La Mancha en agosto

Fermín Gassol Peco.-
Hoy el sol cae a plomo en esta tierra,
angosta y agrietada está su alma,
pendiente de un futuro siempre incierto
ausente de frescor y de esperanza.
Sometida al aire enjuto de una crisis,
que montada sobre sus lomos, la atenaza.

Solo allá en el horizonte se adivinan,
diminutas motas verdes de racimos,
que dentro de unos días, en setiembre,
serán cosechados y en lagares hechos vino.

La Mancha en estos días, pleno estío,
muestra su pajiza y seca piel recién segada,
en la espera que una reja fecunda la penetre,
para volvernos a dar el pan y la esperanza
empapando desde el cielo los sembrados
abonando la ilusión de otro mañana.

Mientras llega la esperada sementera,
rebaños de ovejas, desde el alba la pastean,
levantando tras sus pasos unos nimbos polvorientos,
suspendidos entre la tierra y el sol en las majadas.

Tierras de veredas, caminos y cañadas,
tierra plana, tierra firme, tierra ancha,
tierra a veces, demasiadas, no apreciada.

Luz temprana, luz entera, luz anclada,
Gente amable, gente humilde, gente llana.
Así son las tierras, las personas y el verano
en esta inmensa llanura que es La Mancha.
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