Guardias y ladrones

Fermín Gassol Peco.- “Lo que no se llevan los ladrones, aparece en los rincones”. ¿Recuerdan cuando jugábamos a guardias y ladrones? ¡Qué tiempos aquellos en los que la imaginación paríaentretenimientos así, a pelo, sin recurrir a ninguna maquinita! La creatividad sin recursos al poder.
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Hoy sin embargo, algunos de estos juegos siguen existiendo pero resultan ser mucho más sofisticados y ya no se disfrutan en la calle, en las plazas o en el campo… sino en el ordenador, fabricados por un computador que nos hace correr, saltar y escondernos, sin movernos de la silla.

Lasdos historiasque paso a relatar no vansobre juegosde cacos, sino sobre ladrones de verdad, aunque alguno parezca que jugara a serlo por la forma de actuar. Y es que como todo se ha vuelto demasiado zafio, los cacos también se han hecho más vulgares y menos exigentes con ellos mismos. Antes, cuando la policía tenía menos medios técnicos, algunos ladrones que eran unos fenómenos, eso sí entregados a una causa equivocada, se atrevían a dejar algún detalle a modo de firma para que la policía supiera de quien podía ser la obra. Era la forma entre petulante y temeraria que tenía el ladrón de insinuar que era más listo que sus perseguidores,aunque al final, el gato siempre cogía al ratón.

En el primero de los casos, los ladrones son como unos ratoncillos y resultan ser entre ridículos y “medio simpáticos” por la torpeza de sus acciones y por el escaso monto de sus botines. Y es que lo primeroque ha de tener en cuenta el ladrón a la hora de robar es no hacerlo nunca estando nervioso, o ponerse de esa guisa cuando se encuentra realizando la faena, que faena al cabo es. Es lo que le sucedió a un atracador del tres al cuarto que una vez conquistado un pequeño botín, hecho un “manojo de nervios” se dejó olvidado otro manojo, el de las llaves del coche que tenía aparcado para salir huyendo; o aquél que olvidó la pistola encima del mostrador, emocionado en cuanto vio dos euros juntos…o el infeliz que se dejó el móvil en una mesa de la oficina que había desvalijado. La policía en este caso lo tuvo si cabe aún más fácil. Marcó el teléfono de su amiguita y ésta contesto, ¡hola cariño!…lo demás fue algo parecido a eso de coser y cantar…en este caso, con la amiguita costurera.

El segundo es un caso entre exceso de confianza, familiaridad y falta de memoria unidos. El de un ladrón que se dedicaba a robar cables de cobre en la urbanización de las unifamiliares a medio terminar y donde él mismo ya vivía. El caco entraba por las ventanas y se hacía con el género. Pero sucedió lo inevitable; como algunas de las viviendas se encontraban deshabitadas y todas eran iguales no debió saber en cuál de ellas se encontraba creyendo estar en la suya; total que se dejó las llaves olvidadas en el salón de la… última que robó, claro está. Cuando el propietario entró en su casa encontró las llaves del caco tiradas en el suelo del salón. La policía también lo tuvo “tirado” esta vez. Cogió las llavecitas y fue casa por casa hasta que…la llave hizo ¡guá! al igual que una canica, en la cerradura. El caco se encontraba sentado tan ricamente en su salón. No tuvieron que decir nada más que buenas tardes tenga usted. Las tardes se las dieron, las llaves, no.

En este caso también se acabó cumpliendo el ya referido refrán popular:“lo que no se llevaron los ladrones apareció en los salones”.

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