Colores Nude-Tierra- Pardo

José RiveroSi es posible la Prolepsis pictórica, tratando de entender y ver la Pintura Contemporánea desde los trabajos materiales de los siglos XVI y XVII,  de El Greco, y entendiendo por ello a Manet desde el cretense o a Picasso desde las telas de Theoteocopuli; ¿qué podremos decir del desnudo? ¿Cabe la Analepsis, igualmente Pictórica, de saltar de las carnes contemporáneas, zarandeadas y bruñidas, a las piezas adormecidas de Venus, Danaes y Afroditas, de Tiziano, Giorgione  o Botticelli? También las Evas y Salomés, formuladas desde la soledad  de la piel ¿Cuál es por tanto el paralelismo existente entre el desnudo artístico en la Pintura Histórica y el desnudo contemporánoa: ya pornográfico, ya pictórico, ya publicitario, ya cinematográfico?

Puede que a estas alturas, el llamado como color ‘Nude’ no sea propiamente un color estricto, ni un estilo de vida ‘natural’ propuesto por la pasarela de moda o por la revista de tendencias, sino un valor social ascendente que nos persigue y nos acosa. Valor cultural en ascenso que pregona tanto la confusión cromática creciente en las sociedades dominadas por cierta ceguera esencial, como la no menos creciente dictadura de la piel.

r_08-TIZIANODANAE1553 Y no es cierta, por ello, la afirmación poética de Paul Valery al respecto, de que ‘Lo profundo está en la piel’. Porque la piel, más allá de la razón poética, sólo habla de lo móvil y de lo caedizo, de lo voluble y de lo huidizo, de lo cambiante en suma. Como puede extraerse de la lectura, justamente, de la novela de Curzio Malaparte llamada ‘La piel’, un texto para describir que todo lo que cambia después de un guerra sostenida, lo hace como la piel, que cambia y muta; se arruga y se mancha. De igual forma que, más allá de la praxis lingüística, tampoco es cierta la afirmación poética de Jorge Guillén de que ‘Lo profundo es el aire’; afirmación de estirpe poética que prolongara en forma pesada Eduardo Chillida, con piedras monumentales y muy esforzadas. No hay profundidad, pues en la piel ni en el aire. Sólo hay juegos lingüísticos. Igual que los hay, cuando Willy Gompertz, director de arte de la BBC, habla del toque autodidacta y formula como un arrebato cromático: “una paleta de ocres dorados, verdes abigarrados, marrones chocolate, rosas brillantes, rojos y amarillos”. Un caudal de sensaciones ciertas y de inseguridades no menos ciertas.

Una dictadura de la piel, que hace prevalecer lo superficial y lo efímero, frente a lo profundo anterior, o lo que aspiraba a permanecer y durar; como ya hiciera y desvelara Alain Finkelkraut en su texto ‘El imperio de lo efímero’, dando cuenta de la irresistible liviandad de lo contemporáneo. Obsérvese además el creciente modelo cultural de valores intangibles, de temas intocables y de asuntos indeterminados; como demuestra la proliferación de declaraciones de Bienes de Interés Cultural a elementos Inmateriales, Inestable y Pasajeros. Antes se declaraban y protegían piedras y capiteles, cuadros y esculturas, ahora se protegen y declaran aires huidizos, bailes concluidos, fiestas rotatorias y aromas cambiantes de un campanario inexistente.r_11GiogioneVenusdresde

De aquí al color ‘Nude’ hay sólo un palmo, que es el que dicta la desaparición de las advocaciones cromáticas estables, como colores físicos del melocotón, de la vainilla, de la crema, del visón, del marfil, del hueso o del tono beis. Ahora, frente al fruto, el batido, la dentadura, la entraña o la especia, optamos por definir la piel visible como un ‘neo-color’ total de la piel. Demostrando la obsesión contemporánea por el desnudo, como fijara lejanamente Jean Brun en su trabajo de 1973 ‘La desnudez humana’, donde anotaba con acierto que “la desnudez es la más profunda máscara del hombre”. Con lo cual volveríamos a la profundidad del desnudo y a la visibilidad de la piel. Pero la piel, ¿de quién? Porque parece claro que la tendencia del color ‘Nude’ no es la de un hombre/mujer de color negro, rojo o amarillo; de cualquier otro color que no sea el blanco. Un blanco de piel que, pese a todo, no es tal sino otra forma de fijar el eurocentrismo y la exaltación de lo ario (¡…!).r_MANTE-OLYMPIA

