Pactar con el diablo

Rafael RoblesNo dejo de mirar esta fotografía con absoluta fascinación. No me interesan los cuatro políticos que, desde su púlpito, explican la sempiterna propaganda y que rejitan los consabidos mensajes vanidosos sobre lo bien que trabajan mientras sus glándulas sudoríparas expulsan ambición y ansias de poder; más bien me atraen e inquietan sobremanera las gentes que les escuchan:

Observo sus camisas pulcramente planchadas de las que deduzco vidas ordenadas, contemplo la rigidez de sus posturas de las que infiero espíritus disciplinados que finalizaron los estudios de bachillerato (sin haber sido los primeros de la clase), y miro sus cabellos tintados que me dicen que les obsesiona el qué dirán y que asisten puntualmente a la misa dominical a la hora en que toda la iglesia huele a eau de parfum; es obvio que no son perroflautas desaliñados, ni pijiprogres con complejo de culpa —y con camisetas del Che—, ni ecologistas fumadores de opio, ni desempleados que han perdido la esperanza, ni jubilados que mantengan a sus hijos en paro, ni hipotecados, re-hipotecados o desahuciados; ni jóvenes del 15-M. Pero lo que me cautiva es escudriñar lo que sucede en sus mentes:

¿Por qué estos espíritus selectos se someten a otros más vulgares? ¿Qué les habrá conducido a dedicar parte de su existencia a escuchar vaguedades predecibles? ¿Por qué parece que disfrutan serenos de las medias verdades en un ámbito de continua falsedad? ¿Por qué su buena voluntad para con los embaucadores? ¿Por qué están incapacitados para decir que “no” a sus dirigentes que, enloquecidos, insisten una y otra vez en el error?

Les supongo insensibles a la creación literaria pero con fijación con las críticas negativas a su partido en los periódicos digitales de la región. Les pienso moralizantes, falsamente tolerantes y con vocación frustrada de archicapitalistas, lo que les convierte en liberales de boquilla y en conservadores… de su patrimonio. Les imagino provincianos que asombrarían en Madrid por lo bien enterados que están y su gran destreza en repetir consignas —saben que en política repetir lo que todos piensan es un síntoma de superioridad, no de inferioridad intelectual—. Les creo reverenciando a sus líderes pero sin consaguinidad de espíritu, y es que la postración sin cargo de conciencia es el mejor medio para alcanzar las migajas del poder algún día.

Cuando se alcance dicho día, estas gentes que escuchan obnubilados —con sus camisas pulquérrimas, sus posturas estrictas y sus cabellos disfrazados— habrán cumplido con la máxima de Weber, a saber, “quien se mete en política, es decir, quien accede a utilizar como medios el poder y la violencia, ha sellado un pacto con el diablo”.

La antorcha de Diógenes
Rafael Robles
http://www.rafaelrobles.com
@RafaelRob

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6 COMENTARIOS

  1. O sea, que prejuzgas a la gente por cómo lo ves de espaldas y por dónde se sientan. No merece la pena conocerlos, ni hablar con ellos, ni que te digan lo que piensan…que a lo mejor llevas razón, pero creo que el prejuicio, y más en un profesor, no es bueno. De esto deduzco que prejuzgas a tus alumnos: al perroflauta, al estudioso, al que va a misa…y en función de eso ya sabrás si son «buenos» o «malos»…El ejercicio bueno ahora sería que prejuzgan los demás de tí, que se imaginan cuando te ven.

  2. Esta foto podría ser la de cualquier sede política. Con una clá entregada y que se deja los problemas en casa para no «salirse de la foto». Que cuando uno va a la sede va a «genuflexionar» y poco más.

    En el caso dela foto que mencionas, yo alucino cuando hablo con personas muy cercanas al PP, porque son infinitamente más críticos y feroces que yo con su propio partido, al que abonan una cuota y al que votan con fervor pero echan pestes en privado y muuuy privado, no vaya a ser…

    Al PP le pasa lo contrario que a Adolfo Suárez cuando decía: «los españoles me quieren, pero no me votan los cabrones».

    Desde luego, les envidio a los del PP. Yo querría ser dueño de una franquicia que vendiera los helados podridos y que siguiera teniendo los índices de ventas por las nubes. Sería la leche… Aquí, tras estar dos años en los medios con los casos de corrupción más escandalosos de la democracia, no se ha movido un solo sillón. Es para hacérselo mirar…por los que están de espaldas…

  3. […] ESCUCHAR ¿Por qué estos espíritus selectos se someten a otros más vulgares? ¿Qué les habrá conducido a dedicar parte de su existencia a escuchar vaguedades predecibles? ¿Por qué parece que disfrutan serenos de las medias verdades en un ámbito de continua falsedad? ¿Por qué su buena voluntad para con los embaucadores? ¿Por qué están incapacitados para decir que “no” a sus dirigentes que, enloquecidos, insisten una y otra vez en el error? LEER EL ARTÍCULO COMPLETO […]

  4. Como madrileño afincado en Segovia no sé qué hago suscrito a sus feeds desde hace tanto tiempo, ni cómo llegué a descubrirle en un principio, solo sé que desde entonces me encanta leerle.
    Es una pena que la situación política, económica y social se torciera tanto porque me encantaban sus artículos centrados en la educación y además me servían para mantener vivo mi interés por la filosofía, pero me alegro de que personas tan despiertas como usted se impliquen en la realidad y no se limiten a divagar sobre el sexo de los ángeles.
    Temas locales como este también sirven para ejemplificar la debacle ideológica que estamos sufriendo en toda España.
    Gracias

  5. Tal vez a la hora de hacer una disección de los rasgos que presupones en personas que juzgas por las apariencias, estás evocando tus propios demonios, sin contar, como ya dijiste, que en Ciudad Real nos conocemos todos, incluido tú.
    Las vueltas de tuerca las haces en un sentido, y si giras demasiado acabas trasroscado o fuera de onda.
    Te creía más inteligente.

  6. Veo la foto del personaje. Y pienso que lleva unas gafas de funcionario de plaza segura, nada brillante, que no consiguió acceder a la Universidad al carecer de padrinos y no tener el nivel suficiente. Que ahora se desahoga en un radicalismo pequeñoburgués -esas gafas- Ese mohín del gesto denota un cocepto de autoconfianza, de superioridad, de creerse más que los demás. La vanguardia leninista que guiará a los pobrecitos y que, si pudiera, aplicaría la guadaña con los pares con los que no coincide.

    Y hubiera sido capaz de hacerlo también con un pixel.

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