Literatura y calor

José RiveroHay una débil creencia, medianamente extendida en invierno y más crecida en verano, de que la Literatura se da ( o se produce) preferentemente con el calor. Como si el exceso de temperatura favoreciera el movimiento de las letras en una rara ebullición; como si éstas, su fabricación y su consumo, fueran procesos vivos y reacciones termodinámicas que se aceleran, crecen y se reproducen en esas circunstancias de altas temperaturas.

Todo ello deriva, además, de la visión de los grandes espacios de tiempo disponibles en las largas jornadas estivales: con más horas de luz, y con más tiempo libre. Y consecuentemente, con más posibilidades de lectura. Por lo que la estación y sus paréntesis variados, se han acomodado a esas lecturas, no tanto a las escrituras. Por ello es frecuente que al llegar el verano con el paréntesis escolar y académico y con la vacación laboral, aumente la oferta de pasatiempos. Y entre ellos, aparezcan los llamados ‘Libros de verano’, que comparecen como una suerte de regalo de compañía para esos días de largos soles y que suponen un idóneo complemento formativo y recreativo.

lite4Todos conservamos en el recuerdo lecturas pospuestas y aplazadas durante el invierno, lecturas que al requerir más intensidad, más esfuerzo o más dedicación, decidimos aplazar para otros momentos más llevaderos. De tal suerte y manera, que acaba resultando el verano el depósito por excelencia de los buenos propósitos de lectura. Cosa diferente será que al final se cumplan esos propósitos y se verifiquen las lecturas aplazadas en el invierno. Hay casos en los que cumplimos con acierto lo aplazado, y de aquí nace la creencia de identificar las grandes lecturas aparcadas con el estío. Incluso y en el límite, acabamos reconociendo esos veranos, no por la canción bendecida, ni por la película perseguida, sino por las lecturas verificadas. Así puede haber un verano Faulkner, otro Proust, otro Stendhal y otro Mann.

lite6Otra cosa diversa será el tono y el ambiente de lecturas, recorridas ellas mismas por el sofoco del verano y por las torrenteras violentas de sol. Y aquí aparecen casos que van desde la seca Comala de Juan Rulfo en su ‘Pedro Páramo’, hasta la más acalorada Yoknapatawpha faulkeneriana; desde los escenarios del entorno tropical de Macondo de García Márquez al ‘Paradiso’ abochornado de Lezama Lima, o al fuego alcohólico de ‘Bajo el volcán’ de Malcom Lowry. Por no citar los trabajos muy evidentes de Pardo Bazán ‘Insolación. Historia amorosa’, el texto homónimo, escrito 77 años más tarde por Carmen Laforet, la ‘Tormenta de verano’ de García Hortelano o el breve cuento sudoroso de Aldecoa ‘Los segadores’.

lite5Pero en todo caso la palma del esfuerzo por radiografiar la canícula, se la lleva Enrique Laborde que realiza un viaje en moto, en el verano de 1961, por buena parte de la España acalorada y canicular. Una España acalorada que comienza en la localidad de Malagón y termina en Málaga. Invirtiendo el dicho de ‘Salir de Málaga, para entrar en Malagón’ que expresa un contradiós, un inconveniente o un contrasentido. Trayecto el realizado por Laborde y su moto con sidecar, para dar forma propia a su ‘Viaje al calor’.

lite3Pero pese a esas pistas del sol, del calor y del verano escrito, existe otro número equivalente de textos desplegados en el prestigio de la estación contraria y que hablan, por lo tanto, del desafío literario del invierno: desde ‘El frío’ de Thomas Bernahrd, al ‘Otoño en Madrid hacia 1950’ de Juan Benet, por no hablar de toda la nieve que se desprende del ‘Doctor Zhivago’ de Pasternak o del frío insoportable de los ‘Diarios de 1917’ de Marina Tsietáieva. Y es que el frio cuenta con apoyos críticos relevantes, como fija y establece el Premio Nobel Gao Xing Jian, autor de un ensayo guía denominado ‘Por una literatura fría’; que quiere dar cuenta de una visión literaria ahormada por cierta sequedad expresiva, frente a la dilatación verbal que produce y provoca el calor.

