Un homenaje a los yeseros de Carrión de Calatrava

Multimedia.- Los miembros de la Asociación Naturalista Tablas de Calatrava de Carrión de Calatrava, acompañados de numeroso público, tuvieron la suerte recientemente de revivir el proceso de armado y quemado de un horno de yeso tal y como se hacía antiguamente.
yeso
Carrión fue famosa por sus yeseros, que estuvieron hasta la década de los 70, y durante 150 años, surtiendo de este material a la provincia.

El proceso comenzó dos semanas atrás con la extracción de los terrones de yeso y culminó con el armado y quemado del horno. Para ello, contaron con la imprescindible colaboración de algunas personas que todavía conservan en su memoria los conocimientos necesarios para llevar a cabo este oficio tradicional tan arraigado en nuestro pueblo.

“El principal objetivo de esta actividad ha sido hacer un pequeño homenaje a los yeseros de nuestro pueblo y, desde estas líneas, damos las gracias a nuestros yeseros por haber compartido con nosotros su sabiduría y habernos dejado revivir este oficio tan duro y que, de alguna manera, es una de las señas de identidad de Carrión, ya que son muy pocos los pueblos que han realizado esta forma de minería a cielo abierto”, indican en la Asociación.

La extracción de yeso se ha realizado desde hace unos 150 años hasta la década de los 70 del siglo XX. El número de familias que se dedicaban a esto llegó a ser de más de 40 y llegaron a contar con la figura de un alcalde pedáneo. En Carrión de Calatrava, se ha llevado a cabo fundamentalmente en la finca conocida como los Praos. Al tratarse de una finca privada había que pagar a los dueños una cantidad de dinero por cada uno de los hornos que se quemaban. Cada familia solía tener tres o cuatro hornos ya que había que aprovechar los meses de verano para producir la mayor cantidad posible de yeso y dejar un retén para venderlo en invierno cuando debido al encharcamiento de los Praos no era posible la extracción.

El yeso obtenido era conocido como yeso negro, debido a su color gris y según nos cuentan era de muy buena calidad adquiriendo una gran dureza después del fraguado.

El proceso empezaba con la elección del terreno más apropiado guiándose por la experiencia y el color blanquecino del terreno. Una vez elegido el terrero, después comenzaba la extracción cavando a banco, y socavando el terreno desde abajo para provocar la caída de los terrones que se sacaban y se ponían a secar durante una semana aproximadamente, ya que si no estaban secos se corría el riesgo de que el horno se aplanase y esto implicaba volver a rehacerlo y además un descrédito entre los yeseros.
Era muy importante tratar de sacar los terrones lo más enteros posible. La tierra de arriba, llamada la cabeza, es de color más negro al ser rica en materia vegetal y debe ser eliminada para quedarnos con los terrones de yeso de un color mucho más blanco. Este proceso se realiza con ayuda de un pico especial para ir socavando el terreno. Los terrones de mayor tamaño reciben el nombre de armaderas y los más pequeños menudillo.

La siguiente operación era armar el horno poniendo sucesivas capas de terrones hasta que se cerraba por la parte superior formando el cascarón pero dejando una boca en la parte inferior por la que se metía la leña, saliendo el humo por los espacios que quedaban entre los terrones que forman el horno. Lo primero que se montaba era la parte de detrás llamada culata y luego se hacía el arco y finalmente el cierre. Una vez cerrado el horno, se rellenaba con el menudillo, dándole la altura que se quería, aunque lo normal era unos dos metros y medio. Para asegurar una mayor estabilidad había que sujetarlo poniendo piedras de gran tamaño, denominadas trancas, para evitar que se cayera.

Una vez armado, la siguiente operación era la de quemar el horno, usando como leña fundamentalmente la masiega que abundaba en la zona o bien sarmientos de viña, leña de poda de oliva, etc. La leña se iba introduciendo con ayuda de un instrumento llamado urga. Se encendía y ardía unas cinco horas, aproximadamente, dependiendo del tamaño del horno y del combustible usado. Se sabía que el yeso estaba quemado cuando salía el humo de color negro y por los orificios laterales salía fuego en lugar de humo.

La siguiente operación era hundir el horno y machacar los terrones, aporreándolos con ayuda de la azada. Después se llevaban al moledero y se extendía una parva de yeso para proceder al rulado del mismo. El proceso de rulado se hacía con ayuda de un rulo de piedra de forma cónica que era tirado por una mula. Al principio el rulo se hacía de una sola pieza de piedra, bien basalto o caliza, pero posteriormente empezó a fabricarse con hormigón mezclado con cantos. Una vez desecho y pulverizado el yeso se cernía a mano mediante una criba quedando listo para ser envasado en sacos de lona.

Finalmente, una vez envasado el yeso y cargado el carro, el cabeza de familia lo transportaba para venderlo en los pueblos de alrededor. La venta se hacía ofreciéndolo a los albañiles o bien callejeando con el carro y voceando hasta que se colocaba. Se dice que gran parte de las casas de Ciudad Real y pueblos de alrededor estaban hechas con el yeso de los Praos de Carrión. Con lo que se sacaba de la venta del yeso se compraba pescado y carne para el consumo de la familia.

Indudablemente, estamos ante uno de los oficios más duros ya que era una actividad que implicaba a toda la familia en las faenas de extracción de los terrones, armado del horno, quemado del horno, rulado, cribado y envasado del yeso para finalmente ser transportado a los pueblos de alrededor para intentar venderlo. El proceso de extracción tenía lugar principalmente durante los meses de buen tiempo, de abril hasta septiembre, con lo que las faenas se llevaban a cabo a pleno sol. La familia vivía en una casilla que constaba normalmente de una cocina con poyos y lugar para los animales, sin más comodidades. Los niños ayudaban en las faenas desde muy temprana edad, faltando varios meses a la escuela, y pasaban el tiempo libre bañándose en el río o cogiendo ranas en las charcas para luego comerse las ancas. También había personas que no tenían horno propio y han conocido el oficio trabajando como destajistas.

La Asociación Naturalista Tablas de Calatrava da las gracias especialmente a Agustina, Isidora, Gregorio, Juan Vicente, Cirilo, Victoriano y Marcelo por su implicación y colaboración indispensable en esta actividad de homenaje a todos los yeseros de Carrión de Calatrava. «Gracias por haber compartido con nosotros vuestra sabiduría, tantos recuerdos de vuestra vida de yeseros y especialmente enhorabuena por sentiros orgullosos de haber aprendido un oficio tan digno y tan arraigado a nuestro pueblo», concluye.

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