Villa Real: Del Topos al Logos (XLV)

José RiveroDesmontada la secuencia Arquitectura/Belleza sólo quedaba un reguero posible para avanzar, visto pues como la ‘Belleza terrible’, que fuera interrogada por Romero Fernández (‘Ciudad Real imágenes de un pasado reciente’, Villa. Real 1255, n° 3), al plantearse la significativa cuestión; “¿qué es estéticamente más bello, la arquitectura que como ejemplo nos muestran las fotografías del reportaje, o por el contrario, las que se realizan en la actualidad?”.
Actualidad que, a juicio de Antonio Tabucchi, está lejos de cualquier renacimiento de forma o de palabra y más cerca de la moral del espectáculo. Dicho esto hace años por el escritor italiano desaparecido, ¿qué diríamos hoy sobre la moral del espectáculo, que nos domina y nos recorre?

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Antonio Tabucchi

Por todo ello, se concluía con un balance diferente. La nueva ciudad entrevista como epifanía del cambio material, se reconoce más como emblema que cómo método. Los hábitos ciudadanos de la nueva cultura democrática se han desarrollado en ciudades y espacios heredados de otra cultura política, sin que el ejercicio de dichos hábitos democráticos se haya revelado en la práctica capaz de transformar la espacialidad recibida. Coexistiendo nuevas actitudes civiles, culturales y sociales, con las realidades de la vieja ciudad paralizada. Y por vieja ciudad, habría que entender no tanto a la estructura física como soporte de la actividad urbana, cuanto al discurso legitimador que encubre razones instrumentales de la lógica del rendimiento inmobiliario y de la usura patrimonial.

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Francisco Gil-Ortega

Podría decirse aún más, que el proceso de control democrático del poder político local, no ha tenido su prolongación en el proceso de control democrático de la producción del espacio. Y así ocurre de hecho, que la  lógica de  producción del espacio edificado y sus rendimientos económicos siguen escapando al control político y  social, diluyendo dicha lógica su apariencia de eficacia social en beneficio de la opacidad de su  control. Bajo tal situación, no parece adecuado hablar de nueva ciudad; habría que entender que bajo tal denominación se formula únicamente un proceso de renovación edificatoria. Renovación que se formule en aras del ornato urbano, de la salubridad pública o de la higiene domés­tica, pero que encubre la lógica última del rendimiento edifica­torio del suelo.

La nueva ciudad, no es tanto un concepto de ciudad nueva como la figuración visual de la vieja ciudad. Figuración que no oculta en su aspecto pulcro y neutro las miserias de la vieja ciudad. Fingir el cambio, cuan­do éste no existe, es casi tan perverso como pensar que el cambio sólo precisa la mutación de las apariencias, para que sea efectivo.

La ficción de esos cambios figurativos tuvo un destacado episodio en 1998. Cuando, con toda la solemnidad requerida para la ocasión, se anunciaba que el Ayuntamiento procedería a la ‘Reconstrucción de las 7 puertas desaparecidas’[1]. Propuesta que coincidía con las formuladas, años atrás por José Luís Aguilera en el debate del nuevo Ayuntamiento y  de los retornos historicistas a lenguajes prístinos del pasado, valga la repetición, y a los que tan aficionados son algunos colectivos destacados y señeros del vademécum local. Incluso, ahora y desde plataformas políticas análogas y muy próximas, se establecía una pomposa y orlada Comisión Asesora, formada por diversos ‘ciudadanos expertos’ en la Epifanía Urbana.  ‘Ciudadanos expertos’ que no tuvieron reparos en sumarse al monumental equívoco y al disparate arqueológico y arquitectónico. Donde, curiosamente, destacaba, un publicista habitual de ‘los pesares del recinto amurallado’, pero que no ofrecía objeciones al disparate restaurador.rv_ptc

Como si en 1998, y en los años sucesivos se hubiera levantado la veda del pleonasmo y del anacoluto, como iremos viendo. Como si en 1998, y en los años sucesivos, al rebufo del calor inmobiliario, ‘todo estuviera permitido’ en la renacida ciudad, ‘porque todo estaba en venta’. En esa aceleración hacia el pasado, se llegaba a afirmar por parte del Alcalde, Francisco Gil Ortega, que “antes de junio estarían acabadas dos de las siete puertas”. Puertas imaginarias y renacidas, que serían reconstruidas con una somera documentación gráfica y constructiva, sin saber el exacto sitio y la escala real de sus intenciones civiles y artísticas. Eso sí contando con financiación de la Diputación Provincial gobernada por el Partido Popular en ese momento, con asesoramientos de cierta ‘crema de la intelectualidad’, y con algún docto Instituto de Estudios Locales, como argumento intelectual de peso máximo. Reconstrucción de las Puertas Históricas, que dieron para un texto, entre irónico y afirmativo, de Emilio Arjona que denomina como ‘Las puertas de la discordia’[2]. Un discordia fútil y rara, toda vez que al no existir puertas que llevarse por delante, no se entendía de que discordia hablábamos.

[1]  El Ayuntamiento reconstruirá las 7 puertas desaparecidas’. La Tribuna, 30 de diciembre de 1998.

[2] ARJONA E. ‘Las Puertas Históricas de la discordia’. Crónicas de La Mancha, 30 de enero 1999.

 

Periferia sentimental
José Rivero

 

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