lite2Ese concepto de ‘Literatura fría’ no es únicamente estilístico y formal, sino que en el límite trata de desvelar otras cuestiones morales. Cuestiones literarias y extraliterarias, que llevan a proponer a Xing Jian que la escritura (preferentemente fría) no debe depender de factores sociales y políticos, y que solamente debe hacerlo desde los factores artísticos. Es decir la visión del campo literario del pasado español por ceñirnos a él, nos señalaría consecuentemente, todo el ‘Realismo social’ como ejemplo pertinente de ‘Literatura caliente’, por más frío que pudiera hacer en las páginas de ‘Tiempo de silencio’ o en los pasajes desolados de ‘La colmena’. Mientras que posiciones formalistas, alejadas de la contienda cotidiana, alimentarían los ejemplos de la ‘Literatura fría’: algún Benet ‘anti realista’ como ‘El viaje de invierno’ (doblemente frío, por formal y por temático) o el ‘Alfanhui’ de Sánchez Ferlosio, compondrían el reverso frío de este friso literario. A estas diferencias, años más tarde, se las reconoció y denominó en el debate anti realista como ‘Escuela de la berza’ los primeros, y como ‘Venecianos’ los segundos. La berza que precisa del calor del caldero y del hogar, para ser ingerida y degustada; frente al frío no sólo literario, también cristalino y acuático, de Venecia

lite1Si la literatura, desde la clasificación de Marsahll Macluhan, ya era un ‘medio frio’ que contraponer a los ‘medios calientes’ provocados por las nuevas tecnologías de la comunicación, ahora con Gao Xing Jian y sus pretensiones criogénicas, será un medio doblemente frío. Y el representante por excelencia de ese registro frío será, a juicio de Gao, Franz Kafka. Aunque yo pudiera añadir a un escritor como Julien Gracq como caso de ‘escritor frío’, por más que ‘El mar de las Sirtes’ exhale un calor tan incuestionable y pantanoso como otra pieza que construida desde la frialdad estilística, retoma el bochorno del desierto, así Buzatti y ‘El desierto de los tártaros’. Incluso Borges y el frío austral, al que se le ha tratado de ubicar en el frigorífico de la literatura; protesta y dice de sí mismo, que no se puede ser frio, cuando se es tímido y sentimental.

Lo que parece cierto, es que esos modos de escritura (que no de Literatura), macluhianamente caliente, que se produce en las redes sociales en su variados formatos y presentaciones, son ejemplos pertinentes de su ubicación astral en el lado más caliente de la escritura. Por lo que la reivindicación de la Literatura fría, es ya un claro gesto anti redes sociales.

Periferia sentimental
José Rivero

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5 COMENTARIOS

  1. Fuego y frío son dos formas de acabar con todo en las mitologías. Con un infierno o con un diluvio. Pero del infierno no se sale y del diluvio sí. Si tomamos ambos elementos en su dimensión simbólica, como arquetipos jungianos, como un ying y un yang, Sol y Luna, Heráclito y Tales, veremos que tanta literatura da el fuego como el agua, la respiración que la transpiración.

    Pero la verdad es que el fuego es tan destructor como el frío. Dante, en su Infierno, reserva el último círculo, el de la traición, a una llanura de hielo donde los réprobos, enterrados en él, lloran de dolor: pero las lágrimas se les congelan y sus cristales les cortan los ojos. Inversamente, algunos de sus ángeles, los serafines, están hechos de fuego y la bóveda estrellada contiene ese fuego sutil que llaman éter.

    La ley física de la entropía afirma que el final será el frío: el universo se dilata pero no porque aumente su energía, sino porque la está perdiendo: se vuelve cada vez más frío, como un cadáver. El ardiente sol de mañana será más pálido que el de ayer.

    Pero la creación, también en la literatura, solo es posible combinando el frío y el fuego: Empédocles. Del caos vino el cosmos: es la primera transformación de las que canta Ovidio en su biblia pagana, las Metamorfosis. La vida es eso: una sístole y una diástole. Un temblor, quizá de miedo. Cuando los científicos encuentren el mecanismo que hace posible el primer latido, habrán dado con el origen de la vida.

    • Y llegado ese momento, qué hacemos con El Vaticano? Confío en que los cientificos aun se demoren un poco, Angel; siquiera para que los creyentes coetáneos del gran hallazgo lo puedan asumir sin la sensación de un tiempo perdido, que en este caso tiempo y fe vienen a ser lo mismo. Ah, y que el descubrimento definitivo no coincida con los tiempos del Papa Paco, que anda hoy de cárceles. Un placer.

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