Día Internacional de la Mujer

UPyD Castilla-La Mancha.- La grave crisis económica que se instaló entre nosotros hace más de cinco años, está provocando uno de los mayores recortes en derechos laborales que se recuerdan en muchas décadas, y como en toda crisis, los más vulnerables son los que más sufren sus devastadores efectos.
opinionEl paro en nuestro país, es el segundo más alto de toda la UE, sólo superado por Grecia que transita en recortes sociales y laborales paralelamente a España. Pero como las estructuras sociales y laborales están configuradas de forma que el acceso de la mujer a este mercado tiene connotaciones diferentes, la escasez de oferta se está dejando sentir más entre el segmento femenino de la población que en el masculino. Según la última EPA el paro en mujeres menores de 25 años, se dispara por encima el 54%.

No obstante, no sólo aumenta significativamente el desempleo entre las mujeres en España, sino que el ofertado es precario. Esto unido a la menor protección social, dificultades para conciliar vida laboral y familiar, acaban por configurar un perverso efecto de la reforma laboral hacia la mujer. Pero el acceso de la mujer al mercado laboral, ha sido una larga batalla iniciada hace siglos.

Siglos de duro y pertinaz trabajo, para lograr la casi utópica igualdad entre hombres y mujeres. Un ímprobo esfuerzo que dio, y sigue dando, importantes frutos y que hoy, debido a los recortes en todas las esferas sociales y laborales, pueden verse seriamente afectados.

Fueron comienzos difíciles, en principio merced únicamente a escasísimas iniciativas individuales de mujeres notables socialmente que, gracias a su desahogada situación familiar, pudieron recibir una educación similar a la de sus coetáneos masculinos.

Habría que remontarse al siglo XVIII aprovechando las revoluciones burguesas de fin de siglo, para conocer los primeros conatos de lucha por reivindicar los derechos de las mujeres, aún sin movimientos organizados, y habría de pasar casi un siglo más para que países más desarrollados de Europa y por supuesto EEUU, fueran escenario de movimientos más organizados de mujeres en busca de la consecución del derecho al voto inicialmente, aunque sin detenerse en este primordial y básico objetivo al que acompañarían importantes reformas posteriores.

Christine de Pisan; María de Gournay; Mary Wollstonecraft (referencia obligada ésta última, de los albores del feminismo del siglo XVIII que dejó clara impronta en el feminismo posterior de Virginia Woolf, de Simone de Beauvoi, Doris Lessing ó Margaret Atwood), hicieron tanto por reivindicar la igualdad social, política e intelectual de la mujer respecto del hombre en similares circunstancias, que las mujeres de hoy (y más aún las nuevas generaciones), les debemos el reconocimiento y la gratitud por haber abierto en su momento, el debate social de la necesidad de considerar a la mujer como un sujeto con iguales derechos (y por supuesto deberes) que los hombres.

Tras ese larguísimo trecho, queda aún mucho por recorrer, denunciando los intentos por desandar lo andado; por retroceder en derechos alcanzados con mucho sufrimiento por parte de quienes nos precedieron. Por eso suenan duras en pleno siglo XXI las palabras de la Directora ejecutiva de ONU mujeres, cuando dice: «la igualdad de género «beneficia a todos» debe ser un objetivo clave «que se debe conseguir»; la discriminación de género es «la forma más generalizada» de exclusión en todo el mundo.

Y si desde el principio de la dura lucha por alcanzar la igualdad de género, era evidente que la educación ocupaba un destacado y privilegiado lugar en la consecución de este objetivo, hoy esta herramienta, la educación obligatoria de las niñas, se convierte en imprescindible para formar en igualdad a quienes serán los ciudadanos, hombres y mujeres del futuro.

Esta educación conlleva además, desterrar prácticas brutales como la ablación que supone una clara violación de los derechos humanos de quienes la sufren, principalmente practicada en África central, aunque no exclusiva de este continente. Según datos de la OMS, más 92 millones de mujeres  y niñas mayores de 10 años, han sido víctimas de esta bárbara práctica.

Sin embargo es la violencia llamada de género, la ejercida contra las mujeres, el tipo de violencia más extendida en todo el mundo. Recientemente la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE (FRA), acaba de realizar la mayor encuesta del mundo sobre este tema entre los Estados miembros, y los resultados no pueden ser más espectaculares: una de cada tres mujeres (aproximadamente 62 millones) ha experimentado violencia física y sexual en algún momento de su vida desde que tenía 15 años, y el 5% (más de nueve millones de europeas) declara haber sido violada.

España sorprendentemente, se encuentra en este vergonzoso «ranking» entre los países en los que el porcentaje de mujeres que han experimentado este tipo de violencia, es menor. Lo cual no es, evidentemente, motivo alguno para bajar la guardia en la denuncia y erradicación (aunque sea una tarea titánica) de esta terrible lacra social.
Los frentes pues, son numerosos; la batalla por alcanzar la ansiada y socialmente necesaria igualdad de género, aún se libra y durará, pero cada día es una oportunidad para dar un paso adelante que entre todas podemos dar en la conquista de este objetivo.

Dejo para la reflexión, estas palabras de Virginia Woolf: «¿Qué es una mujer? Aseguro que no lo sé. No creo que nadie lo sepa hasta que ella se haya expresado en todas las artes y profesiones abiertas a las habilidades humanas».

Luchemos por alcanzar la expresión en todas las artes y profesiones. Este es el reto.

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