Letras de La Mancha, IV

Ángel RomeraLa Mancha entra en la gran historia con la Segunda Guerra Púnica. Derrotados en la primera tras 23 años de lucha, los cartagineses habían renunciado por fin a su parte de Sicilia y empezaban a buscar en Hispania una alternativa, más incómoda y lejana, para sus ideales imperialistas. La República romana, por su parte, había salido del conflicto con la primera de sus provincias fuera de Italia y buscaba consolidar su recién adquirido poderío marítimo más allá del mar Tirreno.

Esa misma situación vendría a repetirse ya en la Edad Media, cuando Sicilia e Hispania fueron invadidas también por pueblos africanos, en este caso musulmanes, para luego ser recuperadas por pueblos europeos.
Perdido el dominio marítimo, Cartago empezó a tomarse en serio la formación de un sólido cuerpo de ejército, esta vez de infantería. La tarea se encomendó a la prestigiosa familia de los Barca. Cuenta el historiador Apiano que Amílcar, tras haber sometido a los Numidas en Libia, se dirigió junto a su cuñado Asdrúbal a Gades (Cádiz) el 237 a. de C. y, tras cruzar el estrecho, empezó la invasión devastando el Este de Andalucía, ocupado por diversas tribus turdetanas herederas de la cultura tartesia, para luego pasar a combatir contra Lusitanos yVettones al norte y bajar a la meseta para atacar a Oretanos y Celtíberos manchegos.
Primero acabó con el régulo Istolacio, quien unos creen era un general céltico mercenario al servicio de los Turdetanos y otros un aristócrata oretano de origen celta; lo torturó y dejó que sus guerreros, en vez de suicidarse, esclavizarlos o sacrificarlos como era lo habitual, se unieran (bajo la costumbre de vasallaje guerrero que ya hemos descrito) al ejército vencedor. Luego invadió Extremadura derrotando a Lusitanos y Vettones y volvió a la meseta, no queriendo superar las estribaciones de la Sierra Central. En La Mancha lo esperaba ya una coalición de tropas celtíberas al mando del hermano de Istolacio, Indortes, a quien también derrotó en Sierra Morena espantando a su ejército con sus terribles elefantes. Como su hermano, fue torturado, cegado y crucificado, y los mejores guerreros que no quisieron suicidarse o ser esclavizados fueron a engrosar el ejército de Amílcar. Asumió entonces la defensa hispánica contra los cartagineses el caudillo oretano Orissón, único general que, ante el panorama previo, decidió utilizar estrategias en vez de meras batallas campales. Le fue bien, pues fue el único que en Hispania logró derrotar y matar a Amílcar liberando del asedio a Heliké, probablemente la actual Elche de la Sierra, en la actual provincia de Albacete, el 228 a. de C.
Para evitar la amenaza de los elefantes, Orissón se ofreció falsamente como mercenario al enemigo y urdió que una manada de toros o bueyes con astas de fuego fuera conducido de noche al campamento enemigo; allí se los azuzó en estampida para que se diseminasen incendiando tiendas, asustando a los elefantes y provocando el desconcierto y la confusión. He aquí, creo yo, el origen de la tonta tradición del toro de fuego que tiene lugar todos los veranos el día de la Pandorga; como se ve, tendría más bien origen culto y no popular.
El testimonio de Apiano matiza, sin embargo, que en vez de toros se utilizaron carros incendiados tirados por bueyes y arreados contra el enemigo; Amílcar habría perecido en la refriega y no ahogado en el ríoMundo, como cuentan otros. Fue la primera derrota de los cartagineses en Hispania. El siempre fiable Polibio, sin embargo, omite estos detalles legendarios y dice que, aunque logró derrotar a Amílcar Barca, había pactado con él engañándolo y traicionándolo. Coinciden Frontino (II, 4-7) y Apiano.
Para superar este revés, los cartagineses enviaron un segundo ejército al mando del cuñado de Amílcar, Asdrúbal; llevaba con él a otro Barca, el famoso general Aníbal. Fundó Qart Hadasht, Cartagena, excelente puerto natural, consagrado al dios Melcart, puerta occidental a través de Murcia y Albacete de La Mancha, y se unió a los restos del ejército de Amílcar, que habían conseguido la alianza de los Oretanos. Es más, ayudado por los púnicos que tenían relaciones con los íberos a través de sus factorías comerciales en la costa, tejió una red de alianzas en La Mancha para reclutar mercenarios celtíberos, mostrándose más diplomático que Amílcar. Asesinado Asdrúbal el 221 a. de Cristo, Aníbal Barca lo sucedió y cambió la estrategia; aliado con los Oretanos por medio de su matrimonio con la princesa Himilce, hija del régulo Mucro de Cástulo, al otro lado de Sierra Morena, de quien tuvo a un tal Aspar, quizá con descendientes actuales entre nosotros.

