Literatura, Geografía, Viaje

José RiveroEl interés de la Geografía por la Literatura, se hace bien visible en uno de los últimos trabajos del profesor Félix Pillet («La evolución de la imagen literaria del paisaje urbano en la ciudad moderna a la ciudad actual«), que da cuenta de las posibilidades de conocer las ciudades y sus evoluciones últimas, desde la madeja del ‘Recuento literario’.

Hay todo un campo exploratorio de las nuevas vías de la investigación geográfica, que nos permite descubrir como ‘Campo de Operaciones Geográficas’ todo el vasto caudal de relatos ficcionales, sin menoscabo de otros formatos narrativos que van desde la Crónica Viajera al Reportaje de Costumbres, desde el Memorialismo introspectivo al Ensayo Etnológico. 20ppEn el  límite, como nos muestra Pillet, incluso hasta el Poema escasamente documental y altamente ficcionalizado, puede ser interrogado para entender las valencias de la ciudad.

De igual forma, y casi en sentido inverso, podríamos decir y anotar el interés de la Literatura por la Geografía, y por una derivada de esta como son los Viajes y su consecuente Literatura de Viajes y de Viajeros. Y esto es así desde Ptolomeo a Estrabón, desde Marco Polo a Darwin, por citar algunos de los más lejanos.  En el reconocimiento estricto, de que no hay Viajes sin Geografía, y en el límite, de que no hay Viajes sin Literatura. De ello nos ha dado buen cuenta el pasado mes de agosto el escritor leonés Julio Llamazares; quien revestido de atributos azorinianos en parte, y cervantinos en otra parte, nos ha permitido actualizar el viaje azoriniano de 1905.

59pvsAprovechando el tercer centenario de la publicación de ‘El Quijote’ el de Monovar produjo un bloque de crónicas viajeras, que fueron publicando en el diario madrileño ‘El Imparcial’ y que más tarde se acomodaron como libro con el nombre anticipado de ‘La ruta del Quijote’. Rodríguez Marín definió a la obra azoriniana como unas «tentativas baladíes en que no hay pizca de cervantismo«. Posiblemente, el lector piense que se pueda tratar de una guía turística antes que otra cosa. Pero ‘La ruta del Quijote’ es una novela de viajes, unos viajes realizados por Azorín destinados, si ello fuera aún posible, «a recorrer brevemente los lugares que don Quijote recorriera«. Todo ello en un contexto determinado por una severa crisis político-institucional: el hundimiento colonial de 1898, la crisis del modelo de alternancia de la Restauración y la complejidad de las nuevas sociedades, como mostraba la primera Revolución rusa, no eran piedras pequeñas. Junto a ello, significar el cambio de ‘modelo literario‘ abierto ya por el Modernismo (‘Azul‘ de Dario es de 1888) y por la publicación en 1900 del texto de Freud ‘La interpretación de los sueños’. Así ese mismo año azoriniano de 1905, se producen hechos paradójicos, como el Premio Nobel, concedido al polaco Sinkiewicz por su afamado ‘¿Quo vadis?‘; frente a la publicación por Thomas Mann de ‘Los Buddenbrooks’.FOTO-CALATAYUD-MIGUEL

El hermanamiento de Llamazares con Azorín le ha llevado, por otra parte, a repetir el sortilegio de la entrega periodísstica, en este caso con ‘El País’. Llamazares ha querido producir en su viaje manchego y azoriniano, denominado ‘El viaje de don Quijote’ tres tramos bien diferenciados. Y por ello nos ha actualizado la ruta azoriniana en las diez primeras entregas, acogidas al título previsible de ‘La Mancha de Azorín’. Para producir en su segunda parte dos desvíos; la que llama ‘La derrota de Sierra Morena‘ y el tramo final del Ebro a Barcelona simplemente como ‘Por el Ebro y hasta el mar de Barcelona‘. La particularidad del segundo tramo, el del serrazo de Mediodía, es que Llamazares opta por seguir la común ‘Vía de la plata’, que le acerca a Brazatortas-Fuencaliente, y le aleja del trecho más habitual de Despeñaperros. Desoyendo las propuestas que vieron el último enclave de Sierra Morena por Venta de Cárdenas, como enclave quijotesco por antonomasia; inclionándose Llamazares en favor de las tesis esgrimidas tempranamente, por Edgar Agostini en su trabajo de 1936 ‘Itinerarios y parajes cervantinos’, que retoma con propiedad.

