Hasta cuándo con las tablillas

Eugenio Sánchez. Afiliado UPyD Valdepeñas.- Un año más, como muchos anteriores, en estas fechas surgen las discrepancias sobre el precio de la uva, entre oferentes y demandantes. Los primeros que quieren maximizar el precio de su producto y así su beneficio y los segundos tratan de abaratar el coste de su materia prima, siendo esta premisa imprescindible para que su negocio también presente una buena cuenta de resultados.
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Estas interminables disputas vienen provocadas por el contexto en que se desarrollan estas negociaciones, esto es, un mercado en el que concurren muchos y pequeños oferentes que tienen que vender su producto y muy pocos y grandes demandantes que compran ese producto, en resumen, un mercado imperfecto.

Hablamos de un mercado en competencia perfecta cuando, tanto el número de oferentes, como el de demandantes es elevado, de manera que ninguno de ellos puede influir en el precio de equilibrio. Así, en este caso, el propio mercado mediante lo que Adam Smith denominó “la mano invisible” alcanza ese precio de equilibrio que satisface tanto a oferentes, como a demandantes.

Este no es el entorno en el que se desarrolla el mercado de la uva, donde los numerosos oferentes-agricultores pequeños- han de aceptar el precio que le imponen los pocos demandantes -grandes bodegas- convirtiéndose aquellos en aceptantes de un precio de mercado que le viene dado y que en ningún momento refleja el precio real al que estarían dispuestos a vender una vez cubiertos sus costes, y que también satisfaría a demandantes, aunque provocase una merma en el beneficio de estos últimos. Es lo que se conoce como Monopsonio.

Otra casuística de este mercado, es una característica de los productos perecederos y es su baja elasticidad oferta-precio. La elasticidad oferta-precio de un producto, es la variación en la cantidad ofrecida del producto, ante variaciones en el precio. En el caso de los agricultores, observamos que no se producen modificaciones en la cantidad ofrecida ante variaciones del precio, así el comprador goza de total autonomía para imponer un único precio.

Cuando la oferta precio no es elástica también ocurre el efecto paradójico de que ante años de buenas cosechas, en los que deberían incrementarse los ingresos, se produce el efecto contrario de reducción de este, debido a que el efecto natural de que un aumento de oferta reduce el precio de mercado, en este caso es tan grande la reducción del precio que el ingreso total disminuye.

Varios son los factores que hacen que los productos agrícolas tengan esta nula elasticidad oferta-precio y en especial son el tiempo y el elevado coste de almacenamiento.

Respecto al tiempo, un agricultor que va a vender su producto al mercado, puede encontrarse con precios altos, pero no tiene más cantidad que vender, o con precios bajos en cuyo caso también ha de vender la cantidad de que dispone. Así tenemos una oferta totalmente inelástica, ya que la cantidad que se vende no experimenta variación aunque varíen los precios.

Respecto al almacenamiento, en el caso de estos productos que son perecederos y no pueden ser almacenados, los productores no pueden reaccionar ante cambios en el precio ya que no pueden guardar sus productos a la espera de que los precios sean más ventajosos.

Así, si los agricultores quieren defender el precio de sus productos y concurrir al mercado con mayor capacidad de negociación, han de solucionar estos problemas de los que adolece este mercado y esto solo pasa por la creación de cooperativas de elaboración, donde ellos puedan almacenar su producto y solucionar el problema del factor tiempo, pudiendo adaptarse y aprovechar en su favor las oscilaciones del mercado.

Esto no es una solución de hoy para mañana, si no que es una apuesta firme de futuro, pero que sin duda, permitirá a las nuevas generaciones de agricultores un mayor protagonismo en el desarrollo de la actividad agrícola de la comarca.

No deja de ser paradójico que, habiendo tenido cooperativas importantes en Valdepeñas, estas hoy en día se encuentren con las instalaciones abandonadas, mientras los productores se lamentan de la situación
Creo que todo esto requiere un rato de reflexión y no obstante, como no todo el monte es orégano, hay que pensar cual podría haber sido el destino de la actividad agrícola de la comarca de Valdepeñas, sin la existencia de estas empresas elaboradoras que son capaces de absorber toda la producción de cada cosecha y que además asumen los riesgos que suponen ser empresario cada día.

 

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