Antonio Aguilera, el contable que componía versos

Antonio Aguilera es una de los veteranos que han construido la historia del complejo petroquímico de Repsol y, con ella, la de Puertollano. Entrevistado por la propia empresa para la sección «Nuestra memoria» de la web, este histórico administrativo recuerda el «anteproyecto de ordenador» con el que trabajaba y, no sin socarronería, los versos «en plan de cachondeo» con los que regalaba a sus compañeros en cualquier ocasión…
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Antonio Aguilera ingresó en la entonces Empresa Nacional Calvo Sotelo en el año 1956. Su trayectoria laboral comenzó en Minas y Obras pero, asegura “duró muy poco tiempo”. Durante casi 40 años ha estado vinculado al área de Administración y Contabilidad. De aquella época recuerda muchas anécdotas, “cuando hacíamos las nóminas – apunta – usábamos unas máquinas especiales, muy sui géneris, lo que es un anteproyecto de ordenador”.

La mayor parte de los años que estuvo trabajando en el Complejo Industrial de Repsol en Puertollano, fue como responsable de equipos de proveedores. Su cometido era supervisar la recepción, el control, el registro, la conformidad y el pago de facturas. En esos años, el Complejo Industrial contaba con más de 600 proveedores y contratista, “cada uno – asegura Aguilera – tenía su cuenta, su control, sus detalles”.

Para él lo más importante de su trabajo era el trato humano, “era un puesto que me gustaba, tenías que atender a la gente en el exterior”. Para los proveedores Aguilera era el referente, “había que estar pendiente de sus facturas, oiga mire a ver esta semana cuánto nos van a abonar. Oiga cómo va mi factura”, explica.

El tenis y los versos Antonio

Aguilera fue además miembro de la primera Junta Directiva del Tenis Club Recreativo Repsol Petróleo de Puertollano y ha estado vinculado directamente a él durante más de 30 años. También era aficionado a los versos. “Un día se me ocurrió hacer un verso en relación con el evento que celebrábamos, no me acuerdo cuál en concreto, y surgió el verso siempre en plan cachondeo, la gente se reía”.

A partir de ahí, cada vez que un compañero se jubilaba o cambiaba de puesto, Antonio tenía un verso preparado para él. “Si yo me acordara de todos los versos que he compuesto”, subraya con una sonrisa.

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