Fermín Gassol Peco.- El Armando al que me quiero referir no es el protagonista de una película de los setenta interpretada por ese gigante del celuloide que fue D. Alfredo Landa. Las obsesiones de otros muchos” Armandos” y “Armandas” tienen hoy sus particulares vertientes y se encuentran vigentes en múltiples escenarios de nuestra sociedad.
La obsesión en sicología se define como aquella idea recurrente que de manera persistente asalta la mente. Si esta idea produce fijación puede llegar a producir alteraciones anímicas lo cual es ya más grave porque estaríamos pisando terrenos de siquiatría. En cualquier caso es una experiencia negativa y dolorosa para el siquismo porque somete la totalidad de las capacidades de una persona a la machacona esclavitud de una parte de ella. Desde la obsesión por el aspecto físico a las fijaciones de carácter político o religioso, pasando por las de carácter deportivo que suelen ser más livianas aunque a veces más duraderas en el tiempo.
Las obsesiones por el aspecto físico suelen tener su aspecto más leve en ese permanente culto al cuerpo, en esa vigilancia hacia la estética a la que hoy damos tan elevado valor. Vienen después las graduaciones en estas “esclavitudes consentidas y promocionadas” en las que dedicamos mucho tiempo y dinero a conformar un físico agradable, atlético y armonioso. Hasta aquí podemos decir que se tratan de obsesiones no nocivas. La cosa se complica y mucho cuando “el coco” deja de mandar en todo esto y empezamos a ver en el espejo del cerebro figuras que no son reales.
Lo de las obsesiones políticas tan peligrosas y letales en el pasado se han convertido hoy en obsesiones más civilizadas, “de salón” que de otra cosa, lo cual es de agradecer. Son aquellas que hacen referencia, por ejemplo, a la fijación que pueda tener el gobernante a la hora de mostrar la incapacidad para gobernar, cargando las culpas de su falta de acierto sobre el contrincante político, su padre, su abuelo o el mismo General Espartero.
Como en el caso anterior estas obsesiones tienen también sus grados. Las hay que corresponden a obsesiones calculadas, interesadas y sobre todo conscientes pero también las hay que son fruto de fobias incontroladas e irracionales. Sin embargo tanto en las obsesiones físicas como en las políticas lo que subyace es un gran problema de inseguridad personal.
Y dejo para el final las obsesiones deportivas por aquello de quitar hierro. Estas obsesiones suelen ser en general de carácter expansivo y no suelen llegar a afectar al siquismo en la mayoría de los casos. Van desde las que puedan tener los entrenadores y defensas durante dos o tres noches pensando cómo demonios van a poder parar a los Messi, o Cristiano, hasta los que, cuando juegan en Europa los dos equipos antitéticos de España por antonomasia, prefieren que ganen los Inter y Cía cuando se enfrentan a ellos. El único problema de estas obsesiones es que duran mientras vive el que las goza o padece, según se mire, aunque tengan la virtud de ser la muestra de fidelidad aunque excesiva a unos colores; quien escribe que es un fiel seguidor de Osasuna aún no ha tenido ocasión de saber en qué consisten.