República o Monarquía, ¿puede sernos indiferente?

Javier Fisac Seco.- Se puede ser republicano sin vivir en un Estado republicano? Ser republicano es un modo de pensar, de sentir, de vivir. Una ideología y un sistema de valores que emana de la Declaración de derechos y se afirma como negación de deberes para con ningún dios o autoridad.
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Por tanto no es imposible ser republicano sin tener una república, cuando se puede sentir como republicano y, por tanto, porque garantiza la alternativa permanente, incansable, frente a la monarquía o cualquier otra forma teocrática o totalitaria de gobierno.

En diciembre de 1933, poco después de que la derecha, CEDA y los radicales de Lerroux ganaran las elecciones, Ortega y Gasset publicó un artículo que llevaba por título “¡Viva la República!”. El triunfo de las derechas produjo la sensación de que la República estaba en peligro. Al margen de las profundas diferencias que se puedan tener, con razón, con Ortega, nos interesa la importancia que daba en su artículo a la República como única forma de gobierno capaz de modernizar España.

“Creo firmemente, decía, que estas elecciones contribuirán a la consolidación de la República. Pero andan por ahí gentes antirrepublicanas haciendo vagos gestos de triunfo o amenaza y de otro lado hay gentes republicanas que sinceramente juzgan la actual situación peligrosa para la República. Pues bien: suponiendo que con alguna verosimilitud sea esto último el caso presente, yo elijo la ocasión de este caso para gritar por vez primera, con los pedazos que me quedan de laringe: “¡Viva la República!”…(El Sol, 3 de diciembre de 1933).

¿Por qué sigue siendo necesario ser republicano? Tal vez porque los dirigentes socialistas de la generación del interior, no de la que vivió en el exilio, los Felipe, los Guerra…, como los comunistas de Carrillo, y su estado mayor, traicionaron hasta la posibilidad plebiscitaria de restaurar la IIª República o, en su defecto, instaurar la IIIª, como aprobaron los republicanos en el exilio. La traicionaron porque acataron, humillante y vergonzosamente, una monarquía creada por Franco, el imperialismo norteamericano y el Capitalismo internacional, de común acuerdo. Ellos son sus actuales protectores junto con su inseparable, necesario y secular aliado, la Iglesia católica.

Una monarquía sin soberanía nacional, porque su soberanía quintacolumnista reside en el extranjero: en la Sexta flota norteamericana y el Ejército, en la oligarquía financiera internacional y en el Estado Vaticano. Si la República fue posible en Portugal y en Grecia, también hubiera sido posible en España. Y hubiera sido posible porque el imperialismo y el capitalismo necesitaban normalizar la situación política española para normalizar la integración de España en su sistema económico y estratégico.

Por necesidad, estaban dispuestos a ceder. Pero para que uno ceda el otro tiene que presionar, sabiendo que el que cede necesita ceder si quiere normalizar su situación. La oposición no arriesgó nada. Consintió todo. Y no sacaron nada porque la Iglesia, el Ejército y los franquistas se adaptaron perfectamente a la monarquía parlamentaria sin hacer ni una sola concesión. Y conceder hubiera significado renunciar a posiciones de privilegio. Que siguen detentando. Como si no hubiera pasado nada.

Socialistas y comunistas, sus dirigentes de entonces, al traicionar a la República crearon la falsa ideología de que las formas de gobierno son accidentales, como si cualquier forma de gobierno tuviera los mismos valores, la misma ideología, los mismos fundamentos y objetivos. Cualquier forma de gobierno no es compatible con los rasgos que hacen distintiva la republicana: la lucha por la felicidad, las libertades, la igualdad y la emancipación económica.

Por ser éstas sus señas de identidad es tan importante ser republicano porque ese es el primer paso que hay que dar para luchar por las libertades, por la propia libertad aunque sea individual e intelectual. Sin dar este primer paso nunca podremos transformar la correlación de fuerzas favorable a las libertades. Ser republicano significa compartir una misma característica con la Declaración Universal de Derechos, que ambas son universales, porque los derechos no son privilegios de nadie.

Por eso republicanos pueden y deben ser, para garantizar su propia libertad, los progresistas, los anarquistas, los socialistas, los comunistas, proletarios, clases medias, la Esquerra, los de “Podemos”, las feministas, las abortistas, los homosexuales, los de “Ciudadanos”, los ecologistas, hedonistas, librepensadores…y los jóvenes. Los jóvenes tienen que entender que para garantizar su libertad, que hoy está en peligro, sólo pueden ser republicanos. Cualquiera que haya decidió dar el paso hacia su propia libertad sólo puede ser republicano. ¿Por qué?

La republicana es la única forma de gobierno compatible con los derechos de los ciudadanos y el desarrollo natural y libre de la sociedad. La monarquía, al ser una creación de origen teocrático, asociada sin excepción con los poderes autoritarios y absolutistas de la aristocracia y clase dominante, es anterior a toda declaración de derechos, separación de poderes y origen popular o nacional del poder que, inevitablemente, tiene una organización democrática. Por sus valores, orígenes e intereses son dos formas de gobierno antagónicas. Qué representan las repúblicas?, qué representan las monarquías? Es indiferente, hoy, ser monárquico o republicano? Es irrelevante la distinción entre estas dos formas de gobierno?

