse los pies. Colocaron también en las almenas de la fortaleza gran número de banderas, máquinas y aparatos de defensa, para hacer ver al ejército cristiano que tras sus murallas se albergaba fuerte guarnición; mas como los ardides humanos, dice el Arzobispo D. Rodrigo (Jiménez de Rada, testigo presencial de estos hechos), nada son contra el poder de Dios, la poderosa hueste cristiana supo vencer estos obstáculos sin sufrir molestia alguna, pasó el Guadiana y acampó al pie de Calatrava. Los árabes habían aumentado sus poderosas defensas y al abrigo de su ancho foso y fuertes y sólidas murallas se creían inexpugnables.” [5]

Esta fortaleza estaba comandada y defendida por aquel que había adquirido una merecida fama de guerrero consumado y valeroso, y cuya frontera no tenía secretos para él pues se podía considerar casi su dueño. Aben Canes era, por su valor, el principal problema que hacía dudar al Rey Alfonso VIII y a sus caudillos principales sobre la conveniencia o no de asaltar la plaza de Calatrava, por considerar que en tal empresa se emplearía demasiado tiempo y grandes máquinas de guerra que no obraban en su poder.

Sin embargo, el soberano cristiano adoptó la decisión final de atacar la fortaleza el 30 de Junio de 1212, venciendo a las tropas musulmanas y obteniendo el triunfo sobre la cotizada plaza de Calatrava

 La calle de Aben Canes, de la calle de los Reyes a la de Morería
La calle de Aben Canes, de la calle de los Reyes a la de Morería

La reacción de las tropas musulmanas existentes en el recinto fue la de luchar con arrojo y esfuerzo, a pesar de que no pudieran contrarrestar el gran empuje de las tropas cristianas. La falta de esperanza de encontrar socorro – tras la pérdida de numerosas fuerzas por hambre o por las heridas de la batalla – por parte del caudillo Aben Canes – pues había enviados diversas misivas al Amir Amuminin más no obtenía ningún tipo de respuesta -, le llevó a pedir la capitulación.

Pagaría caro su rendición a manos de su soberano el califa, más desconocían ambos que uno requirió del otro y el otro no había recibido carta alguna. Toda esta intriga había sido perpetrada por el Visir Aben Gamea que trataba de ganar tiempo no levantando el campamento y procurando la toma de Salvatierra. Esta actitud del Visir era frecuente pues a las envidias generadas por el valor de Aben Canes también se unía los negocios y asuntos turbios que el mismo Aben Gamea ocultaba al califa.

Aben Canes, tras la entrega de la plaza de Calatrava a las tropas de Alfonso VIII, partiría para el ejército del Amir Amuminin, siendo acompañado por su propio suegro, reconociendo él mismo también la triste suerte que le esperaba.

Al llegar al campamento de Amir, serían recibidos por algunos de los principales caudillos andaluces y siendo avisados de la fortuna que les deparaba el destino. En este momento el Visir sería informado de dicha llegada y los mandaría maltrarar, mientras el se encaminaba al pabellón de Amir.

En este encuentro el califa preguntóle al Visir por Aben Canes y la respuesta del mismo fue que “los traidores no se presentan al Amir de los fieles”, mudando el buen concepto del Amir y poniendo en su contra al caudillo calatravo y sus leales – los moros Abenaliz y Almoah – , a los cuales mandarían llamar para acusarles de traición – la estratagema del Visir generó el fruto apetecido -, y los mandaría matar para luego que saliesen alanceados.

Esta injusta decisión generó cierto descontento en las tropas andaluzas, que incluso serían separadas del resto de la tropa. Más fue aún mayor el pesar de la pérdida de Calatrava que durante algunos días el Rey Anazir no pudo ni comer ni beber de ira y despecho.

Cuando llegó la hora de la batalla de Las Navas de Tolosa – la batalla de Alacab según los árabes -, los caudillos andaluces que no habían entendido la injusta recompensa recibida por Aben Canes y sus fieles – y como venganza por las injustas altanerías del Visir y sus desprecios -, saldrían huyendo de la batalla y provocarían el desconcierto entre las otras tribus berberíes, hecho que generó aún más saña en las tropas comandadas por el Rey Alfonso VIII que mandó pregonar que no se hiciesen cautivos. Esto ocurría el 16 de julio de 1212 o lunes quince de Safer del año 609.

Así se cuenta muchas veces la historia de una batalla y cómo el honor o deshonor de un guerrero alienta o desalienta a las tropas. Así ocurrió en el caso de Aben Canes.

Volviendo al comienzo del artículo, dijimos que existía una calle con su nombre, que se encuentra situada paralela a la Ronda de Alarcos al oeste y la calle Real al este, y flanqueada por las calles de los Reyes, al norte, y de la Morería al sur. Y además, existía una vinculación con un parque forestal, el conocido como de La Atalaya, lugar de monte ubicada a las afueras de Ciudad Real que constituye una pequeña cordillera de cerros y que en tiempos medievales era conocido como los “montes de la Atalaya de Ben Cares”, constituyendo uno de los mejores puntos de observación y control del Camino que iba de Córdoba a Toledo, discurriendo por las plazas de Caracuel, Calatrava y Malagón hasta desembocar en el congosto de Guadalerza.