Aníbal decidió marchar hacia donde no se había atrevido Amílcar y subió para asediar Helmantiké (Salamanca) y Arbucala (Villalazán, en Zamora), para luego enfrentarse a los pueblos aliados de la ciudad iberorromana de Sagunto, los Carpetanos o manchegos del norte, quienes atrajeron a su bando también a Vacceos y Olcades para enfrentarse el 220 a. C. contra Aníbal a las riberas del Tajo, en Colmenar de Oreja, en la raya entre Madrid y Toledo. Aníbal derrotó con su caballería ligera numida y sus elefantes a esta enorme coalición y destruyó las ciudades carpetanas, vacceas y olcades, sometiéndolas en adelante a tributación en hombres y especies. La Carpetania ya no se volvió a levantar como otros pueblos prerromanos hispánicos: fue arrasada y luego sustituyó el yugo cartaginés por el romano. Por último se dirigió a Sagunto, ciudad ibera aliada de Roma, la asedió y la conquistó en el 219 a. C., iniciando con ello la Segunda Guerra Púnica.
Muchos manchegos marcharon con Aníbal en su descabellada expedición a través de la Galia y los Alpes, integrados como mercenarios en su ejército, y se dejaron la vida en Italia y el norte de África. El relato de la gesta fue sin duda magnificado porque la historia de la misma la escribió quien lo venció, Escipión; Aníbal debía ser un general carismático, con algún talento militar, pero no pudo aprovechar sus oportunidades y, sin duda, no habría podido conquistar Roma con su pequeño y heterogéneo ejército, tan cansado y dividido como las tropas de Alejandro lejos de su patria.Hay que rectificar la idea de La Mancha de esos tiempos que tenemos; no era como ahora. En sus ríos había nutrias y castores y en sus bosques abundaban las ardillas, los linces y los lobos. Por las montañas volaban águilas, azores y quebrantahuesos, y en sus ríos pescaban los osos y bebían venados, bucardos, ciervos, cabras hispánicas y una modalidad particular de cerdo rojo, el cerdo manchego. Abundaban más las sabinas, las encinas y los pinos mediterráneos y se exportaba a través de Cartagena el esparto. Particularmente lamentable es que se perdieran los longevos bosques de sabinas, cuya excelente madera fue una maldición para la especie en Castilla. Hoy apenas quedan algunos ejemplares en Guadalajara.

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Ángel Romera

http://diariodelendriago.blogspot.com.es/

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4 COMENTARIOS

  1. Pero La Mancha cartaginesa, sería ya otra cosa y otro nombre. Oretania, Carpetania, Olcades del Sur o lo que fuera. Más aún si en ese territorio primigenio «En sus ríos había nutrias y castores y en sus bosques abundaban las ardillas, los linces y los lobos». Cuando Mancha designa el secarral de la tierra yerma de un Medievo muy seco.

  2. Por supuesto. Ubi sunt? Todas esas cosas forman parte no material de lo que somos: son historia, cultura y todas esas cosas que decaen y fenecen. Et in Arcadia ego.

    Me tomo el trayecto con paciencia; ya me introduciré en la Baja Edad Media, pero no logro resignarme a pasar antes por los visigodos y los moros. He tomado muchas notas a lo largo de dos decenas de años que tengo acumuladas en un rincón del ordenador, esperando que las «ordene» de verdad. Pero a su tiempo, a su tiempo… Juan Ramón Jiménezx quería escribir dos poemas sobre las formas puras de la sensibilidad, Espacio y Tiempo, pero solo pudo concluir una: Espacio; le faltó Tiempo…

  3. A por la siguiente entrega. Aunque por cómo describes el entorno, al final vas a hacer como Luis Mario: historia de una destrucción, en lo que se refiere a la naturaleza…y más.

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