La mujer y el poder

Cristina Morales y Mª Rosa Villar. UPyD Alcázar de San Juan.- De los cinco grandes centros del poder la mujer siempre estuvo ausente. Ni estaba ni se la esperaba, porque tenía la puerta franqueada. El poder religioso. Si en nuestro mundo genérico la mujer comparte poder con el varón, en el mundo católico nada hay que hacer.
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Ya no hablamos de Mamas, cardenalas, obispas y ni siquiera sacerdotisas, sino que las monjas, muchas de ellas con grandes valores para la sociedad, son como las mujeres de la limpieza, devotas como ellas solas, obedientes a la autoridad como la que más, autoridad impuesta por la Iglesia, mayoritariamente varones, sin cuestionarse el poder, convencidas de que todo está bien, porque Dios lo quiere, levantando el corazón a Dios pidiéndole por la paz, porque desaparezca el hambre en el mundo, muchas de ellas cuidando enfermos y ancianos, etc. Pero sin cuestionar la jerarquía establecida, porque sería cuestionar a Dios y al Espíritu Santo. Actualmente siguen igual.

El poder militar. Jamás hemos tenido algo que ver con el ejército, solo un papel en la retaguardia durante conflictos bélicos, preocupándose de la ropa, de la comida, de las heridas, etc. Pero existir generalas, coronelas, capitanas….no nunca. La fisiología femenina y la fuerza débil, nunca cuestionadas, eran barreras infranqueables.

Actualmente, en los ejércitos, están entrando en escalones inferiores, incluso adoptando ciertos mandos de responsabilidad. Confiamos que demostrar nuestra valía, en tiempos en los que es la tecnología, y no la fuerza muscular, es la que sostiene y alimenta a los ejércitos.

El poder intelectual. Hubo tiempos que solo éramos las limpiadoras de los Centros de Enseñanza, relegándonos mayormente al cuidado de nuestros hijos y del hogar. La Universidad y los Centros de Investigación se han abierto a la competitividad, porque el cerebro nada tiene que ver con la fisiología. Es donde estamos compitiendo, en buena lid, y ganando muchas batallas. Rectoras, Doctoras y Catedráticas, cada vez más.

El poder político, que siempre ha estado en manos masculinas, sólo por deferencia o por cuotas o por discriminación positiva o por paridad estamos presentes. Muchas de nosotras demostrando no ser peor que los varones o tan buenos o mejores que ellos. Pero los corsés de los partidos obstaculizan el poder mostrar sus valías personales.

El poder económico. Casi siempre hemos sido las únicas administradoras del salario que el varón, con su trabajo fuera de la casa, aportaba a la familia. Pero una cosa es administrar el dinero propio y otra participar e intervenir, tomar decisiones con dinero ajeno. Directoras de sucursales, gestoras de entidades públicas o privadas, etc. En los Centros de Poder económico, la desproporción varón-mujer es manifiesta, pero actualmente esto también está cambiando.

Nuestra lucha ante la igualdad de oportunidades sigue siendo palpable. Aún nos fijamos en la dificultad que tenemos para llegar al poder que el hombre siempre ha tenido con mayor facilidad.

Esperamos y deseamos que el sexo de las personas no intervenga en el acceso a los poderes. El sexo es una característica humana y no una ventaja o desventaja.

Todos nacemos sexuados, varones o mujeres, pero no nacemos merecedores de algo. Los “méritos” hay que “merecerlos” y para merecerlos hay que “ganarlos”.

Por todos ellos seguiremos luchando:

• Trabajando por la eliminación de barreras a la participación de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad luchando contra la discriminación y la segregación en el mercado laboral, contra el empleo precario y el trabajo a tiempo parcial involuntario.

• Abogando por la implicación de los hombres en la defensa de la igualdad, porque el superar las desigualdades y discriminaciones en una sociedad avanzada es tarea de todos y beneficia a la propia sociedad y a la calidad de su democracia.

• Apostando por la igualdad de oportunidades y de trato en el acceso al mercado laboral y la mejora de la representación de las mujeres en los puestos de responsabilidad.

• Promoviendo un cambio en las relaciones de género para conseguir un equilibrio más justo, dada la importancia de la intervención de todos los actores sociales a la hora de promocionar y extender una racionalización de horarios que impulse la conciliación entre vida personal, laboral y familiar que no debe considerarse sólo como una defensa de la mujer, sino una apuesta por una sociedad más equilibrada y más justa.

• Defendiendo que las mujeres adultas, en plenitud de derechos y obligaciones para tomar decisiones sobre su maternidad, no deben ser penalizadas por interrumpir su embarazo en un plazo consensuado, ni perseguido quien ayude a hacerlo en condiciones sanitarias adecuada.

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