Las formas

Manuel Valero.- Las formas en democracia son tan importantes como el fondo y la elegancia y saber estar en democracia se escenifica sobre todo en la derrota, que junto con la victoria son dos estados sobrevenidos pero con la diferencia de que la victoria es reclamada por todos, ante el asombro contable de la ausencia de perdedores. Una vez alguien me preguntó que si en las elecciones españolas todos ganaban, quienes eran los trasquilados. La oposición, le dije, en un acto de insólita lucidez.

YManoloValero3 es así, ley en mano. Pierde las elecciones quien pierde el gobierno por mor de las mayorías resultantes en ese otro lugar donde se sedimenta la soberanía matemática: las instituciones. Por tanto, no hay mejor oportunidad para demostrar exquisitez democrática que en estos tiempos de variopintas sensibilidades que han venido a descabalgar la dicotomía opcional de los dos grandes. Y sin embargo, no se ha dado esa exigible grandeza en la derrota. El Partido Popular de la capital que ha estado gobernando legítimamente a lo largo de dos décadas al gusto de unos ciudadanos y al disgusto de otros, como fue, es y será de por siempre amén,y debido a lo inesperado de la derrota-victoria, ha encajado tan mal la vecindad ideológica y sumanda de los contrarios, en este caso de las contrarias, que ha llegado a visualizar ese descontento de tan indisimulada forma que pareciera que no estaba dispuesto a aceptar el veredicto de las urnas.

Foto: Luis Mario Sobrino Simal
Foto: Luis Mario Sobrino Simal

Y ha sido una pena, porque –como tuve ocasión de escribir en su día en la contraportada de Lanza, a la que recuerdo y evoco ahora, contra el lamentable sainete de prensa que protagonizó Pedro Almodóvar acusando al PP de haber tramado un golpe de Estado tras el 11-M- es un partido liberal, de derechas, de centro, de ambas cosas, confesional… o como quieran llamarle, pero en puridad democrática tan digno y legítimo como cualquier otro, que como cualquier otro se somete al examen cuatrienal de los ciudadanos como ocurrió el pasado 24 de mayo, con el resultado por todos conocido. Y en lugar de aceptar la derrota con elegancia democrática, dejando para más adelante la brega de la oposición, mantuvo una actitud de mal perder que lo ha acercado más a esa derechona intransigente que tanto ha alimentado, y alienta, el otro extremo.

No han faltado declaraciones ni juicios de valor sobre el cambio experimentado en el Ayuntamiento de Ciudad Real con una resistencia casi de pataleta juvenil de entregar el mando. Hasta el punto de negarse a posar en la foto de familia, como hubiera sido lo deseable, sin que tal cortesía democrática, rebaje un milímetro la oposición que se disponga a hacer. Tengo amigos y amigas en el PP, por supuesto, (como en otros partidos) y comencé a asumir tal cosa como un hecho natural por lo que consideraba, y considero, una forma de superar esa condenada inercia gerracivilista tan ibérica. Y un servidor no estaba dispuesto a jugar el partido de la maldición bíblica de los dos hermanos cabreros. Pero a la vez he defendido uno de los tesoros a los que jamás un hombre libre puede renunciar: el propio criterio, producto de su propia reflexión, sin apriorismos de ningún tipo.

El odio es lo último que puede empañar y contaminar las relaciones políticas porque se corre el riesgo de que el lixiviado prenda en el humus social. Las urnas han hablado y con la ley en la mano, guste o no lo que han dicho los ciudadanos, hay que acatarlo sin más, con exquisita cultura democrática, la que le faltó también a quienes increparon a los concejales de Ciudadanos tras la formación del Ayuntamiento de Madrid. Hay un mar de fondo de mal rollo que hace mucho más necesarias las formas democráticas: de quienes han perdido, aceptando el resultado y deseando suerte a los nuevos responsables y de quienes han ganado atemperando el en ocasiones talante Roberpierre, de la humillación o, incluso de la amenaza, al perdedor, de la que están llenas las cunetas de Twiter.

Si no somos capaces de asumir que Franco ha muerto, que el 36 ya queda lejos de la Historia y nos mantenemos en un estado de permanente desafecto, uno, que tiene ya casi todo el pescado vendido, se pregunta si seremos capaces de dejar a las futuras generaciones un país discrepante, pero normalizado y sumariamente democrático, un país con todas sus rémoras, pero un país que no se odie. Simplemente eso. Y en ello los dirigentes, todos, los de antes y los de ahora, tienen mucho que decir. Demócratas antes que cualquier otra cosa… hasta que los tiempos o la Historia nos sorprenda con la gran criatura de ese esperado nuevo Sistema que sea capaz de sustituir al que conocemos, y al tiempo respetar fieramente las libertades individuales y colectivas.

Pero hasta que eso llegue, si llega, convendría no perder la compostura y acentuar las dosis de la tolerancia, a las que están obligados, sin excepción, todos los principales actores del actual escenario político. Pero a cinco meses de las elecciones generales, o menos, me temo que será como pedirle a Cristiano Ronaldo tirar una falta. Pues si es así, no me esperen en noviembre.

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2 COMENTARIOS

  1. Y, sobre todo, cuando juegas en un juego donde, para unos, las reglas son las del Rugby y, para otros, las del Ballet ¿Dónde he leído eso?

    La caverna insulta hasta que la vena de la frente se les pone como un oleoducto. Wyoming se cachondea de ellos con elegancia y gracia. Al final, el «hijo de puta» siempre es Wyoming. Esas son las reglas con las que se juega en este país.

    Tampoco justifico el «tú más» o el «derecho a réplica», pero hay que entender que las provocaciones, llega un momento en que el hígado no te deja digerirlas y revientas. Y eso es lo que ha pasado con el caso Zapata. Y te lo dice uno que es: bacín, hijo de puta, enterao, listo, troll….y no sé cuántas lindezas más. Y eso, cuando por lo menos, aunque estés completamente equivocado, intentas hacer un argumentario mínimo. Pues no, la respuesta siempre es un insulto.

    Mira, a mí me han revuelto las tripas los tuits de Zapata, pero no son peores que las afirmaciones de los miembros del PP estos últimos años. En mi casa no se ha buscado a familiares en fosas comunes por las subvenciones. Desde que soy pequeño (y ya ha pasado tiempo) llevan mis mayores buscando a sus mayores. Y escuchar eso de Hernando te pone…, escuchar a Rodríguez llamar Nazis a los de la PAH, Escuchar a Aguirre decir que va a limpiar de pobres las calles, escuchar a Cospedal, escuchar a Rosa Romero y su odio radical….al final cirrósis hepática…

    ¿Que no debemos ser igual que ellos? Por supuesto! Pero tampoco somos de piedra.

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