El manto cristalino y brillante del agua de la que hablas,
que corra,
no quiero que pare,
que siga corriendo por la ruta de la vida,
que no se estanque en la nada,
que no muera,
que renazca cada día entre los dedos de nuestros caminos.
Esa tu luna,
no quiero imaginarla perdida en la noche,
quiero verla erguida bella y fecunda.
La sangre de tus poemas,
sangre que corre derramada en la muerte,
quiero verla viva y fructuosa.
Caballos que galopan acompañados de sus jinetes,
quiero verlos representando a la vida,
quiero verlos representando al hombre.
Cruces de pasión que acompañan a tu redentor quiero verlas llenando
aclamando la esperanza y ofreciendo sus manos al recogimiento.
Esa tierra bajo tus letras,
quiero verla desgranando vida y fecundidad,
quiero ver esa madeja de la vida que todos liamos y desliamos y
tu arrojas bajo tu pluma.
Ese puñal que enfila lagrimas del sol,
quiero verlo cortando al aire desafiando a la muerte.
Atados nos tienes a tus poemas encadenados de tu mundo vivido.
Que de tu cuerpo no desgarren sangre para tu recuerdo, pues aun sigues
aquí quien fuiste bautizado con el nombre de Federico del Sagrado
Corazón de Jesús García Lorca.
Marse Sobrino