Tres son los rasgos políticos, ideológicos y sociales que diferencian las monarquías de las repúblicas: el laicismo, poder del pueblo, frente al clericalismo, poder del clero; la soberanía popular/nacional frente a la soberanía de origen divino y la Declaración de Derechos individuales frente a la Declaración de Deberes de toda doctrina religiosa, cristiana o musulmana. Y esta diferencia es fundamental. No en vano toda afirmación de gobierno monárquico está asociada a una religión monoteísta. Y viceversa, toda afirmación de gobierno republicano viene asociada a la defensa de las libertades que, por su propia naturaleza, es una defensa laica y anticlerical.

Desde los orígenes teocráticos de las monarquías, allá por el tercer milenio antes de nuestra era, hasta las monarquías parlamentarias, en la actualidad, la teoría del poder desarrollada por el pensamiento político, cristiano o musulmán, la forma monárquica de gobierno está asociada con el absolutismo. Y no podía ser de otra manera porque el fundamento religioso de las monarquías no admite que sus súbditos sean sujetos de derechos sino, solamente, de deberes.

Ya cuando la república romana es sustituida por el Imperio, los emperadores al suprimir las asambleas populares como origen de la soberanía del poder de los magistrados, tuvieron que buscar en otro lugar el origen de su poder imperial. El recurso fue la divinidad. Hasta llegar a proclamarse a sí mismo divinidades. En esta búsqueda de legitimación, más allá de la soberanía popular, encontraron en el cristianismo la fuente legitimadora de su poder.

A partir de aquí, los papas, en primer lugar, acompañados por los filósofos o teóricos del pensamiento desarrollaron esta teoría del origen divino del poder asociada a las monarquías, desde diferentes puntos de vista y con diferentes matices. Ya San Agustín, a partir de las teorías de San Pablo, empezó a desarrollar esa teoría en beneficio de la Iglesia. Le seguirían los papas Gelasio I, con su teoría de las dos espadas, Gregorio VII en su “Dictatus papae”; Bonifacio VIII en su bula “Unam sanctam”, Pío II en la suya “Execrabilis”.

Y continuarían los luteranos, calvinistas y teólogos católicos. Entre estos podemos destacar tres jesuitas: Mariana, Suárez y Santarelli con su expresivo libro “ De concordia sacerdocii et imperii”, que contiene la teoría clerical sobre la alianza entre teocracia papal y monarquía absoluta. Pero no fueron los únicos, puesto que desde posiciones laicas se justificaron las monarquías como las que mejor representaban el poder absoluto. Bodino y Bossuet Francia, Jacobo I, Hobbes y Filmer en Inglaterra, a los que acompañaría, un siglo después, Burke. Sin olvidar a los españoles: Saavedra Fajardo autor del libro “Concepto de un soberano cristiano”, 1940, Valderrama autor de “Instituciones políticas”,1645, o el mismo Quevedo autor de “Política de Dios”, 1626.

12 de abril de 1814, Fernando VII es restaurado amparado por el “Manifiesto de los Persas: La monarquía absoluta… es una obra de la razón y de la inteligencia; está subordinada a la ley divina, a la justicia y las reglas fundamentales del Estado; fue establecida por derecho de conquista o por la sumisión voluntaria de los primeros hombres que eligieron a sus Reyes… Por esto ha sido necesario que el poder soberano fuese absoluto para prescribir a los súbditos todo lo que mira al interés común y obligar a la obediencia a los que se niegan a ella. El deseo medio que debemos pedir, trasladando al papel nuestros votos, y el de nuestras provincias es, con arreglo a las leyes, fueros, usos y costumbres de España… Que a este fin se proceda a celebrar Cortes con la solemnidad y en la forma en que se celebraron las antiguas… que se suspendan los efectos de la Constitución y decretos dictados en Cádiz y que las nuevas Cortes tomen en consideración su nulidad, su injusticia”…

La lista la podríamos prolongar citando a todos los papas y algunos otros autores defensores de la monarquía y su alianza con la Iglesia. Jaime Balmes y Donoso Cortés, entre otros, pilares del pensamiento tradicionalista seguidos de todos los carlistas…hasta el día de hoy. En nuestro tiempo se siguen cultivando estas teorías teocráticas, monárquicas y antidemocráticas en instituciones simbolizadas con nombres como el del jesuita “Mariana”, por ejemplo. Con lo que se nos muestra la persistencia del pensamiento tradicionalista en las instituciones actuales. Centros de formación intelectual y política del pensamiento monárquico y reaccionario de la derecha española.

Las monarquías son una garantía de retroceso y contrarrevolución simplemente porque sus raíces, sus fundamentos ideológicos y sus intereses están el pasado. Las repúblicas son garantía de libertad porque se fundamentan en la Declaración de derechos. Las republicanas se presentan como consecuencia necesaria frente a estas teorías monárquicas a partir de una reivindicación fundamental, cuyos precedentes los encontramos en las experiencias políticas inglesas desde la Edad Media: la declaración de derechos individuales. No existe república que no se construya a partir de esa declaración de derechos contra la imposición de deberes de las monarquías clericales.

