Inmersión en los vicios del hombre actual: el más difícil todavía de Onírica mecánica

J. Carlos Sanz.- La fascinación que rodea a los montajes de Onírica mecánica es un aliño indispensable a la hora de degustar sus propuestas. El público sabe que va a presenciar algo distinto de lo habitual, que todo  tendrá sabor a sorpresa, son comensales de la imprevisibilidad y hay hambre porque aún sea posible quedarse asombrado con las artes escénicas.
circo1
La compañía dirigida por Jesús Nieto ha encontrado en el teatro de autómatas y la manipulación de objetos su hábitat apropiado, un código dramatúrgico irrenunciable a los principios de la sencillez, pureza y autenticidad. Allí se mueve como pez en el agua y no extraña que cualquier espectáculo de la compañía murciana sea un éxito asegurado para la sala que lo programa dejando un buen sabor de boca a los asistentes. Así pudo constatarse el pasado fin de semana en La Sensación, la sala de teatro  independiente comandada por Miguel Muñoz, que durante los días 30-31 de enero y 1 de febrero acogió con éxito “Circo submarino”, uno de los montajes más premiados y laureados en la trayectoria de Onírica Mecánica.
circo2
La mecánica, valga la redundancia, es sencilla pero les funciona. Una escenografía a lo arte povera, usando materiales reciclados se las arreglan para construir un circo en toda regla, una función tragicómica por el elenco de acróbatas y seres extraños que allí se dan cita. Está Fiu, el hombre prisa, un ser hecho de alambre que siempre falla en su propósito por llegar cuanto antes a todos los sitios, por ser el primero, por ir a toda pastilla obviando que “la velocidad destruye la belleza que hay en el camino”. Y el público cae en la cuenta de que este “circo de fracasados” es un espejo donde se reflejan todas las miserias humanas. Fiu como perfecta metáfora de ese individualismo atroz por querer ir a contrarreloj por la vida, sin profundizar en las cosas que vivimos, pasando de puntillas por las situaciones, consumiendo pasos sin saber a dónde dirigirse, apresurados hacia ninguna parte, inventando paredes para separarnos del otro, cultivando palabrería para huir del silencio. Sin embargo, los latidos indican que el miedo es una constante en el corazón del hombre como así atestigua la luz roja insertada en el armazón del autómata que cuelga en la parte frontal de este circo crepuscular.

circo3En este repertorio de seres averiados es el turno de Nada la mujer invisible, recreación de ese vacío que aterroriza al hombre actual. No hay forma de verla por más que se esconda debajo de esas piedras que como una constelación de nihilismo dan vueltas sobre la parte superior del circo. Sumergidos en este mundo oscuro, en esta estética tenebrista que rodea a “Circo submarino”, el presentador saca de la jaula a los hombres-pulga, dispuestos a acometer grandes proezas, vanidosos por naturaleza porque a ellos nada se les resiste, pueden con todo. Pero en este ocasión, los hombres-pulga no son capaces de obedecer con el cometido, se rebelan, se sublevan, tratan de escapar y hace falta un esfuerzo titánico por volverlos a enjaular. A fin de cuentas, el hombre siempre será un ser minúsculo en esto de la creación por mucha importancia que nos demos, por más que pensemos ser los reyes del mambo en el proceso de la vida.

Un montaje satinado de reflexiones existenciales, donde el escurridizo sentido de la vida  martiriza al público como un martillo percutor, en el que Jesús Nieto- con ese trabajo actoral de gestos  parsimoniosos- muestra sutilmente la decadencia moral, la podredumbre ética como santo y seña de la sociedad en que vivimos.

Pero antes de acabar la función, el más difícil todavía. El hombre de hielo, el escapista de la insensibilidad, el Houdini dispuesto a liberarse de las cadenas de la indiferencia. Comienza la cuenta atrás, la tensión crece conforma pasan los minutos, hay problemas para escapar y se precisa ayuda extra. Toca que desbastar ese monolito de hielo en el que nuestro escapista está encerrado, el tiempo pasa y la atmósfera se vicia de angustia. Definitivamente, el hombre de hielo se queda a medio camino en su intento por salvar los pantanos de la insensibilidad. Las luces se apagan, el espectáculo se ha acabado, nada ha salido como se esperaba en circo submarino, en esta función de desatinos, en este despropósito que es el ser humano, prisionero de sus mezquindades y defectos, de un ego que distorsiona cualquier intento de acercamiento honesto.

Ahí quedan abandonados y en silencio los autómatas sobre la lona destartalada para recordarlo. Y el público sale de la función con una sensación agridulce. Encantados de haberse asomado al pozo de la condición humana pero estupefactos por ver su rostro deformado.

Relacionados

ESCRIBE UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí


spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img