Y es que el ‘Nude’ es un color similar al tono de la piel coloreada por el bronce solar. Este tono, como dicen los manuales de frivolidad “es un color imprescindible que nunca pasa de moda y que nunca falla”. Y de aquí el éxito de los fondos de maquillajes, de zapatos y de conjuntos con esa pátina coloreada. Incluso la ilusión/ficción de un desnudo aparente y consentido en parte, que otorga ese atributo cromático que quiere confundir la funda del saco con la piel del fondo del saco. Que finalmente, es ‘la piel en que se habita’.

Olvidando en paralelo, que hay otra dimensión del color ‘Nude’ que lo relaciona con los tonos tierras, los sienas, los ocres y los tostados. Otro catálogo posible de colores terrosos, lo desarrolla Alberto Corazón en su obra ‘Damasco suite, somos imágenes’. “Un betún oleoso del Mar Muerto, asfalto para conseguir un pardo reluciente, bermellón, una pasta de mercurio y azufre, amarillo de azafrán del Yemen, azul de piedras de cobalto, el lapislázuli de Afganistán, verdes de arsénico, claro y oscuro, de malaquita egipcia. Como el naranja del alazor con el que tintaban las envolturas de las momias”.r_1456f2fc1da88ae8993bb10c600c7031

Es decir no sólo la piel desnuda, sino la tierra descubierta y no menos desnuda y abertal. Esa es la visión de Laborde cuando anota en su ‘Viaje al calor’: “y luego está la tierra o las tierras, pues toda esta llanura está como llena de remiendos pardos, atabacados, castaños, albazanos, según anden en roturación rastrojera o barbecho”. Por lo que pasaríamos del ‘Nude’ al color ‘Pardo’. El cual es desvelado por el DRAE como “el color de la tierra o de la piel del oso común”. Aunque la falta de rigor cromático de la definición proponga el color ‘Pardo’ como un  “intermedio entre blanco y negro, con tinte rojo amarillento, y más oscuro que el gris”. Es decir que bajo el faldón protector el color ‘Pardo’ acoge casi toda la paleta de Velázquez aunque sea más la utilizada por Gutiérrez Solana, para desenmascarar al severo y estirado gris. Que es otra suerte de color desvaído o de color desvirtuado. O desvirgado. Por ello se alude, indistintamente, a lo grisáceo como a lo carente de color visible y como a lo  “intermedio entre blanco y negro”. Esto es la grisura y el color ‘Mate’. Un color ‘Mate’ que Vicente Verdú contraponía al color ‘Brillo’; cuando bien cierto es que ni lo ‘Mate’, ni el ‘Brillo’ son colores propios, sino atributos del acabado y de su superficie; es decir de la piel y por ende del color ‘Nude’. Por lo que habrá tanto una piel ‘Mate’, como una piel ‘Brillo’.r_mulberrycaraportada

