Un menda que sabía de esto de los libros: «Las palabras de la tribu», de Francisco Umbral

palabrasmarginalesUna vez en la tele (lo vimos nosotros), el ínclito Dragó le preguntó al no menos ínclito Umbral que si le apasionaba la lectura (o algo así le preguntó), y Umbral le dijo que se había dejado la vista leyendo libros (o algo así le contestó).La prueba de que lo que contestó Umbral tiene que ser verdad la tenemos en este volumen publicado por Planeta en los años noventa. Este libro no debió de venderse mucho, pero la verdad es que ilustra un huevo. Es como una guía de la literatura española del siglo XX sobre poco más o menos. El mesetario Umbral cuenta aquí cuáles fueron sus libros favoritos, pero también nos narra con ese estilo inconfundible (como dicen los esnobs estos que hay ahora tantos) la vida y el carácter de los escritores de un siglo. Aquí Umbral no se corta un gramo. francisco umbralUmbral no se corta nunca, y menos cuando ya ha llegado donde tenía que llegar y se ha hecho amigo de la gente que corta el bacalao. Así cualquiera. El tío coge y pone verde al primero que se le pone por delante. A Pío Baroja lo deja que no vean ustedes, y al señor Salvador de Madariaga, joder, que dice que es tonto en cinco idiomas, al señor Ayala ─escritor centenario que duró más que un martillo metido en aceite─ también lo pone que no hay por donde cogerlo. Resulta que a la final al señor Umbral parece que le gustan pocos escritores. Claro, como él es el mejor de todos, los desprecia a casi todos. Bueno, a Felipe Trigo lo deja en paz, al gallego este que no me acuerdo cómo se llama (ah, sí, Cunqueiro es su blasonado apellido) lo pone por las nubes, a su amigo Cela también le pasa un poco la mano por la chepa. Reconocemos que a Umbral le vamos perdiendo un poco la afición, por no decir el gusto, por no decir el respeto. Ese estilo suyo de como que hablo en un bar de pueblo pero para gente instruida ya casi empieza a cansar. Demasiado libro escribió el señor Umbral. Muchos le salieron bien, algunos no tanto (como a todo el mundo, coño), pero ya uno tiene la impresión de que sabe lo que va a leer antes de abrir otro volumen de él. Sus novelas son demasiado poéticas, sus artículos periodísticos parece que le recuerdan a uno lo tonto que es uno, y sus cuentos no los hemos visto nunca. Seguiremos comprando sus obras en el mercado de segunda mano, y seguiremos poniéndolas aquí, por si alguno se decide a dejar de torrarse los sesos con la hierba jamaicana y le da por alimentar el cerebro con la prosa de un menda que, no obstante, sabía.

Emilio Morote Esquivel
Palabras marginales

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3 COMENTARIOS

  1. Le has visto el punto flaco a Umbral: que es un característico. Me encanta leerte, porque se ve que has leído. Tal como le escribí en el artículo de la wikipedia, lo de Umbral es costumbrismo, pero antiburgués; esa paradoja le funciona, porque expresaba su íntima disyunción de hijo natural desclasado, pero la estiró demasiado. Sin embargo nada podrá negar su gran talento como estilista o poeta en prosa.

  2. Has ido a citar uno de los trabajos más insufribles de Umbral, que repetiría actualizando los contenidos de ‘Las palabras de la tribu. De Rubén a Cela’, algo más tarde en 1997, con el correspondiente Diccionario de autor de editorial Planeta, sobre ‘Diccionario de Literatura española 1941-1995. De la posguerra a la posmodernidad’.
    Y ello, por su enorme arbitrariedad y por el exceso de frivolidad con el que trata el panorama de las letras hispanas, antes y después. Sólo caben filias y fobias o si se quiere una Historia Personal a su medida. Ahí está el caso que citas de Baroja, pese a copiar parte del título ‘Cesar o nada’ de 1912 con su ‘Leyenda del Cesar visionario’. Como hiciera, por otra parte, con el mismo título de ‘Las palabras de la tribu’ copiando al Valente de 1971.
    Que haya que demonizar a las vacas sagradas, está bien y es necesario como ejercicio critico; como acaba de realizar, por otra parte, Gregorio Morán con su ‘El cura y los mandarines’.
    Pero que se dedique más extensión a Vizcaíno Casas o a Corín Tellado, que a Juan Benet y Javier Marias, parece prueba de bajeza moral y de miopía literaria o de vendetta interpuesta. Por muchos ‘Episodios nacionales posmodernos’ a los que aspirara iluminar y ornamentar, provisto de bufanda, barra de pan y adjetivos sicalipticos.
    Ejerció de dandy con ‘negritas’ en la creencia de ser Alejandro Sawa redivivo, cuando sólo era un chico provincias que escribía en la bohemia apacible de los periódicos, iluminado al atardecer por el glamur de Pitita Ridruejo.
    Lo recuerdo en Ciudad Real, dictando conferencia otoñal en el IES Beato Juan de de Ávila , sobre otro tótem umbraliano, como fuera Gómez de la Serna.

    • Ya se ve, Pepe, que te sulfura, pero no deberías dejarte coger en ese juego, ya que lo que hace Umbral es sencillamente «épater le bourgeois»; por eso, por ejemplo, inventa, a lo Borges, un género literario tan mínimo como la errata llamado Lola Flores, otra burla al mandarinazgo cultural que delata su intención. Tiene un sexto sentido para lo snob o, como digo en el citado artículo de la Wikipedia, «la epidermis oculta de la actualidad». Es ese talento que tiene Umbral para transformarse en un niño muerto en el bautizo, en un niño muerto en el entierro y en el niño de penalty en la boda etc… es precisamente aquello en que consiste su grandeza y demérito de dandy con lamparones. Se lo tenía muy sabido… Y ya se ve que tú también, como yo y como Emilio, lo hemos leído con avaricia. Además, aparte de follador compulsivo y politoxicómano, era un degeneradillo. Ahora le han descubierto el padre, pero eso y otras cosas vamos a dejarlas, porque tengo que corregir exámenes.

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