Un esfuerzo que merece la pena: «Historias fantásticas», de Adolfo Bioy Casares

palabrasmarginalesAdolfo Bioy Casares utiliza en estos cuentos una técnica que podríamos llamar concéntrica: el señor da vueltas y vueltas hasta llegar al centro del asunto, al quid de la cuestión, al busilis, que diría el ínclito Delibes. Parece como si, harto de que la literatura fantástica sea considerada un género menor, Bioy Casares buscara conscientemente apartar al lector advenedizo, ese que solo sabe de finales felices y papilla reconcentrada para una fácil digestión. Los cuentos de este libro son excelentes, pero al mismo tiempo exigen un esfuerzo hercúleo por parte del lector. En eso, recuerdan a las novelas de William Faulkner y a los cuentos de Juan Carlos Onetti, autores que tenemos un tanto olvidados en este solar hispano. Sin llegar a los extremos de complicación argumental de los dos mentados, bioy-casaresBioy Casares construye unas historias que pueden atraer a los amantes de lo fantástico siempre que estos, como hemos dicho, estén dispuestos a arrostrar algún tipo de sacrificio, como puede ser el de leer dos o tres veces cada historia para comprender, al fin, un secreto sorprendente, terrible o simplemente banal. El placer estético que aportan las historias de Bioy Casares es semejante al que nos procuran las de sus paisanos Julio Cortázar y Jorge Luis Borges, y superior sin duda a las del no siempre certero Gabriel García Márquez. El elemento fantástico en estos cuentos casi nunca está presente de un modo obvio. Unas veces, sí, el lector lo encuentra desde la primera página; otras no es tan fácil de detectar ese aroma preternatural. En todo caso, queda claro que Argentina es un país especial en lo literario y una excepción en lo que se refiere al género fantástico, tan querido en el mundo anglosajón y tan poco elaborado en el hispanoamericano y en el español (claro que se podría decir que aquí en España la literatura fantástica resulta famélica o directamente inexistente). Recomendamos este libro a los lectores curtidos, a la gente que quiera aprender a escribir (a escribir de verdad, no como se hace en España en los últimos veinte años) y a los aficionados al género fantástico con ganas de leer algo más elaborado que El señor de los anillos (lo cual, si bien se mira, tampoco tiene por qué resultar tan difícil a alguien con un coeficiente intelectual que caiga dentro de la normalidad).

Emilio Morote Esquivel
Palabras marginales

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