Hay otra designación de lo ‘Pardo’ que menciona no tanto al color deslavado, como a las virtudes elementales, encanijadas y disminuidas, de lo rústico, de lo rudo, de lo zafio y aún de lo grosero. Eso es lo que acontece con la acepción de ‘Gramática parda’; expresión coloquial que designa habilidades del iletrado y que por ello suele ser peyorativa y aún despectiva. Sobre su origen, algunos apuntan al dato de  que, en la sociedad estamental, el ‘Pardo’ era el color  de lo que no tenía color, y que identificaba a los estratos más bajos de la sociedad, miembros de la clase baja, sin formación académica, a quienes se les atribuía, justamente, la tan ponderada ‘Gramática parda’. Otro origen puede haber sido derivado de  la acepción ‘Lengua parda’ o también `Lengua del diablo’, que era la forma en que se conocían los métodos contables empleados por los principales comerciantes venecianos

r_paleta-de-colores-otoñoEmparentando pues, lo ‘Pardo’ con lo cateto, que habla ya del ‘lugareño palurdo’. Un lugareño, el palurdo, con prevalencia del hombre rural o rústico; al fijar su procedencia preferente del campo y de las aldeas. Aunque no sea cierta esa caracterización, y haya individuos toscos y groseros en las más grandes ciudades y en éstas se cimente también la tosquedad, la ruindad y la grosería.

Completando con ese movimiento el viaje circular de la ‘celebrity’ afamada vestida precisamente de color ‘Nude’ y el rústico vestido de color apagado o de color ‘Pardomonte’, como se decía del “paño ordinario usado en el siglo XVIII, para capas de artesanos”. Y haciendo evidente, que todos los colores y sus brillos, acaban tornándose en tonos mate. Que no es sino el color ‘Muerte’, o el color de la Muerte.

Periferia sentimental
José Rivero

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6 COMENTARIOS

  1. La del color NUDE por excelencia, que preside nuestra TIERRA y que algunas veces parece salida del PARDO, ha dicho:

    «Agitar banderas de rebeldía contra todo lo que sea concordia creo que es un error y si, además, tienen como protagonista la necesidad de abordar una segunda transición hay que plantearse si es para destruir la primera y todo lo que hemos logrado construir porque esa transición fue política pero sobre todo social».

    Lo dice la Secretaria General del partido investigado por la trama Gürtel que aún se las tiene que ver con Bárcenas.

    Desde luego, alguien debería cambiar de vez en cuando el aire en la Fundación FAES. Lo respiran y se vuelven conspiranoicos.

    Está haciéndole el trabajo a los de Comunicación de PODEMOS. Como dice Gonzalo en otro artículo ¿Se puede estar peor de lo que ya estamos?

    En fin, qué articulo más chulo!!! Como siempre.

  2. Pues sí, enormemente excluyente la metonimia. Para los iconos de la moda el nude -color piel o color carne, que era como lo llamaban nuestras abuelas- los negros, rojizos o amarillos deben carecer de piel. Merkel y los de su etnia aria vencen siempre, aunque el delantero Muller tenga una tarde garrafal. El elitista mundo del glamour no les otorga ni el discreto segundo plano donde Manet coloca a la fámula negra en su Olympia. Y pensar que nos hemos pasado media vida vituperando al genio de los Jackson Five por desteñirse su preciosa piel chocolate .Y sin aplicarle una miserable atenuante.No tenemos perdón.

    • Hay otro tema fascinante C. la política del color. Que no es igual al color de la política. Camisas pardas, camisas negras, banderas rojas, camisas azules, proponen identidad y continuidades mal resueltas. De Garibaldi a Lenin, pasando por Primo de Rivera y por Joseph Goebels.