Más importante que la separación de poderes e incluso que el sufragio universal, que en sí mismo no contienen ni garantizan las libertades individuales, es esa Declaración de derechos porque en ellos se contienen todas las libertades necesarias para que cada individuo viva en libertad y son la garantía contra los enemigos de la libertad. Que actúan desde la legalidad para reducir el ejercicio de las libertades hasta obstruirlas.

Actualmente las monarquías parlamentarias son la consecuencia de un consenso entre fuerzas antagónicas. Las tradicionalistas y reaccionarias, representadas por las monarquías, y las fuerzas del progreso, cuya forma ideal de gobierno es, por coherencia, republicana. Qué significa este consenso? No otra cosa que un estado de preparación para dar el salto a la superación del contrario. O dicho sencillamente, por parte de las fuerzas que representan las monarquías, la preparación de la contrarrevolución para acabar con las fuerzas del progreso.

Y esto se puede hacer, hoy, de una sencilla manera, utilizando la legalidad legislativa parlamentaria para ir vaciando de contenidos tanto la declaración de derechos como el Estado social y de bienestar. Durante el siglo XIX se hizo en todos los parlamentos europeos. Y ya lo están haciendo. En Europa. En el caso de España están tratando de instaurar el nacionalcatolicismo sin necesidad de Franco ni de dar un golpe de Estado. Todas las leyes, como la penalización de las libertades en el Código Penal, que está aprobando el clerical Partido Popular, van precisamente en esa dirección restauradora del franquismo clerical. La monarquía garantiza ese proceso contrarrevolucionario, desde la legalidad, porque está identificada con esas fuerzas. Y esa es la función de la monarquía.

La transición española no fue otra cosa que la democratización de la propia Dictadura como salida necesaria de esa forma de dominación impulsada por parte importante de los propios beneficiarios de la Dictadura: la Iglesia, representada por el Estado Vaticano y en menor medida por la mayoría franquista de la Conferencia episcopal española, los Estados Unidos y el Capitalismo internacional, con la excepción de la mayoría de los mandos militares y del franquismo sociológico, integrado por falangistas y católicos, reorganizados en Alianza Popular y, posteriormente, disfrazados de demócratas en el Partido Popular. En conjunto las fuerzas políticas, ideológicas y económicas del franquismo se actualizaron democratizando su forma de dominación en la forma monárquica de gobierno.

Precisamente porque con la “transición” se garantizó la supervivencia del franquismo, su recomposición, su lucha por conquistar el Poder utilizando el sufragio universal contra la libertad, y su objetivo de restaurar su ideología católica contra la Declaración de derechos individuales, para frenar este proceso contrarrevolucionario es necesario ser republicanos.

Porque estamos exactamente en la misma situación que cuando la CEDA, Confederación Española de Derechas Autónomas, del católico Gil Robles, dirigido por el Vaticano, ganó las elecciones en 1933 y acto seguido puso en marcha el programa del Vaticano de liquidar las conquistas que la República puso en marcha durante el bienio de Azaña: la ley de reforma agraria, el Estatuto de Cataluña y la Ley de Congregaciones religiosas por la que la enseñanza toda se declaraba laica.

Por eso el clero odiaba y sigue odiando la República y cualquier libertad. Y con razón porque están construyendo un monopolio escolar en cuyo ámbito se están formando las nuevas generaciones bajo el sistema sadomasoquista de valores cristianos, negando los fundamentos ideológicos republicanos: la Declaración de Derechos individuales. Como en la época de la CEDA, la ofensiva clerical contra las libertades está siendo descarada y desvergonzada. Que nadie se haga ilusiones. Que escuche, simplemente, lo que cada día declara cada obispo: la revancha contra las libertades morales. Por eso en la defensa de las libertades morales nos estamos jugando todos todas las libertades de cada uno, conquistadas hasta hoy. Esa defensa debe hacerse y sólo puede hacerse como republicano. Es la única garantía.

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2 COMENTARIOS

  1. República laica siempre, pero si necesidad de estridencias ni rupturas que traigan consigo consecuencias desmedidas.

    No hace falta ahora mismo evocar la Francia de las guillotinas. España es un país maduro donde la mayoría no quiere monarquía, ni es religiosa, pero quiere a los Borbones fuera de manera pacífica. A través de las urnas.

    Los datos hablan: de 47 millones de españoles, el 60% quiere decidir el modelo de estado en referéndum y, de 47 millones, solo una sexta parte se declara católica (8 millones). Otros 39 millones son de otras creencias, ateos o agnósticos y no tienen ningún reconocimiento.

    Ojalá y este proceso de descomposición del bipartidismo termine en un nuevo panorama político donde, mediante referéndum democrático, se pueda votar una nueva constitución que establezca una república occidental moderna que copie lo mejor de las repúblicas occidentales, que sea realmente laica (con absoluto respeto a todas las creencias) y que elimine leyes electorales como la actual que solo beneficia a los corruptos y nacionalistas.

    Ojalá y lo veamos en unos años.

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