El átomo pacifista

Manuel Valero.- Regresa el ATC, vulgo cementerio nuclear que suena a la película La carretera sobre la impresionante novela de Cormac McCarthy y de nuevo el gran debate político, como pasa con los toros en esta España nuestra que cantaba la malograda y extraordinaria Cecilia, amiga de polémicas perpetuas que nos anclan en una (mala) suerte del día de la marmota como narró cinematográficamente Harold Ramis.

ManoloValero3Pero entremos en materia sin rodeos: la energía nuclear tiene el pavoroso estigma del diablo porque fue usada para traer el infierno en la tierra en dos ocasiones y porque el armamento nuclear al cinto de un país siempre se suele utilizar por debajo de la mesa de negociación, como los tahúres del Tajo. Lo malo es que por tener el petardo apocalíptico pierden el culo países de toda ralea, desde los acolchados en el primer mundo del cómodo bienestar (Francia) o países imperiales (EEUU, URSS-Rusia) hasta países estrafalarios como Corea, la del Norte, o teocráticos sin demo como Irán, pasando por otros de contradicción perpetua entre un espiritualismo de cine Bollywood y una vomitiva arquitectura social como la India. El lúgubre proyecto de panestado islámico cuyos soldados visten de negro (a todos les da por lo mismo) y a cuyas víctimas las uniforman de color butano, se inmolarían cinco veces con tal de albergar a la sombra de una duna, una ojiva simpática, (si son dos mejor), con las que dejar Londres, un suponer, como un erial.

Si la energía nuclear –natural en el Universo y a escala cuántica-que el hombre ha llegado a generar y controlar por medios técnicos, es decir, por la ciencia, jamás se hubiera utilizado con fines bélicos, si la Historia no hubiera registrado jamás los dos armagedones de Iroshima y Nagasaki, es más, si la energía nuclear estuviera imposibilitada de manera natural para hacer púm pero mantuviera sus mortales peligros sobre las células del homo sapiens, la batalla ideológica, sencillamente, no existiría.

Porque de existir sería blandida por chamanes de lo social, tan inhumanos en su encono como acérrimos en la defensa de un pretérito cuaternario. Si la energía nuclear sirviera sólo para contribuir al desarrollo humano en todos sus frentes, desde la generación de energía eléctrica, a su aplicación motora o con fines médicos aún a sabiendas de que la caca usada sería más peligrosa que un mes de julio en Ecija, nadie en su sano juicio alzaría la voz contra el átomo pacifista. Pero aquí volvemos a trazar la línea separatoria con el manido argumento de la maldad congénita atómica pese a que el hombre tiene capacidad científica para domeñar el proceso y la utillería tecnológica suficiente para dotar al ATC de un calma casi conventual. “Es el sitio, hoy, más seguro de Holanda”, me dijo un ingeniero nuclear cubano, amigo mío, que estuvo allí y me explicó los pormenores técnicos de esos “vertederos”, ante mi insistencia de que fuera absolutamente aséptico, como lo es un cirujano que se encuentra ante un cuerpo operable y lo mismo le da si es blanco, negro o un esquimal despistado.

El ATC de Villar de Cañas, aprobado por el Gobierno de Zapatero, que según los testimonios de los vecinos del pueblo ya ha dejado notar sus beneficios colaterales, y cuyo proyecto no suscitó atronadores negativas por parte del hoy presidente de la Junta, Emiliano García Page, deviene otra vez a la actualidad con el mismo marchamo de siempre, para separar a los buenos y a los malos, a los progres y a los fachas, a la izquierda y a la derecha, a los ecologistas de pureza original y a los destructores del planeta. Pero sólo es cartografía emocional en cuyo inconsciente subyace el temor a la capacidad destructiva de la energía nuclear si alguna vez a los países les da por desenfundar de una vez y al recuerdo imborrable de las dos descargas yanquies sobre la patria de los samurais , más que la defensa de un mundo impoluto y feliz. El hecho de ser de Puertollano y contar con una refinería en cuyo historial figura la tremenda tragedia de un verano sangriento puede llevarme a observar el asunto desde una posición de riesgo asumido. Si Puertollano no hubiera contado jamás con una refinería tendríamos el mismo aire prístino que El Hoyo, el de antes y el de después de su separación de Mestanza, pero seriamos los mismos habitantes, lo cual hasta a lo mejor pudiera ser más interesante.

La postura contraria al ATC ni en Castilla-La Mancha ni en ningún otro lugar de este país siempre en obras es, al menos, más coherente y solidaria que la de quienes rechazan el ATC en Castilla-La Mancha pero dormirían a pierna suelta si el Gobierno se lo llevara a La Maragatería desde donde los vapores letales de la mierda no llegan al Tajo. En fin, que cada cual piense lo que quiera, pero uno no cree que construido en Villar de Cañas, fuera el inicio de una metástasis infernal que acabara con la esperanza de vida los castellano-manchegos. Y nos ahorraríamos una pasta con la que podríamos afrontar políticas sociales. Pero haber quien es el guapo que da becas, comidas escolares o atención sanitaria al excluido a costa del átomo pacífico.

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