  3. Los desnudos tienen la significación que les da su contexto y la mirada, en tu caso opulenta, que los acaricia. Más simplemente, el desnudo representa el pecado en la Edad Media: nuestros primeros padres, o uno de los siete pecados capitales (antes eran ocho), la lujuria. Porque el hombre medieval era un pecador; en el renacimiento el contexto varía: el antropocentrismo y la vuelta de la cultura clásica hace de la mujer una Venus; se disfruta de la vida por puro epicureísmo; el hombre ya no es una mierda parda, sino un apolo al estilo del David de Miguel Ángel, un hebreo retratado como un griego. En la poesía, además, transforman a la mujer en un ídolo africano, pero ebúrneo (ser moreno de piel era indicación de bajo linaje) con pelaje de oro y piedras preciosas en ojos y flores en la cara, por no hablar de otros lugares, anticipando a Archimboldo. De los colores amarillos y enfermos del desnudo medieval pasamos a las rollizas coloradotas de Rubens, «gran poeta de los ojos», como Marino era «un gran pintor de los oídos», que escribió Lope. De ahí, pasando por Veláquez y Goya, al coño peludo del Origen del mundo de Courbet o las decadentes vampiras de Munch, a las cariñosas maternidades de Klimt o a las frías y cálidas pieles de Picasso, antes de que acostarse con una de sus madonnas de Aviñó fuera más peligroso que estrellarse en una cristalería, como la replicante de Blade Runner; no mencionaré las pálidas mujeres fatales del celuloide a blanco y negro. En cuanto a los colores, es tema demasiado extenso el que abordas; habría que mirar los repertorios iconológicos de Cirlot y Chevalier, que tengo pero no me voy a poner ahora a buscar. De los colores está hecho todo, desde los escudos nobiliarios hasta los de los equipos de balompata. Sería destejer el arcoíris (ahora se puede escribir así).

    • Bien cierto todo ello Ángel; yo solo quiero anotar una cosa más, el vínculo del desnudo con el sueño, que ya había tocado en otro texto.»Con todo ello, con la entronización del Mundo (laicidad, espacios exteriores y posiciones sedentes) en la órbita de los sueños representados, van a aparecer además toda la secuela de representaciones de un nuevo género: el de las Venus yacentes o tendidas, como prolongación de los atributos femeninos que prolonga el Sueño con el comercio sexual del ‘Sâkab’. No será por tanto la inauguración del desnudo, ya que éste se había utilizado con fines alegóricos o morales, sino la visualización del cuerpo desnudo de la mujer en posición yaciente propicia para el intercambio carnal o propicia para ser observada. Así serían los casos paradigmáticos, de Tiziano o Giorgone, con su serie de Venus y Danae, de mediados del siglo XVI, a las que ha revisado con detalle y atención Félix de Azúa y de las que ha fijado una duda: “Puede que duerman y puede que no…Se diría que es una figura atemporal, pero tuvo un comienzo y, seguramente, tendrá un final”. Es ese el hilo que revela la conexión de las series de Venus y Danaes con el sueño: puede que duerman o puede que no. Puede, incluso, que finjan un sueño corto para complacer al observador. Aunque estos sueños, caso de existir, se representan como sueños diurnos que habría que contraponer, al sueño por antonomasia, esto es el sueño nocturno.

      • El tema de las Danaes o bellas mediodurmientes da mucho juego, no solo en pintura (recuerdo la mujer dormida a la luz de la luna de Picasso), sino en literatura. Cierto que en la modernidad el tema se despoja de sus moralidades y se vuelve más esencial o primitivo; en el caso de Danae, la lectura alegórica es la de la venta por la lluvia de oro y, por tanto, dos pecados: la lujuria del que paga y la codicia de la que gana. El hambre de oro es equivalente al hambre de la carne, hambres de materia y no de espíritu. El cuadro de Tiziano está lleno de signos: la fidelidad dormida en la persona del perro, la desnudez de la cortesana frente a las vestiduras de la sierva, etc… y la lluvia de humo que corporeíza la sustancia abstracta. La carne es humo dormido, decía Ángel Crespo. El soneto «Insomnio» de Gerardo Diego, considerado uno de los mejores suyos:

        Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
        Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,
        y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
        Tú por tu sueño, y por el mar las naves.

        En cárceles de espacio, aéreas llaves
        te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
        cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
        que alce hasta ti las alas de mis aves.

        Saber que duermes tú, cierta, segura
        —cauce fiel de abandono, línea pura—,
        tan cerca de mis brazos maniatados.

        Qué pavorosa esclavitud de isleño,
        yo, insomne, loco, en los acantilados,
        las naves por el mar, tú por tu sueño.

        Algo de esto hay también en «Después del amor» de Miguel Hernández; «el amor, pálido y solo».

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