IPCDe igual forma se puede recordar el otro viaje que realizara Víctor de la Serna, para el diario ‘ABC‘ en 1954 y publicado en entregas sucesivas durante dos semanas. De la Serna llegaba a Ciudad Real para trazar en catorce crónicas vibrantes el perfil del alma de La Mancha. Perfil que a veces se emborrona y deviene un escorzo o un dibujo de bulto y, a veces, una boutade sonora y acústica. Y de aquellos excesos verbales y metafóricos, quedan dos memorables artículos de Paco García Pavón (‘Escolios a don Víctor de la Serna’ y ‘Nuevos escolios a don Víctor de la Serna‘), tratando de ajustar lo visto con lo contado; y que, tal vez, al bueno de Pavón le costaron alguna represión y alguna censura, por matizar las palabras de tan insigne y adelantado cronista. Crónicas sernianas que ven la luz entre finales de mayo y mediados de junio de ese año. De las crónicas sernianas existen dos ediciones en forma de libro de esos años, y la verificada como reedición por Maeva en el año 2000. La primera de la ediciones históricas, es la realizada en Ciudad Real en 1959, al año siguiente de la muerte del periodista, con el título ‘Por tierras de La Mancha’ y que cuenta con el subtítulo ‘Reportajes de viaje por España’, que aparecen ilustradas con 10 dibujos, más la portada, del pintor de Puertollano Fernando Gómez Cuadra, que a la sazón vivía en París. Por otra parte, la edición preparada por Eugenio Montes para Prensa Española, propietaria del diario ABC, y que es la utilizada por Maeva en 2000, vería la luz un año después, en 1960, denominada ahora como ‘La ruta del Calatraveño’. Que además apareció ilustrado con catorce dibujos de Gregorio Prieto y con capitulares y colofones de Bufrau, quien ya había ilustrado la edición previa de ‘La ruta de los foramontanos‘ (Prensa Española, 1955; 4ª edición 1959).

la-ruta-de-don-quijote-azorin-1193-MLC4334837355_052013-FHay otro texto-crónica posterior al serniano del año 2000, y  es el de José González Lara, ‘La Mancha de Azorín’ de 2001, que compone otra dimensión de literatura viajera por tierras de El Quijote. Aunque a mi juicio, el trabajo de González Lara sea más un conjunto de ‘Estampas‘ atadas con el pretexto del viaje. ‘Estampas‘ o ‘Cuadros‘ de dudosa eficacia en la temporalidad rastreada, al perderse el hilo del Tiempo en la captura de los ‘Cuadros Espaciales’. De tal forma, que es posible por ello, pasar sin quebranto ni angosturas de agosto a marzo, para volver sudado nuevamente a agosto, para romper el calendario. Incluso, no saber el año en que estamos prestos, o si Azorín sigue vivo aún o es sólo sombra y quejido.

De hecho el mismo autor cierra su texto viajero con esa consideración en duda, en el llamado ‘Final del ovillo’: «Termino con mis relatos, con mis crónicas o con mis retazos de escritos en estos pueblos de La Mancha«.  Captura de retazos que unas veces tienen el deje de una ‘Crónica viajera’; otras más son piezas del ‘Memorialismo posible’ y las de más allá, componen retazos de ‘Ensayos literarios’. En todo caso, composiciones de fuerte acento espacial y de acento castizo, subrayado por la colección de piezas ilustradas por Gloria Merino, que corroboran la quietud ambarina del Espacio, frente a la celeriad perversa y metálica del Tiempo. Composiciones pues, o ‘Estampas‘ del Espacio  que, por lo demás cuentan con preclaros precedentes provinciales, realizados en esa misma dirección de quietud y melancolía; reviiendi el legado polvoriento de Azorín en sus ventas quietas y en sus atardeceres quietos de humo y pensamientos. Y es que, finalmente, González Lara, tampoco formula una propuesta de analisis cervantino o azoriniano, ni siquiera verifica una aproximación literaria a ambos; sino que cuenta  más el peso dormido del Espacio que el polvo de vértigo del Tiempo.ove0001_594

Es decir verificando la ‘Estampa’ frente al ‘Argumento’, a la manera sostenida por la contraposición conceptual propuesta por Juan Benet. Aspectos capturados con anterioridad por otros autores que ya habían verificado catas similares de Espacio y omisines de Tiempo, y de los que ya he publicado algunas notas sobre su torcido empeño. «Tanto Ángel Dotor en ‘Estampas Manchegas. Ensayo panorámico’; como José Ramón Maldonado Cocat con sus ‘Estampas Manchegas’; como, finalmente, Juan Torres Grueso  con sus repetidas ‘Estampas de mi tiempo’, optan por la captura de un tiempo -uno de ellos lo refleja palmariamente en su título- con técnicas, dispositivos y métodos de la prospección espacial. Procedimiento que, obviamente, no es que dificulte sus esfuerzos; sino que opera en una suerte de inversión de los órdenes perseguidos. Nadie caza con aparejos de pesca, ni nadie navega en la montaña, ni escala en la mar abierta, ni bucea en un bosque petrificado, salvo que pretenda reflejar lo inútil de ciertos esfuerzos y lo temerario de muchos empeños. Tales inversiones en los métodos de trabajo, acaba produciendo, no sólo un error conceptual, sino un desplazamiento ineluctable de hondo calado y de fuertes sensaciones. Poniendo el Tiempo en el Espacio y el Espacio en el Tiempo, como si fueran estructuras intercambiables de una, no declarada ni demostrada, ley o propiedad conmutativa«.

Periferia sentimental
José Rivero

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