Mapa topográfico donde se observa el parque forestal de La Atalaya
Mapa topográfico donde se observa el parque forestal de La Atalaya

El estudio de este antropónimo – la “Atalaya de Abencales” – es realizado por Juan Antonio Chavarría Vargas [6] y en él muestra la evolución que ha sufrido dicho antropónimo comenzando con aquella que hace referencia a que “el deslinde de 1230 entre Miguelturra y Villa Real, cuando aún ésta no era más que el Pozuelo de Don Gil, consigna la atalaya de Abencales como uno de los hitos de esta línea delimitativa. Dicho deslinde será modificado por Alfonso XI, en 1347, al conceder mayores territorios a Villa Real, entre ellos precisamente los montes de la Atalaya de Aben Cales, desde entonces integrados en el alfoz de la nueva villa regia”.

La deformación de este antropónimo se observará por este autor señalando cómo otros autores (Blázquez, entre otros) nombrarían a este personaje como Aben Cadix, Aben Cadiz, Ibn Qadis, Aben Cales o Aben Caliz, por citar algunas de las que arriba se enumeraron.

En cuanto a la calle de Aben Canes – anteriormente conocida como el Callejón de Morería – adquirió tal denominación por acuerdo plenario del 30 de octubre de 1992.

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[1] Hervás y Buendía, Inocente: Diccionario…; Cambiaso y Verdes, Nicolás María de: Memorias para la biografia y para la bibliografia de la isla de Cadiz, Volumen 1, Imprenta de D. León Amarita, Madrid, 1829. Págs. 3 – 7; Corchado Soriano, Manuel: Estudio histórico-económico del Campo de Calatrava. Parte III: Los Pueblos y sus términos. Publicaciones del Instituto de Estudios Manchegos. Diputación Provincial de Ciudad Real, 1982, págs. 192 – 193; Chavarría Vargas, Juan Antonio: “Antropónimos árabes en la toponimia de Castilla – La Mancha: Ciudad Real”, en Tulaytula, págs. 53 – 55; Retuerce Velasco, Manuel: “Documentación arqueológica de una ciudad almohade de la Meseta: Calatrava”, en Izquierdo Benito, Ricardo , y Ruiz Gómez, Francisco (coords.): “Alarcos 1195: Actas del Congreso Internacional Conmemorativo del VIII Centenario de la Batalla de Alarcos”. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Castilla – La Mancha, Cuenca, 1996. Págs. 220-221; Hosta, José de: Crónica de la Provincia de Ciudad Real. 1865; Gómez Fernández, Joaquín: “Historia de la Ciudad de Ciudad Real y Estracto historico de España y lista de sus Reyes, casamientos y muertes” (edición facsímil y transcripción). Editado por Junta de Comunidades de Castilla – La Mancha y Excmo. Ayuntamiento de Ciudad Real. Ciudad Real, 2010. Pág. 52 – 53; entre otros.

[2] Ruiz Gómez, Francisco: “La Repoblación de Ciudad Real en los siglos XII y XIII” (págs. 149 – 179), en Sánchez Sánchez, Isidro (coord.): “La provincia de Ciudad Real – II. Historia”, Diputación de Ciudad Real – Área de Cultura, Biblioteca de Autores y Temas Manchegos, Sección Ensayo, 1992.

[3] Cambiaso y Verdes, Nicolás María de: Memorias para la biografia y para la bibliografia de la isla de Cadiz”, Volumen 1, pág. 3.

[4] Hosta, José de: Crónica de la Provincia de Ciudad Real. 1865. Pág.22

[5] Hervás y Buendía, Inocente: op. cit. págs. 290-291.

[6] Chavarría Vargas, Juan Antonio: “Antropónimos árabes en la toponimia de Castilla – La Mancha: Ciudad Real”, en Tulaytula, pág. 54.

 

Estanislao Z. Navas

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7 COMENTARIOS

  1. Alfonso VIII no se rindió ante Aben Canes, sus caudillos y sus tropas, pero yo si me rindo ante tus explicaciones de la historia de una de las calles de la ciudad y de su conexión con la Atalaya; gracias por sacarme un poco mi ignorancia.

    • Charo, lo dicho en fb, Aben Canes nunca recibió la ayuda de su señor porque desconocía sus peticiones que estaba ocultando el visir, el cual le tenía una envidia terrible por sus heroicidades en el campo de batalla además de los oscuros negocios que ocultaba al propio califa.

  2. Curioso y espectacular. Una calle que pasa desapercibida por su nombre un tanto extraño, y cuanta historia detrás.
    Estanislao, otra buena lección de historia de este barrio de la Morería que por algo le viene el nombre y que pena…como siempre que solo queden restos en la memoria.
    ¿Que tal si reviviéramos aquí los desfiles de Moros y cristianos como parte de nuestras fiestas? A fin de cuentas y salvando las distancias histórica, Ciudad Real y Toledo son «hermanas» en el pasado conjunto de esas tres grandes religiones.

  3. Segis, ¿enemigo de quién? Porque tu nombre tenga origen germánico (seig – mund), el influjo del islam y del judaísmo en toda la Península Ibérica es bien patente. Un poco de respeto por favor, pues si siguen estos comentarios invito a la redacción a que sean eliminados pues sencillamente dañan a la vista y muestran la falta de pluralidad y respeto de su contenido

    • La otra opción,mi admirado Estanislao,es leerlo con el filtro de la ironía puesto en las gafas.

      Yo sé que es complicado.

      Perdón por forzar el malentendido.

  4. Segis, si sólo ironía, acepto la corrección, pero la pluralidad que caracteriza a esta sección y, por ende, a este diario, siempre la tendré por bandera, y cualquier atisbo de falta de respeto hacia ella será por mi parte censurada. En tu caso, reitero, acepto a corrección, pues es mejor, así, y dado que la historia nos da muchas lecciones al respecto, prosigamos con los comentarios sobre patrimonio que es nuestro punto de encuentro.
    Un saludo

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